Capítulo 2 | Nunca obtuvo lo que realmente quiso

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Narrador Omnisciente.

El salón de baile está revuelto, todos los jóvenes nobles se encuentran reunidos alrededor del el Príncipe Heredero y la Princesa Ashford.

—¡Eres un inútil! —exclama lady Anastasia furiosa.

Todos jadean horrorizados.

Lady Ashford es tan maleducada, ella es la única que se atreve a hablarle así al Príncipe Heredero y lo más sorprendente de todo es que nunca toman medidas contra ella, es una descarada total.

Adrián, ahora Adriano, simplemente se le queda viendo con una expresión helada que hace retroceder a Anastasia.

Él nunca le había mirado de esa manera tan seria.

Mientras por fuera parecía indiferente, la conciencia de Adriano era un caos.

Había deducido que no estaba en un sueño.

El cuerpo de Anastasia contra él se sintió demasiado real, él pudo sentir su calor, su olor y su suavidad.

¿Acaso había reencarnado?

Recordó las muchas veces que repitió en su mente mientras leía el libro "si yo estuviera en el lugar de Adriano". Y se le había cumplido. Pero no entendía nada, tenía que poner en orden sus pensamientos antes de dar el siguiente paso, así que miro a la chica pequeña delante de él y le dijo con voz distante:

—Ve a casa, Anastasia, mañana tenemos que hablar seriamente.

La pequeña pelirroja jadeó ofendida y llevo una mano enguantada con satén a su pecho.

—¿Perdona? —inquiere alzando una ceja mirando a Adriano de manera desafiante.

—Perdonada.

—¡Adriano! —Anastasia da otro pisotón en el suelo con sus tacones y cruza los brazos sobre su pecho—. No sé que diablos te pasa, pero yo no me voy a ir a ningún lado...

—Tendrás que hacerlo —le responde Adriano si borrar su expresión impasible—, es una orden.

Los ojos de Anastasia se abren tanto que parecen querer salir de sus cuencas.

Los nobles que están a su alrededor, comienzan a murmurar.

Ya la está poniendo en su lugar.

Hace bien, esa niña cree que puede pasar por encima de la corona.

Hace falta que la castiguen por la falta de respeto que ha cometido hacía el Príncipe.

Anastasia que ha escuchado parte de lo que decían, descruzo los brazos y adoptó una pose digna para mirar a Adriano con todo el veneno que pudo reunir.

—Tú a mí no me das órdenes.

—Sal del Palacio antes de que le ordené a los guardias que te escolten.

La mirada en los ojos de Anastasia pasa a ser de incredulidad y miedo.

—Tú no harías eso, ¿Adria...

—¡Guardias! —exclama Adriano sin dejarla terminar.

Anastasia da pasos hacia atrás asustada.

—¡Ya me voy! —grita y mira al Príncipe con una mezcla de ira y dolor en sus ojos—. Recuerda esto, Adriano, recuerda la vergüenza que me has hecho pasar, ¡porque nunca te lo voy a perdonar!

Después de gritar lo último se va corriendo del salón.

Adriano se queda ahí parado y mira a su alrededor con dureza.

—¿Ustedes no tienen nada mejor que hacer? —no alza la voz, pero su tono oscuro es suficiente para hacer estremecer a los nobles entrometidos.

Todos quedaron muy sorprendidos con esta escena, el Príncipe Heredero parece otra persona, siempre había permitido que Lady Anastasia hiciera con él lo que quisiera, ahora le dio órdenes y le amenazó con llamar a los guardias. También les hablo de esa manera tan dura y los miro fríamente cuando siempre había sido tan amables con todos.

¿Qué está pasando?

¿Cómo alguien puede cambiar de personalidad de un segundo a otro?

Adriano giró sobre sus talones y se encaminó fuera de la pista de baile. Se acercó a una puerta de cristal y se quedó frente a esta viendo su apariencia.

¿Anastasia está ciega?

Pregunto interiormente con arrogancia.

El Príncipe Heredero era muchísimo más guapo que el Duque Davenport.

Tenía ojos celestes, enmarcados por pestañas y cejas negras y gruesas, una nariz recta y una mandíbula bien marcada, el cabello largo hasta un poco más abajo de los hombros y negro como el azabache. Es más alto que su cuerpo original, pero menos musculoso, este cuerpo tiene buenos músculos, pero él, como Comandante, tenía mejores.

Mira la ropa que tiene puesta y aunque le favorece bastante no puede evitar burlarse.

Que feo se visten los hombres en esta época.

—Veo que te armaste de carácter —una voz masculina interrumpe sus pensamientos.

A través del cristal de la puerta ve a una versión un par de años más joven de sí mismo, con rasgos más suaves, el cabello más corto y los ojos azules más oscuros.

Ángel Von Rosenfeld, hermano menor de Adriano.

—Digamos que desperte de mi letargo —se limito a responder Adriano sin saber que más decir.

Recuerda vagamente al personaje de Ángel, después de que Anastasia quede exiliada del Imperio, Ángel muere en extrañas circunstancias. Lo cual desencadena la depresión de Adriano, ese es el patético final que tiene ese cuerpo que está ocupando. Si, se convierte en Emperador, pero no obtuvo lo que siempre quiso en realidad.

Adrián cambiará eso, va obtener todo lo que Adriano siempre quiso, solo para demostrar que el puede, y eso incluye a la malcriada Princesa Ducal.

Adriano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora