Capítulo 6. "Te vienes conmigo a casa"

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Después de haberse recuperado de aquel maravilloso orgasmo, se volvió a subir los bóxer y los pantalones ya que se sentía un poco incómodo estando con el pene al aire. No tan sólo por eso, sino que también cualquiera podría entrar a la sala y descubrir lo que estaban haciendo. Poco le importaba a Zaira si la descubrían teniendo sexo, pero Justin no se sentía demasiado cómodo con la situación. Hacía tanto tiempo que no tenía una aventura con una chica tan caliente que se sentía como un jodido adolescente con las hormonas alborotas y sin experiencia. Nunca antes se había comportado como un hombre tímido, al contrario, siempre había sido salvaje y atrevido.

Quería darse una bofetada por no haber follado a Zaira en el momento en que se le subió encima y lo incitó a tocarla. Demonios, quería follarla tan duro hasta que le rogara por más.

También le gustaría amarrarla a una cama, vendarle los ojos y hacer lo que se le venga en gana con su cuerpo. Llenarla de placer y dolor, como a él le gustaba. Sin embargo, era consciente de que ella no tenía esa actitud de «sumisa» que la mayoría de mujeres tenían. Todo lo contrario, ella era quien dominaba la situación y eso lo excitaba como el infierno. No le importaría arrodillarse y suplicarle por placer. ¿Qué hombre no se excitaría con una mujer que sea dominante a la hora del sexo? Justin no era la excepción.

Estaba complacido como el infierno de que ella lo deseara de una manera tan frenética.

—¿Qué pasa? —murmuró—. ¿Te sientes mal por lo que hice?

—¿Por qué debería sentirme mal?

—No lo sé —encogió los hombros—. Te siento muy tenso.

—Si te cuento, te reirás de mí —sonrió de costado—. Y no quiero que te sientas mal.

—Prometo que no me reiré —le aseguró—. No te preocupes por mí, no me sentiré mal.

Él tomó una profunda bocanada de aire antes de hablar.

—¿Estás segura de lo que quieres hacer?

—¿Y qué es lo que quiero hacer, según tú?

—Tener sexo conmigo... ¿No?

Zaira se mordió el labio inferior para no reír y lo miró con cierta diversión en los ojos.

—¿Por qué razón no estaría segura de tener sexo contigo? —arqueó ambas cejas—. ¿Acaso te has visto en el espejo? Por Dios, yo lo único que estoy deseando es tener tu deliciosa polla dentro de mí.

Santa mierda.

Ahogó un gemido en su garganta y apretó los puños para no tumbarla en el suelo, abrirle las piernas y follarla hasta que le dolieran las piernas.

—No resistas lo que sientes —arrastró su boca a su oído—. No lo pienses dos veces, sólo hazlo.

—¿Qué es lo que quieres que haga? —tragó gordo—. Pídemelo.

—Quiero que me hagas tantas cosas...

Sus fosas nasales se dilataron, y canturreó en su oreja:

—¿Qué es exactamente lo que quieres de mí?

Ella deslizó sus dedos por su cabello y lo miró directamente a los ojos.

—Quiero que me folles.

Jesús.

Justin gimió, deslizando sus manos sobre sus curvas y empujando un dedo en su húmedo sexo, complacido hasta el infierno de encontrarla mojada.

—Estás tan caliente... —susurró con voz lujuriosa—. Y voy a follarte tan duro.

—Dios, sí —jadeó, moviéndose impacientemente contra su mano.

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