1. El comienzo

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— Está bien Alexis, no tienes que tener miedo ¿de acuerdo? — el pequeño niño asiente pero ya está abrazando más fuerte su peluche de pato que está vestido igual que el. Ambos tienen un gorro azul y una sudadera del mismo color con su nombre grabado en una esquina, con letra cursiva. — ya es hora, acompáñame.

El niño se puso de pie con una lentitud que parecía torturante, la profesora pensó que para ser un niño de 3 años tenía un sentido bien definido del tiempo.

— Buenos días clase — el resto de niños coreo un saludo — Rubén, por favor siéntate bien. El niño sonrió a manera de disculpa e hizo lo que le pidieron — muy bien, hoy tenemos un nuevo compañero, su nombre es Alexis, quiero que lo traten bien, el es más pequeño que ustedes, ¿quieres decirles cuántos años tienes Alexis?— El pequeño levantó tres de sus deditos — muy bien, puedes sentarte con Rubén.

Alexis volvió a abrazar con fuerza a su pato de peluche y caminó hasta el niño. — Me gusta mucho tu patito, yo tengo un peluche de oso, también me gusta vestirlo. Mi mamá le teje ropa, podría tejerle al tuyo también.

— Si – dijo Alexis y aunque no sonrió en ese momento, estaba muy feliz de hacer un amigo.














— ¡Rubén! — grita Alexis mientras baja las escaleras corriendo, entra a la sala y rodea el sofá, Rubén lo sigue con una sonrisa.

— Deja de correr patito, solo fue un besito, no pasa nada — Alexis siente su cara sonrojarse. — ¿o si te molesta?

— Ya déjame — se queja el niño y suelta un gritito cuando Rubén vuelve a correr tras él con la intención de besarlo de nuevo. Los gritos llaman la atención de sus madres que dejan la comodidad de su cocina y salen a verlos.

— ¿por qué pelean ustedes dos? — dice la madre de Alexis y el niño vuelve a gritar.

— ¡no peleamos! — dice él y su carita se torna aún más roja

— ¡Mami! ¡Me gusta Alexis! — le dice Rubén a su mamá mientras lo carga. Las mujeres ríen y ella dice.

— Ya lo sé cariño, es tu mejor amigo.

— ¡Me voy a casar con él!

— ¡No! — le grita Alexis pero ya está ocultando su rostro en el hombro de su madre.

— Tienes 7 años mi niño, es muy pronto para hablar de eso. — dice su madre después de que ellas vuelvan a reír, tomándolo a broma.












—  ¿Qué es esto? — pregunta Alexis mirando la cajita de terciopelo en sus manos.

— No seas tonto patito, creo que es obvio que es.

Alexis bufa — se que es un anillo Rub, no estoy ciego — rueda los ojos mientras ve a Rubén — lo que quiero decir es, ¿por qué me das un anillo a mi?

Rubén toma sus dos manos — es un anillo de promesa, papá me explicó lo que es y me ayudó a comprar este para ti. — aprieta sus manos cuando siente su aroma cambiar por el nerviosismo — mi promesa contigo es que pediré tu mano a penas papá me ceda su empresa, viviremos en una casa aún más grande que esta y tendremos un gran jardín para jugar con nuestros hijos.

Las mejillas de Alexis se sonrojan — ¿cómo puedes pensar en hijos Rubén? Ambos somos alfas.

Rubén sube sus manos a sus mejillas — encontraremos una forma — Alexis niega nervioso pero acepta el acercamiento que tiene Rubén con él y lo besa castamente antes de que el otro pueda hacerlo. — ¿me dejarás ponerte el anillo? — pregunta el rubio en un susurro, tienen las frentes recargadas y las manos entrelazadas.

— Si — susurra Alexis — se que a penas cumplí los 12 y tú solo tienes 13 y que todo el mundo dirá que es incorrecto, que somos dos alfas, que solo somos niños pero Rub, yo no me veo viviendo esta vida si no eres parte de ella de esta forma. Está promesa no es solo tuya conmigo, también es mía contigo, vamos a casarnos, vamos a manejar la empresa de tu padre y vamos a ser muy felices.

— Lo seremos — dice Rubén determinado y pone el anillo en el dedo de la mano de Alexis en el que debe ir. Sellan su promesa con un beso lleno de amor, delicadeza y felicidad.



















Es un día lluvioso, a Alexis le gustaban los días lluviosos. Mira al suelo y no puede evitar dar un pequeño salto sobre el charco que se forma bajo sus pies. — Supongo que este desnivel se creó por todo el tiempo que pasó aquí — susurra para si mismo, ve sus zapatos negros manchados de agua y los bordes de su pantalón de vestir mojados. — Mírame, no importa que hayan pasado cinco años — suelta una risita que se ahoga en cuanto el nudo en su garganta se forma y la lluvia llega a sus ojos — aún me cuesta levantar la mirada y ver tu nombre grabado en piedra — cuando mira al frente suelta un suspiro.

Delante de él se encuentra la lápida de su amado, de la persona que perdió hace 5 años en un accidente de automóvil que tuvieron juntos y que fue el causante no solo de su dolor por la cicatriz que lleva en la ceja si no también de la pérdida de su felicidad. Mueve la cabeza y con ello se mueve su cabello que por la tristeza se ha opacado y ha tomado una tonalidad blanca deprimente.

— Cumplí 20 hace unos días, tu madre murió después de disculparse conmigo por haberme culpado durante este tiempo unos días antes. Yo le dije que aunque ella me perdonara yo no podía hacerlo. Íbamos juntos patito, yo debí haber sufrido las consecuencias graves del accidente, no tú. — las lágrimas resbalan por sus ojos y por primera vez en mucho tiempo, no se molesta en limpiarlas u ocultarlas — te pido perdón a ti por no poder cuidar de tu madre como debía, se que lo prometí pero últimamente mis promesas parecen una maldición, el castigo de pecados que no he cometido. — guarda silencio cuando nota lo desorganizados que están sus pensamientos — supongo que solo quiero decirte que te extraño, que siento que me muero lentamente con cada día que pasa – relame sus labios — o tal vez solo quiero contarte que papá me ha cedido su empresa hace una semana y solo puedo pensar que si siguieras aquí estaríamos planeando nuestra boda — se agacha y deja frente a la lápida las flores que ha traído — tal vez solo es uno de esos días en los que me es más difícil seguir porque morí el día que tú lo hiciste y mi cuerpo no trascendió — pone sus rodillas sobre el pasto y toca con su mano derecha el nombre grabado en piedra — sea cual sea mi razón, se resume en la falta que me haces — deja caer el paraguas que hasta entonces sostenía y el agua no tarda en empaparlo. — Se que no te gustaría pero creo que me quedaré contigo un rato. — el agua lo adormece y sus ojos se vuelven pesados, tal vez es por el alcohol, tal vez es por la gripa que tiene pero no tarda en quedarse dormido, recargado sobre la lápida de Alexis.

TrouvailleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora