Calixto pasó una mano por su cabello despeinándolo aún más, lleva más de cinco horas estudiando aquel maldito documento. Por más que lo revise, no hay ningún vacío legal que pueda utilizar. Está completamente atrapado entre la espada y la pared. Por un lado, no quiere casar a su hija con alguien que no ama y, por otro lado, tampoco quiere perderlo todo y quitarle a Anastasia todo a lo que está acostumbrada desde que nació.
Por donde quiera que lo mire está el mismo resultado, Anastasia siendo infeliz.
Sabía que su hija tampoco sería feliz casada con el duque Sebastián Davenport, pero estaba dispuesto a aceptarlo porque eso era lo que ella quería, sin embargo, esto...
Adriano, amaba a Anastasia de una manera tan pura que lo fastidiaba. Pero el Adriano que vio hoy, solo parecía quererla por un capricho, para demostrar que él puede tenerla y que siempre pudo hacerlo, claramente esto no agradó al Gran Duque, pero debe admitir, que prefiere al Adriano que enfrentó hoy y no el de antes. Este Adriano ha logrado algo de lo que él no ha sido capaz, y eso es negarle algo a Anastasia Ashford.
(...)
Adriano miró fijamente a la pareja que tenía al frente, el Emperador Caleb Von Rosenfeld y la Emperatriz Ángela Von Rosenfeld del Imperio Omnes. El hombre tenía el cabello largo como él, rubio y con una barba tupida, cejas castañas y ojos azules profundos. Por otro lado la mujer tenía cabello negro abundante y rizado con dulces ojos marrones y facciones delicadas.
Antes de que Adriano tenga la oportunidad de inclinarse y dar un saludo formal, la Emperatriz corre a su lado y lo abraza con fuerza.
—¡Cariño mío! —exclama con palpable felicidad.
El Príncipe envuelve sus brazos alrededor de la Emperatriz y le da un par de palmaditas en la espalda. Luego mira al frente para ver al Emperador mirarlo con confusión.
—Madre —dice.
—¿Cómo has estado, Adriano? —pregunta con verdadera preocupación en su voz—. Me he enterado de que has peleado con Anastasia, ¿está todo bien entre ustedes?
—Mejor que nunca —responde tomándola por los hombros y separándola un poco de él para darle una sonrisa de boca cerrada.
—¿Arreglaron las cosas cuando fuiste a verla hoy?
Adriano se le queda por un momento.
"¿Cómo es que esta mujer sabe todo lo que hago?"
—Se podría decir que si —dice secamente al final.
—Adriano.
Mira en dirección al Emperador que llamo su atención.
—Padre.
—Sentemosno para esperar a tu hermano y tus tíos —sugiere/ordena.
El pelinegro obedece y toma asiento frente a la Emperatriz, mientras él Emperador toma asiento en la cabecera.
Pasaron un par de minutos donde solo hablaba Ángela, preguntándole a Adriano sobre su semana como si no lo tuviera vigilado.
El Príncipe le respondía con monosílabos y respuestas ambiguas, aun así, ella no paraba de hablar. Caleb se mantuvo en silencio, no era de muchas palabras, pero siempre hacía un esfuerzo por comunicarse con su esposa y sus hijos, este cambio tan abrupto de Adriano le tiene confundido.
De sus dos hijos, Adriano siempre ha sido el más cariñoso y alegre, ahora parece estar viendo una copia d él cuando era joven pero con el cabello oscuro.
Inexpresivo, callado.
Algo ha cambiado en él, algo significativo.
La reina y el rey de Eris entran al comedor tomados de la mano y el Segundo Príncipe viene tras ellos. Todos se saludan entre sí, de manera acogedora sin perder la etiqueta.
El Segundo Príncipe Ángel se sienta al lado de Adriano mientras que los monarcas de Eris toman asiento al lado de la Emperatriz Ángela, su hermano Jack Quest, el rey se sienta a su lado mientras que Amelia Von Rosenfeld, hermana del Emperador Caleb, toma asiento al lado de su marido.
A pesar de que Amelia se casó con Jack, optó por mantener su apellido, un privilegio que solo se le ha sido otorgado a ella por ser la mujer más poderosa de todo el continente.
Los sirvientes comienzan a servir los platos mientras los miembros de la familia Imperial y Real comienzan a discutir sobre política, Adriano se mantiene callado y aunque tratan de incluirlo en la conversación da respuestas cortas y secas que no dan lugar a nada más, hasta que tocan un tema del interés de Adriano.
La extinción de las brujas y hechiceros supremos en el Imperio Omnes.
No era un tema que se tratara con profundidad en la novela que leyó, la historia solo se centraba en el romance de Sofía y Sebastián, pero se tocó este tema una vez, solo para el engrandecimiento se Sebastián.
Resulta que hace muchos siglos, el Imperio Omnes, era un lugar donde solo habitaban brujas y hechiceros supremos, pero con el paso del tiempo cada vez se han hecho más escasos. Nadie sabe el porqué, pero de unos años para acá los poderes de las generaciones comenzaron a disminuir, estas personas fueron nombrados como magos, porque dominaban todo tipo de magia, pero no con la intensidad que lo hacían los hechiceros supremos y las brujas.
Por eso, cuando nació Amelia Von Rosenfeld, la Princesa de Omnes, fue nombrada como la mujer más poderosa del continente, nació como bruja, algo milagroso, porque supuestamente las brujas se están extinguiendo.
La verdad es que las brujas y hechiceros supremos, se están ocultando. Adriano lo sabe, porque en la novela, se revela que Sebastián tiene a un hechicero supremo trabajando para él.
Adriano tiene la teoría de que tal vez si nacen las brujas y los hechiceros supremos, pero no entre los nobles.
—Estoy segura de que debe haber alguna bruja o un hechicero supremo por el mundo, no pudieron haberse extinguido completamente —dice la Emperatriz.
—Hemos buscado por todo el Imperio y por todo el Reino de Eris, no hay nadie —replica el Emperador.
—¿Buscaron entre los plebeyos? —pregunto Adriano con un tono casual.
Todos en la mesa se le quedaron viendo como si fuera un bicho raro.
—Adriano, los plebeyos no nacen con poderes —le dijo su tía, la Reina Amelia—, pensé que ya lo sabías.
—Eso es cierto, cariño —dice la Emperatriz—, solo algunos plebeyos nacen con ciertos dones como la telequinesis o la teletransportación.
—No lo sé —Adriano adopta una postura relajada—. Para mí tendría mucho sentido que los plebeyos que nacieran como hechiceros supremos o brujas, ocultaran sus poderes para que los nobles no los utilicen para su conveniencia.
—Si un plebeyo nace como hechicero supremo o una plebeya nace como bruja, se les ofrecerían terrenos y títulos nobiliarios —réplica el Emperador—, justo como se hizo hace siglos, tendrían más beneficios que pérdidas, lo que dices no tiene sentido, Adriano.
—¿Ellos lo saben? —inquiere el pelinegro—. ¿Saben que tendrían esos beneficios?
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Adriano
FantasyAdrián Harrington, un Comandante de la F.A.U.S.A reencarna en un libro donde su rol es ser el Príncipe Tonto enamorado de la villana.