Pasé por décima vez por delante del estudio cerrado de Abbot. Haría falta un pequeño milagro para conseguir que me dejara quedarme en casa de Stacey el sábado por la noche. Aunque no había habido ningún ataque demoníaco desde el de los Mortificadores, y los Guardianes ni siquiera sabían que eso había sucedido, dudaba seriamente que fuera a permitírmelo. Pero tenía que intentarlo. Zayne dobló una esquina y se detuvo cuando me vio. Acababa de terminar de entrenar, y su camiseta gris estaba húmeda y pegada a su estrecha cintura. Sonrió.
—¿Qué estás haciendo, bichito?
—Estoy esperando a que Abbot termine de hablar con Nicolai y Geoff. —Eché un vistazo a la puerta de roble, deseando que se abriera. Al ver que no pasaba nada, me dejé caer en el peldaño inferior
—. Están tardando una eternidad.
—¿Cuánto tiempo llevan ahí dentro?
—Desde que terminó la cena. —Me aparté a un lado para hacer hueco a su enorme cuerpo
—. Tu padre ha tenido muchas reuniones a puerta cerrada últimamente. Zayne se sentó y puso los codos sobre las rodillas dobladas.
—Sí.
—¿No sabes nada al respecto? Lo miré.
—No. —Se rio entre dientes
—. Mi padre tiene algo entre manos, pero no sé de qué se trata. —Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Esperaba que lo que quisiera que tuviera su padre entre manos no tuviera nada que ver conmigo
—. ¿Estás bien? — me preguntó, y me dio un golpecito en la pierna con la suya.
—Estupendamente.—Sonreí, me aparté el pelo de la cara y lo retorcí por encima del hombro
—. ¿Y tú? Frunció el ceño.
—Estoy bien. Lo miré a los ojos durante un momento, y después asentí con la cabeza y volví a concentrarme en la puerta de su padre. Desde el ataque de Petr, las cosas habían sido diferentes entre Zayne y yo. Parecía estar siempre vigilándome, esperando la inevitable crisis histérica... o que se me fuera la pinza y comenzara a absorber almas a puñados. Quizás eso no fuera justo. Zayne tan solo estaba preocupado.
—Estás distinta. El estómago me dio un vuelco ante el comentario inesperado.
—¿Eh? Zayne inclinó la cabeza hacia un lado.
—Es solo que me parece que estás distinta. Los fríos nudos se tensaron, y me sentí como si alguien me hubiera rodeado el pecho con una cuerda.
—¿Qué quieres decir?
—Es difícil de explicar. —Volvió a reírse, y sonó inseguro
—. No sé de qué se trata exactamente. —Su mano fue hasta el puñado de pelo que tenía sobre el hombro, pero no tiró de él ni entrelazó los dedos en los mechones, como haría normalmente. Recorrió mi pelo con los dedos, tanteándolo, y yo me quedé muy quieta
—. A lo mejor soy solo yo. Unas imágenes repentinas de Roth se me pasaron por la mente; del beso en el parque y de todos aquellos casi besos que había habido después. Porque, además de los secretos que había estado guardando, lo único que había distinto en mí era que ya... ya me habían besado. Pero no podía ser eso. No había forma de que Zayne lo supiera. No lo llevaba escrito en la frente. Oh, Dios santo, ¿y si de algún modo sabía algo? Zayne siempre parecía saberlo todo. Negué con la cabeza, lo cual hizo que su mano cayera hasta mi hombro.
—Sigo siendo la misma tonta...
—No eres tonta —me cortó. Su mano se curvó sobre mi hombro
—. Nunca has sido tonta. Sonreí, tratando de aligerar el ambiente.
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el beso del infierno libro 1
RomanceLayla, de diecisiete años, solo quiere ser normal. Pero con un beso que mata a cualquiera que tenga alma, ella es cualquier cosa menos normal. Mitad demonio, mitad gárgola, Layla tiene habilidades que nadie más posee. Criada entre los Guardianes...