CAP 5: LA CIUDAD

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POV: Noah

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POV: Noah.

La intensa luz del sol me hizo despertar, no sabía en qué momento me había dormido. Miré a mi alrededor y mi corazón se derritió al divisar aquella pequeña criatura dormida junto a mí. Nunca me habría imaginado que me podría encariñar de algo o alguien en tan poco tiempo, aunque Liam fuese la excepción.

Me desperecé antes de mirar el reloj en mi muñeca.

Las 8:30 am.

Sabía que era hora de volver a casa, a pesar de mi flamante deseo de quedarme. Me levanté de aquel polvoriento sofá, dispuesto a recoger mis cosas, pero algo me detuvo. La ausencia de mi peso en el asiento movió sin reparo a la ligera ardilla, quien despertó asustada, casi como si soñara que se caía.

-Oh, lo siento pequeña... - Sonreí leve, apenado por haberla despertado del que esperaba que fuera un bonito sueño. Acaricié levemente la cabeza del pequeño animal, quien pareció relajarse ante mi tacto.

Unos segundos pasaron y, ahora sí que sí, retomé mi camino a casa, despidiéndome de mi amiga antes de partir.

Disfrutaba de la suave brisa de la mañana, la misma que agitaba levemente los árboles del lugar y ondeaba mi desaliñado pelo. Además del sonido que ambientaba el lugar, me encantaba. Sin embargo, salí de mi trance de ensueño al llegar a casa. Suspiré y entré, anunciando mi llegada.

-¡Ya he vuelto! - Cerrando la puerta a mi paso.

-Noah, cariño, ven aquí. Tenemos que hablar. - Distinguí a la tía Merche, quien me llamaba desde el comedor.

Obedecí a su llamado y caminé en su dirección. Sin embargo, me paré en seco al ver la figura de esa señora que tanto repudio me generaba, acompañada de su marido, quien se limitaba a mirar el periódico.

-¿Qué hacen ellos aquí? Pensé que se habían ido. - Pregunté notablemente molesto.

-Tengo que salir un par de semanas a un viaje de negocios... Asique le he pedido a tus abuelos que cuiden de tí hasta que vuelva. - Sabía que el trabajo de la tía Merche suponía regulares viajes de negocios, y entendía que años atrás me buscara una "niñera" ¡pero ya no era un niño pequeño!

-Tengo dieciocho años, no necesito que cuiden de mí. Y mucho menos ellos. - Centré mi mirada en la abuela, quien, a pesar de parecer estar de acuerdo conmigo, me miraba desafiante.

-¿Y si te pasa algo y yo no estoy en casa? No me lo perdonaría. Estarás bien con ellos. Tan solo... compórtate ¿sí? - Cogiendo sus maletas y acercándose a mí para plantar un beso en mi frente.

-No soy yo el que necesita esa orden. - Refunfuñe, dejándome besar.

-¡Sólo cumplela! - Antes de salir del inmueble.

Volví mi mirada a la señora frente a mí casi al instante. Lo llevaba muy claro si pensaba que me quedaría dos semanas junto a ella.

-Espero que hayas madurado desde la última vez, niño. - ¿Cómo iba a hacerlo? Apenas pasaron dos días.

Él, siempre fue élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora