Sangre de luna

Capítulo 1.

Capítulo 1: La Llamada de la Sangre

La brisa que se colaba por la ventana me hizo estremecer. Esa noche estaba inquieta y no encontraba una posición cómoda en la cual poder descansar apropiadamente; recalcando que cada vez que conciliaba el sueño a medias, me espantaba impidiendo mi descanso esa noche. Me levanté por enésima vez de la cama y decidí dirigirme a la cocina a tomar un vaso de leche. Por suerte, mi casa no era tan grande y cada lugar estaba a tan solo unos pasos del otro. Vivía a las afueras de la ciudad por así decirlo, debido a que la provincia completa era muy pequeña, sin embargo; donde vivo es considerado como las afueras de ésta, a pesar de que solo está a quince minutos del centro. Rodeada de un inmenso bosque y solo algunos vecinos, vivo en una pequeña casa de madera en la cual pago un alquiler barato y me basta para vivir.

Crecí en un orfanato en la ciudad llamado Nuestra Señora de la Fe, al cual fui regresado dos veces por familias adoptivas que les era imposible tenerme cerca puesto que, según ellos, emanaba un aura que los mantenía inquietos y que yo no era lo que ellos pensaban. No obstante, las monjas del orfanato nunca pensaron eso de mí y siempre fui tratada bien en aquel sitio. Cuando tuve mi mayoría de edad, tuve que irme porque así las políticas del mismo lo indicaban. Recibí una buena educación escolar, en donde en mis últimos cuatro años de estudio pude completar un técnico en contabilidad que es lo que me ayuda para sustentarme desde que tuve que abandonar el sitio al cual siempre llamé hogar.

He vivido una vida tranquila hasta ahora y siempre he sido de mente abierta y espíritu libre o solían describirme. Éstas últimas semanas he estado teniendo sueños y malas noches sin saber su proceder. A veces sueño son seres mágicos que no son de este mundo, lo cual me parece extraño, pues nunca me he interesado por estos temas y tampoco he sido fanática de lo irreal.

Otras veces, los sonidos de mis alrededores no me dejan dormir. Escucho hojas arrastrase y aullidos distantes que llenan el aire. Nunca había escuchado lobos cerca de aquí, pues es muy raro que se acerquen tanto a las civilizaciones. A pesar de esto, me ha dado el deseo de ir al bosque. Es extraño de explicar, pero es como si sintiera el llamado del mismo. Sé que suena tonto y difícil de creer, pero es como si me hipnotizara el ruido de las ramas con el pasar del viento y aquello aullidos, más que sentir miedo, se sienten como un llamado hacia ellos.

Dejo de pensar en eso y me concentro en lo que vine a hacer, beber un poco de leche e intentar dormir por enésima vez. Tomo el vaso con el líquido blanco hasta en fondo y suspiro. Regreso a mi habitación a paso apresurado y cierro la ventana. Me acuesto en la cama de lado mientras coloco mi frazada sobre mi cuerpo menos sobre una pierna. Pasados unos minutos, siento el sueño llegar a mí y agradezco en lo profundo por al fin conciliarlo.

A la mañana siguiente, me levanto tarde, pues es mi día libre. Esto debido a que es mi cumpleaños y, en mi trabajo, suelen dar ese día libre a los empleados. No trabajo para una gran empresa, sino para una agencia que controla la contabilidad de algunas cadenas de restaurantes de comida rápida ubicadas en la ciudad.

Me dirijo al baño para tomar una ducha rápida. Al mirarme en el espejo, sonrío. Mi cabello castaño cae en ondas suaves sobre mis hombros y espalda llegando a la mitad de esta. Mis ojos avellanas se ven más claros con la luz del sol que se cuela por la casa dándole a mi rostro un aspecto vivaz y alegre, pero a la vez sereno. Mi tez, blanca con pequeños lunares en algunos lugares, se ve brillante. Mi sonrisa se ensancha y con cierto tono de felicidad expreso:

-Aria Blackwood, que bien te sientan los veintiuno. -salgo de mi momento de amor propio y me dirijo a mi habitación nuevamente. Busco mi celular en medio de la frazada y al levantarlo este se enciende automáticamente mostrándome la hora. Es medio día, debería hacer algo para comer y luego salir un rato.