CAPITULO 5

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El día era soleado y cálido, con las flores en pleno apogeo de la primavera. Tony descansaba recostado, su armadura carmesí casi despedazada y su rostro marcado por la reciente batalla. Finalmente, podía respirar y sentir la brisa fresca de la mañana.

Con los ojos cerrados, Tony revivía aquel momento crítico de la batalla, al borde del abismo en otro mundo, casi sin oxígeno, rodeado de estrellas, sacrificándose para proteger lo que más valoraba. De repente, un aroma a madera interrumpió sus pensamientos. Al abrir los ojos, se encontró con el dulce rostro de un joven rubio.

- ¿Qué te trae por aquí, alteza?- el omega se incorporó, inclinando la cabeza con un gesto exagerado.

- Tony- suspiró el joven rubio.

- Oh, debería llamarte por tu título, el pequeño sol alfa del reino de York - Stark habló con una sonrisa burlona en los labios.

El rubio optó por sentarse, su brillante armadura azul igual de desgastada por la dura batalla aún reflejaba el brillante sol de la mañana.

- Es un hermoso nuevo día - su semblante mostraba cansancio pero sus ojos reflejaban un brillo de vida único al contemplar el paisaje.

- Rogers, a veces eres muy sentimental - Tony rompió la burbuja del alfa rubio, quien rodó los ojos.

- Tony, a veces no sabes leer el ambiente.

-Bueno, es divertido jugar con la paciencia de nuestro querido príncipe - el omega no pudo evitar reír. - ¡Hey, para! Eso me hace cosquillas... detente - las carcajadas resonaron en el aire.

El alfa empujó suavemente a Tony sobre el césped, en medio de una lucha de cosquillas como venganza a los comentarios fastidiosos. Todo era en tono de cariño; ambos disfrutaban del momento, reflejando alivio, gracia y paz, finalmente paz.

El aroma a madera se mezcló con el de chocolate con menta, enmarcando aquel dulce momento mientras las risas cesaron. Sus ojos se encontraron, azules y café, expresando un gozo silencioso. Sus rostros se acercaron y sus labios se encontraron en un suave beso.

Con los rostros sonrojados, deseaban hablar, decir más, pero un largo momento de silencio tranquilo los acompañó.

- ¿Qué piensas hacer ahora que todo ha terminado? - el alfa aún mantenía su rostro cerca del de Tony.

- Bueno, una gran pila de documentos me espera en el ducado, así que estaré ocupado un tiempo - su voz era tranquila, mientras juntaba su frente con la del alfa. - Pero si hablamos de estar ocupados, su alteza estará más ocupada con su coronación.

El rubio evitó los ojos del omega, Tony tomó su mano creando un agarre firme mientras la llevaba a sus labios.

- ¿Qué le ocurre a nuestro príncipe? o debería llamarte rey.

- Tony, sin títulos, solo Steve Rogers para ti - finalmente volvieron a conectar sus miradas, intensas y llenas de deseo. Se besaron con más fuerza y pasión.

-Tony, ¿tú nunca me traicionarías, verdad?

El viento soplaba con fuerza, haciendo que el sol brillante empezara a desvanecerse lentamente.

-Tony, confío en ti.

El aroma a madera se hizo más pesado y asfixiante, envolviendo al omega en una sensación sofocante. No podía respirar, mientras el olor a humo se intensificaba.

-Tony, todo estará bien - la figura de Steve se alzó, pero su rostro se oscureció con una sonrisa ominosa.

De repente, el ambiente cambió. Surgió fuego por todas partes. Antony extendió la mano hacia el alfa, quien permanecía inmóvil, mirándolo con esa sonrisa perturbadora. Tony intentó hablar, pero su voz se apagó en un mar de lágrimas y su visión se tornó borrosa.

Humo, llamas, sangre, carne quemada, gritos. El omega se tapó los oídos para bloquear los desgarradores sonidos a su alrededor. Reconoció los cuerpos de aquellos a quienes juró proteger, ahora tirados y ensangrentados en el denso humo. Todo por su culpa.

Debería morir, sí, morir. Era su penitencia por la pérdida de vidas inocentes. La culpabilidad lo consumía.

¡Morir!

Abrió los ojos bruscamente. Su respiración era agitada, tomando bocanadas de aire con desesperación. El sudor corría por su sien, mientras recordaba vívidamente el olor a carne quemada. Llevo sus manos a su boca, queria vomitar deseaba hacerlo era asqueroso.

La luna aún brillaba alto en el cielo cuando Antony Stark se lavaba el rostro. Al mirar al azar su reflejo en el espejo, se sintió como un completo desastre. Todavía temblaba por aquella pesadilla, un recuerdo convertido en pesadilla, decepcionante, pensó para sí mismo. Su mente estaba perturbada. No era la primera noche que tenía un sueño así, pero al estar cerca del pequeño Peter, lograba calmarse. Sin embargo, ahora que su salud estaba mejorando, decidió darle su espacio.

Decidió salir de su habitación, no se sentía cómodo allí. Iría a ver al pequeño cachorro. La luz de la luna lo alumbraba a través de las grandes ventanas. Por alguna razón extraña, siempre que se movía por aquella mansión, sentía que los pasillos se alargaban o se acortaban a voluntad propia. Y si hablaba de las puertas, nunca eran las que él creía. Al principio pensó que se trataba de su propia desorientación, pero siendo un genio, ¿cómo podría olvidar algo tan simple? Luego, llegó a la teoría, aunque con poca credibilidad, de que se trataba de magia.

No le agradaba pensar en ello, puesto que se consideraba un hombre de ciencia, pero tampoco negaría que lo había visto en acción. Claro que la mayoría de sus experiencias con la magia fueron negativas, a excepción de cuando el Duque Stranger lo salvó a él y a Peter.

Era la onceava puerta que estaba por abrir, definitivamente esta debía ser la habitación del pequeño alfa. Puso su mano en el picaporte, respiró profundamente y se concentró. Esta debe ser la correcta, pensó con seguridad, y abrió la puerta con decisión.

Se encontró con un par de ojos envejecidos, que lo observaron sorprendidos.

-Señorito Antony... - habló Jarvis, el mayordomo.

¿Cuántas puertas más debería abrir para encontrarse con el pequeño Peter? En definitiva, sería una noche muy larga.

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Capitulo 5
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