El Hilo Rojo.

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El viaje a las antiguas tierras no resultaba nada sencillo. Los 7 debían estar alertas todo el tiempo, montando guardias y limpiando el barco para mantener algo de orden. Huir de la ira de los romanos era desgastante y sumado a pasar por cada obstáculo que Gaia ponía en su camino, el ánimo del grupo decaía constantemente, incluso con las bromas de Percy y Leo todo parecía apagado.

Aún así, Jason había podido conocer a Percy un poco más. La mayoría de las personas lo describían con un aura intimidante en batalla, reacio y fiero, pero poco a poco comenzaba a notar que no era del todo así. Sí, era probablemente el guerrero más fuerte en aquel barco, y quizá eso aliviaba a Jason de no tener las expectativas más altas sobre él, pero a veces se preguntaba cómo el hijo de Neptuno se sentía al respecto.

Les gustaba charlar durante sus guardias, podían pasar la noche entera hablando sobre sus vidas o temas increíblemente absurdos si es que no les interrumpían monstruos intentando asesinarlos, y ese era un tiempo en el que ambos se sentían en paz. Aún si durante el día discutían diez veces por esa natural rivalidad derivada de sus padres, sabían que podían ponerse espalda con espalda y confiar ciegamente su vida al otro, como si toda la vida hubiesen estado destinados a estar juntos.

Esa noche el Argo II viajaba por el océano, lo que mantenía a Percy más relajado por estar en su zona segura, y aunque eso también implicaba que tuviese que estar más alerta no estaba preocupado, porque Jason se encontraba con él. Ese sentimiento de sentirse seguro con alguien era nuevo y extraño, considerando que durante los últimos años él jamás había podido bajar la guardia, había liderado a cientos de semidioses que confiaban en él por ser el más fuerte, un peso que podría desgastar la mente de cualquiera... Pero con el hijo de Júpiter a su lado todo era distinto.

—Bueno, estando en el cielo podría ser cualquier cosa. —ambos estaban mirando al cielo desde el borde del barco. Percy tenía la cabeza recostada sobre sus brazos, mientras Jason estaba con la espalda apoyada en la madera del barco.

—¿Un alien, quizá? —Jason sugirió, y Percy lo miró con incredulidad.

—Los aliens no existen, idiota. Son sólo mitos.

—¿No existen los mitos? ¿Debo sugerir ahora que revises tu árbol genealógico? —Jason alzó la ceja, aguantando la risa.

—Me refiero a mitos falsos, Jay. Nosotros somos reales. —Percy se defendió, y el rubio sólo soltó una risa.

—¿Entonces crees que todos los mitos que no son romanos son falsos?

—Griegos. —corrigió. —Fueron griegos primero. Y no, creo en otro tipo de leyendas y mitos como... Como el hilo rojo.

—¿Hilo rojo?

—Ah, a veces olvido que parece que viviste los últimos 16 años debajo de una roca. —Percy se burló un poco y se giró hacia él, sonriendo cuando sus miradas se encontraron. —Es una leyenda japonesa. Dice que un hilo rojo invisible conecta a quienes están destinados a encontrarse. El hilo puede alargarse o encogerse, pero jamás se rompe. Así que sin importar lo imposible que parezca, siempre llegarás a quien tiene el extremo del hilo rojo. Es el destino.

—Destino. —murmuró Jason, y sin querer pensó en voz alta. —No me parece descabellado, tú y yo estamos aquí.

Fue la expresión de sorpresa de Percy lo que hizo que Jason cayera en cuenta de lo que acababa de decir, y de inmediato trató de enmendar su imprudencia.

—E-Es decir, ya sabes. Se supone que griegos y romanos no deberíamos saber de la existencia del otro, pero terminamos intercambiando campamentos y ahora los siete estamos en una misión para...

Invisible String | JercyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora