Lady Ferya

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Lady Isabella Ferya entro en el enorme y bien iluminado salón de la mansión Corbeth. Su hija, la duquesa de Corbeth la esperaba con una sonrisa tensa y un vientre tan plano como la última vez que la había visto.

-Fairy... Mi niña...

-Madre - los ojos de Fairy se llenaron de lágrimas cuando abrazo a su madre. De pronto volvía a ser una niña, de pronto sentía que no podía sola con todo esto.

-Pero... Fairy... Creí... Dijiste que estabas encinta...

-A... - Fairy miro a su esposo - si yo... En realidad el bebé... Ha nacido ya madre, te dije que al parecer...

-Oh por dios santo. ¿Lo has perdido, hija?

-No... En realidad...

Su madre la miro, con los ojos entrecerrados y ese sexto sentido que las madres suelen tener.

-El bebé está bien, mi lady... - respondió William.

-Oh, William... Lo lamento tanto. Que modales los míos, me disculparas esque, ver a mi hija...

-Entiendo completamente mi señora...

-Entonces... ¿Puedo ver a mi nieto? ¿Hace cuánto que nació? Tu carta me llegó apenas hace un par de días, querida.

-Nacio hace... Un par de días, en realidad.

-Cielo santo Fairy ¿Y te has puesto de pie ya? - exclamó su madre casi en un regaño.

-Esque... Me cansé de estar en cama...

William tomo su brazo, él sabía lo difícil que era para Fairy mentir y aún más a su madre.

-No puede ser, sube ahora mismo. Ay, gracias al cielo que decidí venir, me necesitas muchísimo hija.

-No sabes cuánto... - soltó Fairy en un susurro.

-Por favor Isabella, acompáñame - soltó William llevando del brazo a su esposa.

-Oh querido, tú si que luces mal. Esto del parto suele afectar mucho a los padres, aún más siendo el primero.

William sonrió, una sonrisa forzada que le hizo revolver las tripas.

-Fairy luce muy bien para haber parido hace dos días. Algo pálida y flacucha pero en general muy sana.

-Si, en realidad me siento muy bien.

-Que suerte tienes hija, eres de esas...

La charla daba lugar mientras subían las escaleras de caoba hasta el segundo piso.

-¿De esas? - pregunto Fairy.

-De esas a las que se les da bien tener hijos. Tal vez puedas tener ocho o nueve. Incluso más. Cómo tú abuela... Seguro lo heredaste de ella, tu padre tiene seis hermanos, recuerda.

-Lo recuerdo.

-Dicen que una semana después de dar a luz, ella ya se encontraba haciendo pan y conservas. Dios la tenga entre sus brazos ahora. Era una mujer tan fuerte. Yo en cambio...

-Solo tuviste dos hijos... Creo que yo... Seguiré tus pasos madre.

William creía que vomitaria. Esa conversación era horriblemente cruel para sus oídos.

-Oh - Isabella rio - dices eso ahora porque el parto está fresco en tu memoria. Después querrás más hijos, creeme. Si yo hubiese podido hubiese tenido unos nueve...

Fairy rio. Al parecer era una especie de broma en la familia, una broma cruel que William no entendía.

-No... No, creo... Que solo nos quedaremos con este. Ya sabes, es varón, se llamará William y será el heredero de todo. No necesitamos más hijos. ¿Cierto William, amor?

El corazón de William salto debido a varias cosas. Se limito a sonreír.

-Yo... No estoy tan seguro de eso, amor mío.

-Oh, eso es por qué tú no sufres los dolores del parto, cielo...

Al fin, llegaron al segundo piso. Jamás el camino a este le había parecido al duque tan largo.

-Yo deseo más hijos. Cuántos sean posibles - Soltó William con seriedad.

-Claro, es natural, todo hombre desea descendencia. Cuánta más mejor - soltó Isabella.

-Si, pero William no tendrá... Excepto por este niño. Claro.

Su madre los miro y sonrió con algo parecido a la tristeza.

-Bien. ¿Dónde está el pequeño William?

-Ese no será su nom... - comenzó William pero Fairy lo corto llevando del brazo a su madre hasta el cuarto del pequeño.

Isabella se acercó a la cuna. William miro a la mujer desde el umbral de la puerta. Se daría cuenta. Obviamente se daría cuenta. Era una mujer mayor que había tenido hijos. Ella sabría que no era un niño prematuro. Sabría que su hija no acaba de parir a ese niño y sabría que él, William Corbeth, era un farsante que había forzado a su hija a mentirle a ella y al mundo.

-Oh, es tan pequeño - soltó Isabella levantandolo en brazos - es una ternura.

-Lo es ¿Cierto? - soltó Fairy.

-Oh William, debes estar muy orgulloso.

William no respondió. No sé sentía para nada orgulloso.

Cuando le mostraron a Isabella su habitación y la dejaron sola para que se refrescara del viaje, William miro a su esposa. Había una sonrisa traviesa en sus dulces labios.

-Ella lo sabe ¿Cierto?

-Por supuesto.

-¿Seguirá el juego?

-Lo hará.

-¿Cómo estás segura?

-Es mi madre. Si dice algo... Arruinara no solo la reputación de esta casa sino de la suya también.

-Yo... No quería que...

-Ire a arreglarme para comer.

Fairy entro en su habitación dejandolo con su vacía disculpa en los labios.

El Secreto Del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora