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POV: Juanjo

– Entonces… ¿De qué tienes miedo?

– De abrirte mi corazón y perderte después. – contesta, en un susurro que, de no estar justo a su lado, no habría escuchado y, con la poca luz que entra, puedo ver como sus ojos se cristalizan.

– No vas a perderme, Martin. – digo, cogiéndole una mano, entrelazando nuestros dedos – No voy a dejarte. 

– No es eso. Es que… – dice, con la voz temblorosa – Este verano perdí a mi madre y a mis hermanos porque… – las lágrimas empiezan a caer por sus mejillas y yo aprieto mas nuestro agarre, muriendome de ganas de abrazarle – Porque mi padre les mató. – ahora si que no aguanto las ganas y le estrecho entre mis brazos, sin importarme nada más que él, sintiendo como mi corazón se rompe a cada sollozo suyo – No quiero que te pase lo mismo… No quiero hacerte lo mismo… – dice, poniéndome un poco alerta.

– ¿A qué te refieres? – pregunto, sin dejar de abrazarlo. 

– Mi padre es el culpable, pero… fui yo quien… él me obligó… – dice, entre sollozos, casi inaudiblemente – Yo no quería pero él… Sí lo hacía él… Habría sido mucho peor. Habían sufrido mucho más. – se abraza más a mi, escondiendo su cara en el hueco de mi cuello.

– Lo siento mucho, Martin. – no me sale ni una palabra más.

¿Qué se supone que se debe decir, en una situación así? “Siento que tu padre te obligara a matar a tu familia” “Siento que a tus 18 años —si es que los tenía para ese entonces—, te rompieran de ese modo” “Siento no tener ni puta idea de qué hacer para acompañarte en el proceso de sanación”.

Así que simplemente continuo abrazandolo, acariciando su espalda y su cabeza para intentar reconfortarlo, mientras él llora sin consuelo.

– No puedo tenerte en mi vida, Juanjo. Si él se entera, va a… Y no puedo. – dice, al cabo de unos minutos – Prefiero perderte a…

Pero no le dejo acabar porque lo beso. Y aun sabiendo a sal, son los mejores labios que he tocado en mi vida. 

El beso es desesperado, pero lento. Como si ambos deseasemos ir a más, pero queriendo disfrutar del momento el máximo de tiempo posible.

– Eso no va a pasar. – digo, al separarnos por falta de aire y vuelvo a abrazarlo – No va a pasar.

– Tu no sabes como es mi padre, Juanjo. – dice él, escondiéndose en el hueco de mi cuello.

– Pero si sé como son los míos. – digo, recordando que nunca le he contado nada de las profesiones de mis padres y él se separa de mí, mostrando su cara de confusión – Mi madre es jueza y mi padre sargento de la policía nacional. – digo y él abre los ojos de golpe – A ti no te volverán a tocar un pelo en la vida, Martin. – digo, trayéndolo de nuevo a mis brazos – Si ese cabrón de mierda intenta acercarse de nuevo a ti, se va directo a la cárcel a cumplir cadena perpetua.

– ¿Lo dices de verdad? – pregunta y yo contesto afirmativamente – Y no… ¿No tienes miedo de mi?

Me separo de él, mirando directamente a sus ojos rojos e hinchados de tanto llorar.

– ¿Miedo de ti? – pregunto y él asiente con la cabeza – Nunca.

– He matado, Juanjo.

– No. – niego rápidamente – Evitaste que murieran cruelmente.

– Ellos sí, pero… El tío ese… 

– El tío ese era un violador, Martin. 

– Tengo miedo, Juanjo. – confiesa, en un susurro casi inaudible – ¿Y si me encierran a mi?

– Eso no va a pasar. – digo yo – Mis padres son capaces de volverse corruptos, si es para proteger a uno de los míos. Y más teniendo en cuenta que fuiste obligado. – digo – El tema del viejo verde no lo sacamos, por si acaso. – digo – Tú mismo dijiste que no había pruebas, ¿no? – él asiente con la cabeza – Pues ya está. Aquí no ha pasado nada. – y nos volvemos a abrazar, pasando toda la noche así.

******

Ambos nos despertamos cuando mi móvil empezó a sonar. Es imposible que sea la alarma. Hoy es sabado. Abro los ojos y veo “AA Mama” en la pantalla.

– Buenos días. – contesto la llamada, con la voz ronca.

– ¿Juanjo, dónde estás? ¿Estás bien? – pregunta ella, preocupada.

– Si, si. Estoy bien, tranquila. – digo – Estoy en casa de un… amigo. – digo, ante la atenta mirada de Martin.

– Esta bien. – dice ella, tranquila – Nosotros estamos en tu piso. ¿Te esperamos?

– Si, si. No tardaré en venir. – digo yo – Ponedle comida al gato, mientras. Ah y, puede que venga mi amigo. – digo, antes de colgar.

– ¿Amigo? – pregunta Martin, con una ceja alzada.

– Bueno, no hablamos bien del tema aún, ayer. – digo, con las mejillas rojas – Y tampoco quiero presionarte con el tema. Ya suficientes problemas tienes, como para que encima yo me ponga en plan “¿pero que somos?”, como un repelente.

– Te lo agradezco. – dice, agarrando mi mano, entrelazando nuestros dedos – Pero no quiero que seamos amigos. – apoya su cabeza en mi hombro – No se… No se que pasara, cuando hablemos con tus padres. Pero se que en tus brazos me siento seguro y que en tus labios encuentro la paz. Ni quiero ni puedo perderte, Juanjo. – dice él y no puedo evitar besarle con cariño, con delicadeza.

Sin cambiar el ritmo ni la intensidad del beso, él se sienta a horcajadas en mis piernas, dejando reposar sus manos en mis hombros y yo las mías en su cintura. Sin intención de llegar a más, simplemente disfrutando del beso —y del momento, en general—.

– Odio ser yo quien corte el rollo, pero tendríamos que ir a mi piso. – digo, cuando separamos nuestros labios.

– Esta bien. Ponte ropa mía, si quieres. – dice él, a regañadientes, levantándose para coger ropa e ir al baño a vestirse.

Tras buscar en sus armarios, me quito el pijama y me pongo la ropa que he escogido. Martin sale del baño y ambos salimos del piso, cogidos de la mano, con los dedos entrelazados. Justo cuando estamos a punto de salir del edificio, Martin para en seco, con la cara aterrada.

– Tenemos que subir. Ya. – dice, casi sin voz, pero parece que él es incapaz de moverse.

Sin pensarlo siquiera, lo cojo en brazos —yendo con cuidado de no hacerle daño en la herida de la puñalada— y subo corriendo a su piso, abriendo la puerta con la llave de la maceta —que aun la tengo yo—. Al entrar, Martin se deja caer al suelo, de rodillas, hiperventilando y con todo su cuerpo temblando.

– Martin, ¿qué pasa? – pregunto, preocupado, arrodillándome frente suyo, cogiendo su cara por las mejillas, para que me mire.

– Era él. – dice, casi sin poder respirar – Mi padre… está fuera. Creo… que nos ha visto. – dice y a mi también me empieza a entrar el pánico, pero hago todo lo posible para mantener la calma – Juanjo no… no puedo…. respirar.

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Me vais a matar por como acaba el capitulo, lo se. Pero el próximo lo subire esta tarde, supongo, y a poder ser, antes de las 19h, que a las 19:21 hay eclipse solar total!!!

De esta historia va a haber 2, máximo 3 capítulos más (que intentaré escribirlos y publicarlos hoy). Luego me pondré con el AU omegaverse. Y ya sabéis, cualquier idea que tengáis para una historia o para one shots o lo que sea, decidme!

Y como siempre, espero que la historia os guste💕 

Proyecto UrrutiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora