Capítulo 4. "¿Te gusta lo que ves?"

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Justin estaba intentando mantener la compostura, pero le era casi imposible actuar normal cuando tenía a una ardiente mujer en poca ropa. ¿Qué hombre en su sano juicio se resistiría a tal tentación? Había visto miles de mujeres en ropa interior, con ropa sexy y hasta desnudas, sin embargo sentía que era su primera vez en un lugar así. Ella lo hacía sentir un adolescente con las hormonas alborotadas, el cual aún seguía siendo un inexperto en el tema del sexo. Con treinta y cinco años ya había realizado cada una de sus fantasías. Al cumplir los veintiséis se había convertido en el amante de ensueño de cualquier mujer. Sabía cómo y cuándo seducir a una mujer. Él decidía a quien se llevaba a la cama en sus noches de conquistas.

Era un jugador.

Uno de los mejores en la ciudad de St. Louis. Pero todo eso se arruinó cuando se casó por obligación con Sally Mawson, su ex pareja. Por fin se había librado de aquel infierno llamado “matrimonio”. Los primeros dos años no fueron tan difíciles, no obstante, el tiempo fue pasando con lentitud. Su relación no mejoraba. Todo era tan monótono que hizo que Justin se alejara por un tiempo de Sally. Nunca la amó. Cuando la conoció le pareció una mujer espectacular, guapa, inteligente y dulce. Pero todo eso fue una fachada para tapar la clase de mujer que era.

Sally era una mujer ambiciosa, egoísta, manipuladora y presumida. De esas mujeres que te engañan con su físico y belleza.

Jamás se enamoraron, sólo habían tenido unas cuantas noches de pasión y lujuria, nada de compromisos. Ambos lo habían dejado muy claro desde el primer día en que se conocieron. Sally buscaba un buen amante y Justin era el indicado para cumplir con el papel. Ninguno de los dos buscaba una relación seria, todo consistía en dar y recibir placer. Pero Sally quería más de Justin, así que inventó un falso embarazo y sus padres lo obligaron a casarse con ella. De lo contrario nunca conocería a su hijo.

Al final todo resultó ser una vil mentira.

Cino años desperdiciados junto a una mujer que nunca amó.

—Así que... ¿Te acabas de divorciar, eh? —inició la conversación. Justin asintió ligeramente con la cabeza y le dio un trago a su whisky—. ¿Por qué?

—Era un fracaso —contestó, restándole importancia—. Sólo estábamos juntos por compromiso.

—¿Y cuánto tiempo estuvieron juntos?

—Cinco años, más o menos —hizo una mueca de disgusto.

—Bastante tiempo —se sorprendió—. ¿La querías o...?

Se estaba tomando mucha confianza, pero a Justin no le importaba. Necesitaba desahogarse con alguien.

—No, para nada —suspiró con pesadez—. Un desperdicio de tiempo. Fui engañado y manipulado, como a un estúpido.

—¿Engañado? —frunció el ceño.

—Dijo que estaba embarazada... Sus padres me obligaron a casarme con ella. O de lo contrario no podría ver a mi hijo —miró un punto fijo mientras buscaba las palabras correctas para contarle cómo había pasado todo—. Me hice responsable y a los pocos meses nació una hermosa niña... Pero no se parecía a mí. En nada.

—¿No era tu hija? —entreabrió la boca, sorprendida.

—Al principio no le tomé demasiada importancia porque pensé que era normal ya que estaba recién nacida, pero con el tiempo me fui dando cuenta de que no era mi hija... —murmuró con voz rota—. Me hice la prueba de paternidad y salió negativa. Estaba devastado. Le había cogido cariño a la pequeña criaturita y cuando me enteré de que no era mi hija, desaparecí por dos semanas. No quería ver a nadie.

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