Epílogo.

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La noche por fin había caído sobre New Jersey. Era viernes y eso sólo significaba un poco de diversión, y tal vez, algo más. Hacía más de un mes que Justin no volvía al club, el trabajo lo tenía muy ocupado y apenas podía tomarse un respiro. Tenía mucho estrés y necesitaba relajarse de alguna forma u otra, por ende se tomó todo el fin de semana libre de trabajo.

También las ganas de ver a Zaira habían aumentado a medida que sus ardientes encuentros se hacían más frecuentes con el tiempo. Porque sí, ellos habían estado frecuentándose en las últimas semanas. Como dos amantes insaciables. Desde que se conocieron en el club no pudieron estar mucho tiempo separados. 

Habían desatado la pasión, el deseo y la lujuria.

Juntos cumplían sus más íntimas y oscuras fantasías. Sin ataduras. Desde un principio dejaron muy claro que sólo sería sexo, nada de enamoramientos ni cursilerías. Eran amigos, sí. Pero amigos íntimos que compartían cama y hablaban sobre sus vidas como si fuesen dos completos desconocidos. Ambos estaban de acuerdo con su relación pese a que no los comprometía a nada. Así ninguno de los dos saldría lastimado.

Y ambos pensaban que era estúpido mezclar sentimientos con placer. Una relación que empieza con sexo... no terminaba bien.

Tampoco se consideraban «amigos con derechos», preferían llamarlo «desconocidos que comparten cama y algo más». Poco a poco se estaban conociendo, no obstante, había un límite que no debían cruzar. De vez en cuando, al terminar jornada de sexo, compartían un cigarrillo y hablaban de sus vidas por horas; de sus sueños, sus metas, de sus pasados y del futuro. Desahogaban sus penas y alegrías. Pero no tenían nada serio.

Quizás porque Zaira no estaba preparada para una relación o porque Justin respetaba los límites. A pesar de todo, la química no se había perdido y eso era lo más importante. 

—¡Justin, cariño! —Maya exclamó con efusividad al ver a Justin entrando al club. Se acercó a su rostro y le plantó dos besos en la mejilla—. ¿Qué pasó contigo? No diste señal de vida durante las dos últimas semanas.

—Lo siento, estaba de viaje. El trabajo me tiene muy ocupado.

—Alguien te extrañó mucho —esbozó una sonrisa pícara—. ¿Quieres que le avise que estás aquí?

—No, prefiero sorprenderla —sonrió—. ¿Te molesta si te la robo por un par de horas?

Maya entrecerró los ojos.

—La última vez te la llevaste por todo un fin de semana —dijo con un tono burlón—. Sabes que por mí no hay ningún problema. Me hace feliz verla feliz contigo.

—Esto sonará mal... Pero no tenemos una relación formal ni nada de eso, si eso es lo que piensas.

—Lo sé. Zaira me habló del tipo de "relación" que tienen —hizo comillas con los dedos, cruzándose de brazos—. ¿Por qué no te das una oportunidad con ella? Con todo lo que has pasado, te lo mereces.

—Zaira es una gran chica y me encanta, pero no estoy enamorado. Ninguno de los dos está enamorado.

—¿Sólo sexo? —alzó una ceja—. ¿Estás seguro?

¿Por qué le estaba haciendo esa clase de preguntas? Era obvio que sólo querían sexo.

—¿Por qué no lo estaría? —frunció el ceño—. Sé que es tu sobrina y la quieres proteger, pero no le haré daño. Ambos tenemos muy claro lo que hacemos.  Nadie saldrá lastimado, te lo prometo.

—Olvida lo que dije —suspiró—. Te conozco y sé muy bien que nunca la ilusionarías. Es que, no sé, pensé que eras el hombre perfecto para Zaira.

Dirty dancer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora