Capítulo 7. "¿Es una despedida?"

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Las miradas se posaron sobre ellos cuando salieron de la habitación en la que se encontraban minutos antes, las chicas se quedaron boquiabierta al ver a Justin Bieber tomado de la mano de una mujer. Y esa mujer era Zaira Bennett. Ella había sido la afortunada en conseguir al soltero más codiciado de la cuidad. Maya los observaba con una gran sonrisa en el rostro mientras salían de aquel lugar. Sabía que su sobrina lo conseguiría. Bueno, era una chica demasiado hermosa como para ser rechazada.

Al principio no tenía ninguna intención de llevárselo a la cama, pero el destino lo quiso así.

Se subieron al auto de Justin y antes de llegar al departamento, él se detuvo en un supermercado y compró una carísima botella de vino. Quería pasar un rato conversando con Zaira y después le haría el amor toda la noche, como se lo había prometido. Ambos estaban ansiosos por otra ronda. Sus cuerpos querían volver a unirse y el deseo de tocarse era casi insoportable. De vez en cuando se lanzaban miradas cómplices y sonreían traviesamente. Justin tenía pensado hacerle muchas cosas que a ella le encantarían.

Quería tenerla tendida en su cama; desnuda, con las piernas abiertas y gimiendo su nombre.

Justin abrió la puerta del departamento y le invitó a entrar; se sorprendió al ver que el lugar era bastante grande y espacioso. Demasiado grande para una sola persona. Tenía grandes ventanales, sofás de cuero, un comedor, una amplia cocina y un largo pasillo que conducía a las habitaciones y al baño. Se acercó a los ventanales y observó la hermosa vista que daba al centro de la ciudad. El ojimiel se posicionó detrás de ella y acercó su boca a su oído.

—Aquí tienes, corazón —le entregó una copa de vino—. Bonita vista, ¿no?

—Es hermosa... —murmuró fascinada.

—Cuando estaba a la venta, fui el primero en comprarlo. Otras personas estaban interesadas en él —empezó a decir, refiriéndose al departamento—. Este es mi lugar. Aquí puedo estar tranquilo sin que nadie me moleste.

Ella le dio un pequeño sorbo a la copa de vino.

—Siempre has sido un hombre reservado y solitario, ¿cierto? —le preguntó—. Te gusta la soledad.

—Me acostumbré a ella —se encogió de hombros—. Tampoco me gusta mucho el ruido.

—Nunca había conocido a un hombre como tú —expresó, dándose media vuelta. Lo miró con una amplia sonrisa y acortó los pocos centímetros que lo separaban—. Me fascinas, Justin.

Él esbozó una preciosa sonrisa que a ella la derritió. Tenía la sonrisa de un ángel.

—Tú también me fascinas, Zaira —le acarició la mejilla, perdiéndose en sus ojazos—. Esto sonará muy cliché, pero... Desde que te vi supe que eras una persona especial. Y no me equivoqué. Lo eres.

—Me harás sonrojar, tonto —golpeó suavemente su brazo, riendo en voz baja—. Debo confesar que me siento afortunada.

—¿Por qué? —alzó una ceja, curioso.

—Esto también sonará muy cliché, pero estoy con mi hombre de ensueño —mordió su labio inferior, ocultando una sonrisa burlona—. Y que está muy bien dotado

Le guiñó un ojo, haciéndolo reír.

—¿Y se puede saber quién es el afortunado?

—Justo ahora lo estoy viendo —rodeó su cuello con sus brazos y acercó su boca a la suya, dándole un pico—. Me estoy muriendo por comérmelo a besos.

Se miraron intensamente a los ojos por unos largos segundos y se fundieron en un apasionado beso. Con sus manos cubrió su trasero y la deslizó para que pudiera sentir su evidente excitación contra el calor en sus muslos, y ahogó un gemido en su garganta. Luego de un largo y ardiente beso, se separaron para tomar aire.

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