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POV: Juanjo

Recibo el examen y ni me sorprendo al ver el diez. Lo raro habría sido sacar menos que eso, cosa que nunca me ha pasado. Ni pasará.

Salgo de clase al sonar el timbre y voy directo a la sala de reuniones, donde la directora me ha convocado urgentemente.

– Gracias por venir, Juanjo. – dice ella, cuando entro.

– No hay problema, directora. ¿Ha pasado algo?

– Algo no, alguien. – dice ella – Hay un chico en primero, que está un poco… “desencaminado”, por decirlo de algún modo.

– ¿Es el que hizo volar su mesa? 

– ¿Le conoces?

– No, pero he oído hablar de él. –  contesto – Y como presidente del consejo estudiantil, tengo que estar informado, ¿no?

– Por supuesto. Y hablando de ser el presidente… sabes que uno de tus deberes es ayudar a los compañeros, ¿no?

– Claro que lo sé. Conozco todas mis “obligaciones”. ¿Por qué lo mencionas?

– El chico se llama Martin Urrutia y no está pasando por un buen momento. – dice, sin contestar aún mi pregunta – Viene poco a clase y cuando lo hace, siempre llega tarde. Contesta a los profesores, distrae a los compañeros, saca pésimas notas… No es un mal chico pero, como he dicho antes, está pasando por un mal momento.

– ¿Y qué pinto yo, en todo esto?

– Eres uno de los mejores estudiantes que tenemos en la universidad, por no decir el mejor. Y eres el presidente del consejo estudiantil. – dice ella – No estás obligado a hacerlo si no te ves capaz, pero… ¿Te atreverías a intentar traerle de vuelta al buen camino? Ya sabes, darle clases de repaso, echarle un ojo de vez en cuando para tenerle “bajo control”... Cosas de estas. Podrías tomartelo como como un proyecto extraescolar y como compensación, podrás saltarte las clases que necesites para dedicarle a él o para tus cosas personales, sin consecuencias y sin necesidad de avisar antes.

– El “Proyecto Urrutia”... Suena bien. – digo, feliz por la oportunidad de ayudar a alguien, indiferentemente de si “gano” algo a cambio o no – ¿Cuándo empiezo?

– Vuelve aquí a última hora, que os presentaremos de forma oficial. – dice la directora, ofreciéndome la mano.

– Hasta última hora, entonces. – digo yo, estrechando nuestras manos, antes de ir a la cafetería.

Por suerte, aún quedan quince minutos de descanso. Me siento en la mesa de siempre, donde mis mejores amigos me han guardado el sitio.

– ¿Dónde estabas? – me pregunta Bea, dándome un café que seguramente ha pedido para mi, al ver que tardaba en salir.

– En la sala de reuniones, hablando con el director. 

– ¿Y qué quería Noemi esta vez? – pregunta Alvaro.

– Proponerme ayudar a alguien.

– ¿A quien? – preguntan los dos a la vez, haciéndome reír.

– Martin Urrutia.

– Has dicho que no, ¿verdad? – pregunta Bea, un poco alterada.

– He dicho que sí.

– ¿Pero tu sabes quien es? – pregunta Alvaro, intentando no chillar – Ese chico está loco. Pero no loco guay, como nosotros. Loco en plan romperse una mano por pegarle un puñetazo a la pared.

– Si, ya se quien es.

– ¿Y aún así has aceptado ayudarle? – pregunta Bea.

– Es mi obligación como presidente. Además, solo voy a ayudarle con los estudios, para que mejore un poco sus notas y, a poder ser, su actitud.

– Estas loco. – dice Alvaro.

– ¿Ya has hecho el testamento? Por si acaso, digo. – bromea Bea.

– Yo pido quedarme con tu gato. – Álvaro le sigue el juego.

– Qué exagerados que sois, de verdad. – digo, riendo.

– ¿Y cuando empiezas el programa de hermano mayor? – pregunta Alvaro, bromeando.

– En teoría la directora nos va a presentar a última hora. – contesto, justo antes de que suene el timbre.

Las clases van pasando con normalidad y, al llegar ultima hora levanto la mano para pedir permiso para irme, pero la profesora me hace el gesto de “vete” al instante. Supongo que Noemi le habrá avisado.

– ¡Que me da igual! ¡Que no necesito una niñera! – escucho los gritos, desde fuera de la sala de reuniones.

– Y no vas a tener ninguna niñera. – oigo ahora la voz de la directora – Es un chico de segundo que ha aceptado ayudarte con los estudios, nada más. – llamo a la puerta, para no sentirme como un “acosador” – Pasa.

Entro a la sala y, aparte de a Noemi, veo a un chico un poco más bajito que yo, con el pelo despeinado pero bien definido con un mullet. Va vestido con unas bambas viejas, unos tejanos oscuros y anchos y una camisa sin mangas de color negra. También tiene un pendiente en la oreja izquierda. En las manos solo lleva una chaqueta de cuero negra y una mochila desgastada del mismo color.

– Martin, este es Juanjo, el chico del que te estaba hablando. – dice la directora.

– Y encima es un niño pijo. – dice él, mirándome de arriba abajo, con desagrado —por no decir asco— en su cara.

– Hola a ti también. – digo en un claro tono amistoso, para no parecer borde – Encantado. – digo, ofreciéndole la mano.

Él mira mi mano y luego a mi, antes de pasar a Noemi.

– Paso de esto. – dice, antes de irse de la sala.

Yo miro a la directora, sin saber qué hacer.

– Ve tras él e intenta convencerle, que a mi no me hace ni caso. – dice ella – Pero sin agobiarlo, por favor.

Salgo corriendo, encontrándolo en la salida trasera de la uni, con la chaqueta puesta, la mochila en el suelo y el apoyado en la pared, fumándose un cigarro de liar, que no tiene pinta de contener mucho tabaco.

– ¿Es maria? – pregunto, por intentar empezar un tema de conversación, aunque a lo mejor no ha sido el mejor tema, a juzgar por su cara de pocos amigos – No te juzgo. – aclaro – Simplemente me resulta familiar, el olor. 

– Es CBD. Y es legal. – dice, antes de darle una calada.

– Tampoco te habría delatado, de no serlo. – digo, para ver si me gano su confianza, pero de momento me conformo con que me escuche – Mira… No tenemos por qué ser amigos. Ni siquiera tienes que confiar en mí, si no quieres, pero estoy aquí para ayudarte. A nivel académico, aunque sea. – digo – No soy tu profesor y mucho menos tu niñero. Tan solo soy un compañero con el que puedes estudiar y hacer los deberes. Solo si tu quieres, claro. – digo y decido callarme, para no agobiarle más de lo que ya.

– Dame tu móvil. – dice, alargando su mano hacia mi y yo lo hago, como gesto de confianza – ¿Contraseña?

– No tiene.

Abre mi móvil, hace un par de movimientos, teclea algo y me lo devuelve.

– Este es mi insta. No te prometo que te conteste, si me dices de quedar. – dice, antes de dar la última calada y apagar el “cigarro” en la pared sobre la que está apoyado.

– ¿Aceptas mi ayuda? – pregunto, sorprendido.

– Solo para que “la Naiomi” me deje tranquilo un tiempo. – dice, cogiendo su mochila del suelo – Nos vemos. – y se va, dejándome ahí solo.

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Y aqui teneis el primer capitulo!

Espero que os guste💕

Proyecto UrrutiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora