4. Encuentros casi esperados

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Deja el expediente sobre la mesa y se pone de pie,  camina hasta el gran ventanal y se enfoca en las personas que parecen hormigas debido a la altura.

— ¿Estás bien? — pregunta Guillermo que no se ha ido desde que le dio el documento.

— Tiene un hermano gemelo — susurra Rubén — una copia casi idéntica suya camina por las calles y ninguno supo de la existencia del otro — se queda en silencio, pensando y procesando la información que ha recibido de golpe — Alexis murió sin conocer a Alex, Alex no sabe de su existencia. — toma su saco y las llaves de su auto, entonces sale disparado de la oficina.

Baja las escaleras tan rápido que no escucha a Willy llamarlo en varias ocasiones. Claramente estaba más enfocado en llegar al único lugar en el que se siente tranquilo.

Todo para contarle a su amor sobre su hermano y el como lo había conocido muchos días atrás. Pasa ahí toda la tarde y la noche sin notarlo.

No fue sorpresa para Willy encontrarlo ahí la mañana siguiente.

— Buenos días príncipe ¿dormiste bien?

— ¿Qué haces aquí? — pregunta Rubén mientras se estira, su cuello y sus muñecas truenan, su cabeza duele y el hormigueo persiste en su espalda. Guillermo hace una mueca, fingiendo molestia.

— Yo esperaba más un "gracias por preocuparte, no debiste".

— Pero no debiste — el albino lo ignora y le extiende el brazo que Rubén no tarda en tomar para levantarse.

Guillermo es quien conduce una vez vuelven a su casa, deja que se tome su tiempo en la ducha mientras el intenta cocinar algo.

— Huele a quemado hasta el baño — dice Rubén mientras entra a la cocina. El albino le regala una sonrisa que produce que sus ojos se cierren más.

— ¿Qué te digo? Sigo queriendo ser amable pero parece que cocinar no es uno de mis talentos — el rubio frunce el ceño cuando ve su estufa llena de huevos crudos o quemados.

— Salgamos mejor, yo invito el desayuno.

— Está bien — se resigna el albino — pero tampoco estaba tan mal.

Rubén levanta una ceja y sale con una risita de la cocina, toma un saco y después una gabardina. El frío comienza a intensificarse esos días por el cambio de estación así que quiere evitar resfriarse.

Willy piensa que es contradictorio sabiendo que durmió en un cementerio al aire libre pero no dice más. Elige en el camino un restaurante cerca de la oficina para que puedan pasarse por ahí una vez terminen de desayunar. Casual e inesperadamente, cerca del hospital.

No tardan en darles una mesa y pronto ya están hablando del trabajo.

Guillermo Díaz, un amigo de la infancia, es el encargado de la publicidad de su empresa, así como presidente de la subsidiaria que se encarga de la moda.

Su empresa cuenta con 4 ramas: La primera es la industria de los perfumes, la segunda es sobre la moda (una rama que Alexis amaba y que se creó por él) toda una cadena de ropa de alta costura, la tercera y más reciente se dedica a la creación de hospitales y laboratorios para una mejor atención médica pública y finalmente la rama favorita de Rubén, las joyas.

— Iré al baño, ahora vuelvo — Rubén se levanta en medio de la plática. Se detiene delante del espejo y suspira.

Lleva toda la mañana fingiendo que ha dejado de pensar un momento en Alexis y su gemelo pero la realidad es todo lo contrario.

Se pregunta qué llevó a sus padres a separar a los gemelos y porque tomaron esa decisión tan drástica. También se pregunta porque Alexis no sabía de la existencia de su gemelo o nunca hablaba de su padre.

Puede verlo en el espejo, el fantasma que su mente creó para confortarlo los días que no puede visitar el lugar de su eterno descanso. Siente su mano sobre su hombro, su voz, cada vez más distorsionada y cada segundo menos parecida a lo que fue le pide que no se preocupe, que esa es una preocupación menos que el tiene porque ahora está en paz eternamente, que nunca conocerá ese sufrimiento o ningún otro.

La puerta del baño se abre rápidamente y ve una sombra correr hacia un cubículo. El lugar se llena de feromonas dulces que no caracterizan a un alfa y antes de que pueda preguntarse qué hace un omega en un baño de alfas, escucha las arcadas.

Supone entonces que debió tener prisa y entró al primer lugar que vio sin fijarse en los letreros de las puertas.

Se queda ahí porque irse no parece correcto pero se mantiene cerca de la puerta por si otro alfa tiene que entrar y resulta no ser tan amable como él.

Alex, la persona dentro, solo quiere morirse. Está en el quinto mes de gestación y las náuseas matutinas debieron irse hace un rato pero siguen persistiendo. Fue darle un bocado a sus huevos revueltos y ahora está ahí, vomitando.

Últimamente sus días son así, no puede retener ningún alimento por más de tres horas.

— Bebé, vas a matarme — dice mientras se toca el vientre, sus lágrimas descienden por sus mejillas.

Se pone de pie con cuidado y sale aún sintiéndose mareado.

— Debería tener más cuidado — escucha una voz fuerte — entro al baño de alfas sin darse cuenta.

Cuando voltea encuentra no solo una mano que le ofrece papel, si no también un rostro familiar.
— Es usted — le dice.

— H-hola — Rubén vuelve a tenderle el papel que el acepta algo cohibido, carraspea — ¿se encuentra mejor?

– Si gracias — dice con voz suave. La puerta vuelve a abrirse.

— ¿Qué demonios? — Rubén lo interrumpe antes de que pueda seguir.

— Lo siento por los inconvenientes señor, mi esposo sigue sufriendo del primer trimestre y se confundió al entrar al sanitario, pero ya mismo salimos — pasa su brazo por los hombros de Alex esperando que el no lo rechace. — vuelva a lo suyo por favor.

Alex susurra un lo siento con la cabeza gacha cuando pasan al lado del alfa. Una vez salen del pasillo Rubén lo suelta.

— Lamento haber hecho eso pero quería evitarte problemas.

— Está bien, de hecho quería agradecerle por ello.

Un silencio se crea después, creciente de la incomodidad que sienten ante la presencia del otro y el poco que se conocen. Además del contexto en el que lo hicieron.

— Déjeme disculparme una vez más por la última vez que nos vimos, ¿le gustaría una tasa de té? Oh si lo prefiere alguna malteada.

Alex lo piensa durante un momento, entonces el alfa de antes sale y suelta un gruñido junto a ellos. Rubén permanece tan tranquilo que su versión histérica que lo toma de los hombros sin decir palabra parece un recuerdo de otra vida.

De pronto piensa en el chocolate que se comió antes de su chequeo médico de esa mañana — Creo que podría aceptar un chocolate caliente si eso está bien para usted.

— Por favor, sería todo un placer.

TrouvailleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora