11

4.4K 123 24
                                    

POV: Juanjo

Ya han pasado cinco años  desde que mi padre arrestó al de Martin y ya hace un año que él se graduó y por ende, ambos ya estábamos titulados  y libres de los estudios obligatorios.

Después de lo que pasó ese día, ambos necesitamos unos cuantos meses de terapia —tanto conjunta como en solitario—, para poder continuar con nuestras vidas —sobre todo Martin— y para no generar una codependencia emocional que podría haber surgido, tras vivir un trauma conjunto. De hecho, la psicóloga nos recomendó no vernos —a excepción de las terapias conjuntas— hasta que nos diese el alta. Y lo cumplimos. Estuvimos todo lo que quedó de ese curso sin vernos, pero cumplimos para ser capaces de tener una relación sana, si se daba el caso. Que se dio.  

A las pocas semanas de recibir “el alta”, Marin y yo empezamos a vernos, yendo poco a poco. Al principio se nos hizo raro, volver a estar solos después de tanto tiempo y ni siquiera darnos un abrazo, o agarrarnos de las manos. Pero a las semanas empezamos a tontear más y a conocernos de verdad y, pasado el verano, cuando empezamos nuevo curso, oficializamos nuestra relación y así hasta el día de hoy, que justo hace un mes que conseguimos encontrar un piso para mudarnos juntos. Y los que teníamos de antes, que son herencias familiares, los pusimos en alquiler, para tener ingresos extras que ahorramos para irnos de viaje a donde queramos, cuando ambos tengamos fiesta.

Martin se ha hecho policía y está trabajando en la comisaría, con mi padre como superior. Algunos dirían que es la peor de las pesadillas, tener a tu suegro de jefe, pero Martin está encantadísimo y mi padre aún más, incluso.

Yo estoy en un bufete de abogados, trabajando como tal, mientras estudio para, algún día, ser juez, como mi madre.

Por suerte o por desgracia, mi abuela murió hace tres años —y de ahí que herede mi piso que ahora tenemos en alquiler—. Por suerte, porque dejó de sufrir. Por desgracia, porque me la quería —y la quiero— muchísimo y a día de hoy, aun me duele su perdida.

Bea se hizo diseñadora de moda y no tardó en hacerse famosa. De hecho, casi no nos podemos ver porque siempre está en desfiles y cosas de estas. Y Álvaro descubrió su pasión en el Drag Queen y no para de hacer bolos por todo el país, e incluso alguno fuera de España.

******

Entro al baño, encontrándome a Martin tapado únicamente con una toalla —rodeandole por la cintura—, viendose al espejo para asegurarse que le ha quedado bien el bigote, después de repasarselo.

– Buenos días. – digo abrazándolo por detrás, dejando un recorrido de besos por su cuello.

Yo voy solo en calzoncillos y estoy totalmente seguro de que ha notado mi erección matutina, cuando se ha frotado “discretamente”.

– Juanjo… – se muerde el labio inferior, para reprimir un suspiro – Tengo que ir a trabajar en media hora. Tu padre me matara, si llego tarde.

– No te va a matar, porque le he pedido que te dé el día libre. Y ha dicho que sí. – le susurro en el oído, antes de morderle el lóbulo de la oreja, tirando un poco de su pendiente, pero sin llegar a hacer fuerza – ¿De verdad crees que mi padre te dejaría trabajar, el día de nuestro aniversario?

El da media vuelta, quedando de caras a mi, rodeando mi cuello con sus brazos y provocando que nuestras erecciones se encuentren, con las telas de por medio.

– ¿Tú también te has despertado contento? – pregunto, juguetón.

– No… – dice, rojo – Eres tu, que me pones a cien. – dice, y ahora el que está rojo soy yo.

Es increíble como, después de cuatro años juntos, continuemos teniendo los mismos nervios que al principio.

– ¿Vamos a la cama o prefieres quedarte en el baño? – pregunto rozando sus labios con los míos, mientras mis manos pasan peligrosamente por el pliegue de su toalla.

Proyecto UrrutiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora