Aunque Doña Marta desconocía la palabra felicidad, sí sabía un poco de cómo aparentarla.
Pues en ello se basaba su vida; en aparentar ser quien su apellido, su familia y por tanto, su estatus social dictaba.
Desde otra perspectiva, sin ir más lejos, cualquier trabajadora de la fábrica que ella, junto con su familia, dirigían, daría todo por ser ella; una mujer justa pero intransigente, comprensible pero severa, distinguida pero sobria, concisa pero prudente, al fin de cuentas, una mujer con el carácter lo suficientemente curtido como para manejarse en un mundo de hombres sin que ninguno de ellos le hiciese sombra.
No obstante, y aunque de cara a la galería tenía la vida que cualquiera desearía tener, Doña Marta anhelaba demasiadas cosas, tan triviales como significativas para ella, entre otras, tener la valentía para sentirse ella, Marta, sin apelativos ni clases sociales.
Fue por ello que las palabras que aquella tarde Fina, una de las dependientas de la tienda de la cual Doña Marta era dueña, le dijo, la atravesaron, le calaron tan hondo como sinceras y audaces fueron las palabras de aquella chica.
Fina, la antítesis de Doña Marta, pese a ser perfectamente consciente de la realidad social que le había tocado vivir, tenía el arrojo de reconocerse a sí misma y no avergonzarse de ello.
Por consiguiente, cuando Fina empezó a notar un trato más severo, arisco e injusto por parte de Doña Marta hacia su persona y que justamente esa actitud había comenzado desde que Petra le había contado a Doña Marta que Fina había intentado besarla... Fina se percató de que Doña Marta, era como Petra, una mujer de su época, incapaz de ver más allá de lo que las normas dictaban, siendo incapaz de entender que el amor tiene más en común con la piel que con los príncipes azules.
Fue por ello que aquel día Fina tuvo el coraje de hacerle frente a su jefa, explicándole que dentro de la tienda actuaría tal y como ella dictase, pero que nunca iba a dejar de ser quien era, pesara a quien le pesara. Y lo que para Fina no fue nada más que una forma de respetarse y actuar acorde a sí misma, para Doña Marta, la mujer que todas quisieran ser, fue el golpe de realidad más grande que nadie le había podido dar; una chica más de tantas que la admiraban, tenía todo lo que ella ansiaba: la libertad de ser ella misma, y desde aquel momento, o quizás ya desde unos años antes, también tenía un trocito de su corazón.
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Un anhelo de libertad
FanfictionAna y Teresa, Pepa y Silvia, Cristina e Isabel, Maca y Esther, Luisita y Amelia... la lista es mayor, aunque no infinita como nos gustaría... Esta vez le toca a Marta y Fina y en esta ocasión, y por primera vez, me atrevo a estar yo del lado de quie...