Demian Jackson. Un joven adulto con un futuro brillante, pero con un pasado oscuro eclipsado por su niñez.
Se graduó con honores como criminalista forense. Se especializó como un joven patólogo forense que, junto a sus dos mejores amigos, Sarah Rid...
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Demian podía llegar a ser muy transparente con las otras personas. Si se molestaba, su cara lo denotaba; si se sentía feliz, no podía contener su buen humor; si estaba concentrado hasta era capaz de babear. En pocas palabras, era muy expresivo.
—¿Te sucede algo?
Demian negó con la cabeza y siguió extrayendo las balas del interior de un cuerpo.
Al parecer un sospechoso asaltó un supermercado. Asesinando a tres personas en el acto.
Una cajera, un anciano y un joven.
—Ya terminé—informó Demian.
De inmediato llegaron los ayudantes de forense y retiraron todos los cuerpos en cuestión de minutos.
—Qué tragedia, ¿no lo crees?—reflexionó su compañera, Leticia.
Ella también era una forense.
Rubia. Ojos azules. Belleza andante. Encantadora de hombres. Inteligente y perspicaz. Prácticamente posee todos los atributos de una mujer deseada, con excepción de algunos hombres como Demian.
Ya habían trabajado en varias escenas de crímenes juntos, pero de que existiera alguna cercanía entre ambos, no había.
—El otro día mi madre me confesó que no le gustaba mi trabajo. Dice que puede darme problemas psicológicos en el futuro. ¿Tu qué opinas?
—"El trabajo en el que hallamos placer cura la pena de la causa.”—respondió con desánimo—. Nuestro trabajo es buscar una respuesta y darles voz a quienes ya no pueden. Creo que eso es algo necesario pese al riesgo de terminar en algún hospital psiquiátrico.
Leticia le dió la razón.
—Pero aun así…—Leticia observó el charco de sangre a un lado de la caja registradora—, es curioso como en un momento, sin importar la edad, trabajo o situación, la muerte siempre se encarga de dejar una mancha roja donde una vez hubo vida.
Demian discrepó. Tomando su maletín con instrumentos quirúrgicos mientras iba rumbo a la salida del supermercado.
—Leticia. Si nos ponemos tristes cada vez que estamos en una escena del crimen, entonces este trabajo no está hecho para ti. Por algo las mujeres son más emocionales.
Algo disgustada con el comentario, Leticia jaló del uniforme de Demian y lo obligó a mirarle la cara.
—Alguien se despertó con un humor del culo.
Demian se zafó de su compañera. Notando la molestia en su rostro.
Fue entonces que se dió cuenta que, prácticamente, llamó inútil a una compañera patologa.
Al parecer no podía disimular la preocupación en su interior que era capaz de desquitarse con los menos culpables de sus problemas.
—Lo siento, Leticia. No volverá a pasar—se disculpó, abrazando a su colega y saliendo por la entrada al supermercado.
Demian llevaba sin poder conciliar el sueño desde el incidente del diario.
¿Cómo era posibles de que una palabras aparecieran y luego desvanecieran frente a sus ojos? ¿Ese diario tenía algo que él desconocía? ¿Fue el diario quien escribió o fue alguien más? Tal vez la persona que lo estaba acosando si estaba hablando en serio y aquel ojo y dedos cortados eran una muestra de lo que era capaz.
Además, había desarrollado una paranoia en la que se sentía observado constantemente. Y lo peor es que no podía contárselo a nadie.
Pero…
¿Y si intentaba contárselo a alguien?
Tal vez alguien de su absoluta confianza. Como Adam o Sarah. Al fin y al cabo eran criminalistas y expertos en estos temas.
—Tal vez tenga que contárselo a ellos…
—¿Qué tienes que contar?
Demian saltó del susto, pero rápidamente volvió a la normalidad cuando se percató de quién era.
—¡Carajo!—exclamó—. Avisa antes de espantar, Leticia. Pensé que te quedaste adentro.
La rubia se carcajeó y se disculpó.
—Estás demasiado nervioso hoy. Relájate. Ni que te fuera a matar—aunque claramente lo dijo de broma, Demian no lo tomó muy bien—. Como sea. ¿Qué es eso que quieres confesar? Acaso el niño hizo algo…—se acercó a su oído y susurró en un tono coqueto—¿malo?
Una risilla nerviosa escapó de su boca y un escalofrío lo paralizó. En el buen sentido.
—Digo… No es nada. Solo… si te lo cuento no me lo vas a creer.
En parte decía la verdad.
—Así que un problema, ¿eh?—Leticia tomó la mano de Demian y con sutileza lo hizo sentarse en un banco junto al supermercado—. Cuéntame, Demian. ¿Qué es eso que no podría creer?
Era la primera vez que Demian estableció una conversación fuera del ámbito laboral con ella. Normalmente ya se hubiera retirado, pero esta vez se dejó llevar y se dispuso a hablar sobre el tema del diario y el supuesto asesino, que lo perseguía.
—He estado muy nervioso estos últimos días. Hay alguien que… No sé pero…—Demian intentaba narrar el motivo de su preocupación, pero por una misteriosa razón le costaba hablar—creo que es alguien peligroso.
Leticia apretó las manos de Demian y lo motivó a continuar.
—Es complicado. Hace casi una semana me encontré un dia…
Algo raro sucedió.
—¿Demian?
Leticia se acercó al rostro de Demian y notó qué le costaba seguir. Pero algo estaba mal.
Demian sintió como si un nudo en su garganta lo estuviera silenciando. Pero aun así quiso soltar la verdad acerca del destripador, el diario, las reglas; no obstante se estaba sofocando en el intento.
—El destri…
—¿Ocurre algo?—musitó Alicia.
Demian negó y volvió a intentarlo. Apretó sus puños creyendo que eso le ayudaría, pero todo empeoró para él.
—El dia…
Otra vez, nada. No podía hablar con libertad. Era como si algo lo obligará a callar frente a Leticia.
—¿Qué es eso?—preguntó la forense.
Leticia separó sus manos cuando notó algo que caía por la nariz de Demian.
Y antes de darse cuenta, Demian Jackson, quien casi nunca se enfermaba, se desplomó a su lado mientras que su nariz sangraba. Leticia lo escuchaba murmurar cosas inentendibles en el pavimento mientras que toda su atención se centraba en la cabeza de su compañero.
Sus lentes se rompieron con el impacto de su caída y un golpe seco en su cabeza le hizo a Demian, casi, perder el conocimiento.
—¡¿Demian?!—gritó Leticia de forma histérica—. ¡Llamen a un médico!
Luego de escucharla pedir ayuda, varios oficiales se acercaron, pero para cuando llegaron hasta los dos forenses, Demian yacía inconsciente mientras que Leticia sostenía su cabeza.