Capítulo 8 | Plan Perfecto

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Anastasia temblaba mientras leía el documento entre sus manos.

"No puede ser" se lamentaba interiormente.

Adriano sabía que ella amaba a Sebastián, ¿por qué le hacía esto?

—¡No quiero casarme con él, papá! —lloriqueaba a la vez que pataleaba sentada frente al escritorio de su padre.

—Lo siento cariño, pero no tenemos opciones, es esto, o nos quedaremos sin nada —se lamenta Calixto—. A mí me da igual quedarme sin nada con tal de que tú seas feliz, ¿pero tú?, la decisión es tuya, mantenemos nuestra posición casándote con el Príncipe Heredero o lo perdemos todo y sigues persiguiendo al Duque Davenport.

Anastasia miró a su padre ofendida.

—¿Crees que soy estupida papá?

—No, cariño, no es eso...

—Claramente no estoy dispuesta a perderlo todo, hablaré con Adriano, no todo puede ser en blanco o negro —dicho esto, tomo el documento y salió de la oficina de su padre.

Calixto sabía que iba hacer en vano, tuvo a la nueva versión del Príncipe Heredero frente a frente y vio la determinación en sus ojos. Si fuera el Adriano de antes, tal vez pueda haber alguna posibilidad de que se ablande frente a Anastasia, pero no este, no él que le amenazo con sacarla de Palacio llamando a los guardias.

(...)

Al día siguiente, Adriano estaba reunido con Ángel y Sech tomando el desayuno tranquilamente cuando un sirviente le aviso que el Emperador solicitaba su presencia.

El Príncipe se abstuvo de resoplar con fastidio, ya se imaginaba el porqué el Emperador quería verlo, y acertó.

Cuando llego al Palacio de su padre, este le esperaba en su despacho con su típica expresión impasible, invito a Adriano tomar el asiento frente al escritorio.

Una vez estuvieron a solas, Caleb se levantó de su asiento y fue hasta un estante donde había una despampanante botella de licor. El Emperador la tomó junto con dos vasos de cristal, coloco un frente a Adriano y le sirvió un trago.

El pelinegro le miro interrogante y entonces sucedió algo que no espero. En el rostro estoico de Caleb se dibujó una sonrisa torcida.

—Veo que al final me hicistes caso.

Esto descolocó a Adriano, pero pronto entendió todo.

Las únicas formas de que aquel documento llegara a manos de Adriano era que el lo hubiera robado o que su padre se lo haya dado cuando se dio cuenta de que le gustaba Lady Anastasia Ashford.

Viendo la rara sonrisa del Emperador, Adriano se fue por la segunda opción.

—¿Cuándo será la boda? —pregunta Caleb al ver que Adriano se había quedado en silencio.

El Príncipe toma el vaso que le sirvió y bebe un sorbo notando el familiar sabor del whisky caro en su paladar.

—No nos adelantemos, padre —dijo al final—. El Gran Duque Ashford es un problema.

La pesada mano de Caleb cae sobre el hombro de Adriano.

—No te preocupes por Calixto, de él me encargo yo —expreso con confianza.

Adriano sabía que el Emperador y el Gran Duque Ashford eran muy buenos amigos por lo que se mencionaba en la historia.

—Quiero nietos pronto —bromeo el Emperador.

El Príncipe se mantuvo inexpresivo cuando dijo:

—Tienes a otro hijo para eso.

—Pero tu eres el mayor —replicó Caleb.

Adriano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora