Si algo caracterizaba la relación entre Marta y Fina era la sinceridad.Esa capacidad de exponer los miedos, inseguridades, virtudes y pensamientos en voz alta, sin temor y a plena consciencia de ser escuchada.
Fue por ello que al día siguiente, cuando coincidieron en la tienda en la que Fina trabajaba para Doña Marta, la conversación de la que la noche anterior Marta había huido era inevitable el no tenerla.
Fina tenía mala cara, tres malas noticias en un periodo de tiempo lo suficientemente corto como para no poder procesarlas sanamente.
Su padre se moría, su sueño de irse a París era agua pasada y el futuro que había planeado en su cabeza con Doña Marta, en la colonia, olía a rechazo.
Por su parte, Marta tenía claro que si algo le dolía a la de la Reina más que sí misma, era Fina.
Cuando esa mañana se cruzaron, para Marta aquellos ojos cargados de pesadumbre que gritaban auxilio no pasaron desapercibidos.
A Marta le partía ver a Fina así, por lo que fue inevitable el no acercarse a ella.
Fina por su cuenta, no tenía ese acercamiento tan claro, como sí lo tenía su jefa.
Ella no comprendía qué demonios se le pasaba por la cabeza a Marta, era inconcebible que una persona pueda gritarle que la quiere con su lenguaje corporal y a la vez, cuando están a centímetros de distancia, no tener la valentía de corresponderle un beso.
Y eso Fina no se lo iba a callar.
Marta se acercó a Fina y con toda la dulzura que cabía en ella, hizo un amago de agarrar su mano mientras le decía:
- Fina, ¿qué ocurre?, has estado llorando.
A lo que Fina, en plena ebullición de sentimientos encontrados, no fue capaz de hablar con otra cosa que no fuese su corazón y su realidad.
Luego de bajar su mirada a la mano de Marta que intentaba sujetar la suya, se limitó a decirle con todo su dolor:
- Que qué ocurre, Marta. Qué demonios te pasa a ti conmigo.
- Fina, yo...
- Tú nada Marta, me vas a decir por qué huyes de ti? Por qué me miras como lo haces pero te esfumas cuando va a pasar lo inevitable.
- Fina, creo que te confundes...
- Ah, sí? Es decir, entre nosotras nunca hubo miradas, ni sonrisas, ni roces intencionados, verdad?
- Sí, sí los ha habido... pero siento si te han confundido, para mí eres lo más cercano a una amiga y confidente que tengo desde hace muchos años y creo que tú has malinterpretado eso...
- Marta, yo de verdad que entiendo tu postura y tu miedo a enfrentar lo que ocurre, pero créeme que la huida no es la solución a tu problema, e indudablemente, no es en la negación donde está tu felicidad.Fina relajaba su tono a medida que veía como los ojos azules que tenía en frente se hacían más y más cristalinos a la escucha de sus palabras.
- Lo siento Fina, siento de verdad si te he confundido, pero para mí sólo eres una buena amiga, a quien me gustaría acompañar en un mal día, aclaró.
- No te creo, retó Fina.
- Lo siento...
- De acuerdo Marta, pues como esta historia es de dos y yo no la entiendo así, te pido que ahora te vayas y que nuestra relación de hoy en adelante se reduzca a un trato jefa-empleada.
- Fina... yo... lo siento... si es eso lo que necesitas, así será, pero por favor, nunca olvides que aquí me tienes, siempre y para lo que precises.Y Fina se fue, se fue con mil sensaciones encontradas, las palabras de Marta la habían rechazado, pero el brillo de su mirada llorosa le gritaba eternidad.
Y Marta vio como Fina se alejaba y con ella su suerte y bienestar.

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Un anhelo de libertad
Fiksi PenggemarAna y Teresa, Pepa y Silvia, Cristina e Isabel, Maca y Esther, Luisita y Amelia... la lista es mayor, aunque no infinita como nos gustaría... Esta vez le toca a Marta y Fina y en esta ocasión, y por primera vez, me atrevo a estar yo del lado de quie...