La Profesora Sustituta (Adaptacion SwanQueen)

CAPITULO OCHO

Terminar la semana con Ruby era una de las formas favoritas de Emma de recibir el fin de semana. Estaba deseando pasar una noche de viernes relajada con comida para llevar frita y grasosa y su mejor amiga. Ahora que llevaba alrededor de un mes en Vanderbilt, estaba menos estresada por la planificación y las calificaciones, pero aún no estaba completamente adaptada a su nueva rutina. Correr había quedado en el camino mientras luchaba por levantarse lo suficientemente temprano para recorrer los kilómetros antes del trabajo, y luego regresaba a casa del trabajo sintiéndose completamente agotada. Había hecho un par de trotes de dos millas aquí y allá, pero este era el primer día que Emma podía correr tres millas completas después del trabajo y se sentía fantástica. Tal vez, después de todo, se inscribiría en los 5 km de Acción de Gracias.

Emma trotó lentamente por la calle antes de dejarse llevar y caminar para refrescarse mientras se acercaba al camino de entrada. El otoño estaba en pleno apogeo en Nueva Jersey y ella estaba entusiasmada por ello. Ya había pasado el verano: ¿no deberían desaparecer todo el calor, la humedad y los hermosos días soleados tan pronto como comenzaran las clases? Algunos días era francamente cruel mirar por las ventanas de su salón de clases y ver cómo se desarrollaba el maravilloso día, fuera de su alcance y completamente intocable.

El auto de Ruby no estaba en el camino de entrada, así que, por curiosidad, miró por las ventanas del garaje. No esta. Es extraño. Emma miró su reloj. Se suponía que pedirían la cena en media hora. No era propio de Ruby llegar tarde, ni tampoco era propio de ella no comunicarlo si llegaba tarde.

Emma se sacudió la idea y entró, pensando que su amiga llamaría o enviaría mensajes de texto cuando pudiera. A veces se quedaba atrapada en el trabajo. Pero cuando salió de la ducha y se puso unos pantalones deportivos y una camiseta gastada, revisó su teléfono y vio que Ruby todavía estaba desaparecida.

Una llamada no recibió respuesta, por lo que siguió enviando un mensaje de texto. Mientras esperaba una respuesta, se ocupó de limpiar su dormitorio. Había desarrollado el terrible hábito de tirar su ropa gastada en un sillón en la esquina de su habitación en lugar de simplemente poner la ropa sucia en el cesto y colgar la ropa que podría usarse una o dos veces antes de tener que lavarla. Este era un hábito nuevo. La vida matrimonial con Lily exigía que ella estuviera impecablemente ordenada todo el tiempo, en todos los ámbitos de su vida. Estar sola otra vez le dio a Emma la desafortunada libertad de ser un poco descuidada.

Cuando arregló su habitación y trasladó una carga de ropa de la lavadora a la secadora, había pasado una hora. Todavía sin noticias de su amiga. Ahora Emma estaba preocupada. Sólo hubo otra oportunid que Ruby había hecho este acto de desaparición y si ese era el caso otra vez... basta decir que Emma iba a tener unas palabras con ella.

Finalmente, aproximadamente tres minutos antes de que Emma llamara a la policía para presentar un informe de persona desaparecida, Ruby llamó.

"¿Dónde estás?"

"Bueno, hola a ti también".

"Ruby, ¿qué carajo? ¡Se suponía que vendrías hace casi dos horas! ¿Estás siquiera en casa?" miró hacia los caminos conectados. Todavía vacío.

"Entonces... no. No voy a estar en casa." De fondo se oía una conversación ahogada. "Lo siento mucho y te juro que te lo compensaré, pero no puedo pasar el rato esta noche".

"Está bien, pero ¿qué pasa con el acto de desaparición?"

Una larga pausa se produjo al otro lado del teléfono. Ruby ni siquiera necesitó responder; Emma supo de inmediato lo que estaba pasando.

"Ruby..."

"No es lo que piensas."

"Creo que es lo que pienso, y mañana tienes muchas explicaciones que dar" suspiró. Ella conocía esta historia y el final nunca cambiaba. "Será mejor que estés en casa mañana".