Capítulo 4 | Cómodo en el papel

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Adriano sabe que no es del agrado del Gran Duque, sin embargo esta dispuesto a enfrentarlo con la información que tiene entre sus manos. Quince minutos después, el mayordomo llegó al salón para guiarlo hasta la oficina del Gran Duque Ashford. Cuando estuvieron frente a la puerta, el mayordomo le anunció y dio un paso al interior.

Lo primero que vio fue un gran cuadro de Anastasia colgando en la pared detrás del escritorio de Lord Ashford, Adriano no pudo evitar pensar que parecía una diosa.

Todo lo demás en el la oficina gira en torno a ese cuadro se nota que la redecoraron cuando pusieron la pintura. Las paredes son rojas oscuras, como su cabello, las decoraciones doradas como el marco y  cortinas violetas oscuras como el vestido que lleva y sus ojos.

—Saludos a su alteza Imperial la primera estrella del Imperio Omnes.

Adriano pasa su mirada al hombre que está inclinado ofreciéndole una reverencia en señal de respeto por ser parte de la familia Imperial.

—Puede levantar la cabeza Su Exelencia —indicó con un tono de voz despreocupado.

El Gran Duque se enderezó en toda su altura, mostrándose tan imponente como el mismo Adriano, los modales de Calixto eran excelentes por lo que podía aparentar ser cortés, pero su mirada endurecida decía mucho más que el hipócrita saludo.

—¿A que debo el honor, alteza? —inquiere.

Adriano quiso reírse en ese momento, Lord Ashford no era bueno escondiendo sus verdaderos sentimientos... o tal vez, no le interese ocultarlos frente a él, interesante. Calixto quiere que Adriano tenga en cuenta su desagrado hacía el.

—Se que no le agrado a su excelencia, ahora que estamos solos puede dejar se ser cortés —sugirió el pelinegro.

—No me molesta ser educado, es cuestión de respeto —replicó el orgulloso Gran Duque.

—Yo más bien lo percibo hipócrita.

Calixto chasquea la lengua y mira a Adriano como si fuera un insecto.

—Siendo imprudente no logrará agradarme, alteza.

—Tampoco me interesa agradarle, Gran Duque, pero por desgracia nos toca convivir —Adriano dio largos pasos hasta que estuvo justo al frente del escritorio—. Después de todo usted es un figura importante en el Imperio y yo seré el Emperador.

Calixto frunció el ceño.

—¿Qué me esta queriendo decir alteza?, vaya al punto.

—Mi punto es que de alguna manera u otra, a usted le conviene tenerme de su lado y no en contra —le dice el Príncipe sin rodeos.

—¿Me estas amenazando mocoso? —Calixto finalmente perdió los estribos y dio un manotazo sobre el escritorio.

—Es un consejo, excelencia —contesto Adriano con un rostro inexpresivo, sin tan siquiera pestañear por el inesperado golpe.

—¿A qué viniste, Adriano? —pregunta Calixto con informalidad.

Adriano sin tener una razón clara, se sintió satisfecho pero se esforzó por no demostrarlo.

Tomo asiento sin que el Gran Duque le invitara y se puso cómodo sin perder su postura aristócrata.

—Seguro que ya estará enterado de la ruptura de compromiso de la Princesa Ashford con el Duque Davenport —tanteo.

Calixto entrecierra los ojos en su dirección y asiente lentamente.

—Si, por supuesto.

—Excelente —Adriano sonrió, pero no había gracia ni felicidad en su sonrisa—. Vengo a reclamar la mano de la Princesa Ashford.

Adriano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora