Wilub no podía creer lo que veía, ¡Un niño del otro lado del río! Parado y sosteniendo una red con sus manos; además, traía un arco anclado en el torso descubierto. Su piel era bronceada y su cabello suelto, color negro azabache, descansaba cuan largo era sobre sus hombros desnudos.
El niño lo miraba desplegando una enorme sonrisa que revelaba su dentadura blanca y radiante. Pero Wilub, con sus grises ojos abiertos de par en par y, después de unos segundos paralizado, comenzó a correr en dirección opuesta; directo hacia los árboles. Aun así, pudo escuchar a sus espaldas el rítmico chapotear sobre el agua y un fuerte:
—¡¡Espera!!
Sin embargo, Wilub continuó corriendo en busca de un escondite. Tras un breve momento examinando el espacio, divisó un árbol perfecto para ocultarse. Trepó lo más alto que pudo y permaneció arriba del alto y grueso tronco, tan quieto como le fue posible. Entonces cerró los ojos y exhaló, volviéndose parte de aquel añoso árbol.
Después de un corto lapso de tiempo, sintió como si alguien estuviese aproximándose, pero a pesar de ello, Wilub no movió un solo músculo. Tanto las hojas como la vegetación en el suelo, comenzaron a crujir y fue cuando aquel intruso dijo:
—Ey no te escondas, yo también vengo solo. —afirmó con seguridad.
Mas Wilub no confiaba en absolutamente nadie, así que, por obvias razones, no contestaría al llamado.
—¿Vives cerca? —insistió el otro. Al no obtener respuesta, prosiguió:
—Yo más o menos, me encargaron pescar, pero me aburrí y comencé a caminar; pasado un rato terminé aquí. Pensé que no habría nadie, nunca imaginé ver a alguien más.—¡Ey! ¿por qué te escondes? Solo quiero ser amable.
Si bien el niño hablaba en un idioma diferente al suyo, Wilub ya había logrado aprender diversos modismos y costumbres típicas de los lugares que estuvo recorriendo y observando. Así advirtió que éste ya lo había escuchado antes. A pesar de ello, no lograba comprender algunos términos e, incluso, le costaría hablarlo fluidamente; puesto que si bien aprendía a través de la observación, aún le faltaría la práctica.
Después de oírlo hablar tanto, Wilub giró muy lentamente a fin de observar cómo el invasor finalmente retrocedía y se alejaba por dónde había llegado momentos antes.
No obstante, decidió permanecer allí por unos instantes más. Estaba auténticamente nervioso puesto que él nunca se había dejado ver en demasiado tiempo.Así que, cubriendo su rostro con ambas manos, se reprochaba intensamente.
"¿Cómo pude ser tan descuidado?"
El sol comenzaba a ocultarse y así como él mismo debía volver a un lugar seguro, supuso que, claramente, el intruso también tendría que haberlo hecho. Cualquiera sabría eso -pensó - Nadie se queda a mitad del monte y lejos de tu familia, esperando que algo te suceda.
De modo que procuró descender y regresar a su refugio. Una vez allí, pasó toda la noche cuestionando cuál sería el modo de proceder de ahora en más.
"¿Seguir viajando y abandonar ese pequeño paraíso que había logrado conseguir? ¿Este intruso sería realmente peligroso después de todo?"
Recordó entonces que el niño había dicho que solo pretendía ser amable y que también estaba solo. Pero "¿Qué sucedería si hubiese ido a decirle a alguien lo sucedido?"
Wilub intentó tranquilizar su mente considerando que, después de todo, nunca vio exactamente dónde quedaba su refugio. Aunque claro que si exploraba un poco, quizás podría encontrarlo.
Luego de tanto cavilar y con más de la mitad de la noche desvelado debatiendo lo que debía hacer, se quedó profundamente dormido sobre su muy confortable cama de paja y telas que él mismo realizó; todo tras el arduo y desgastante cuestionamiento consigo mismo.
Apenas si se dió cuenta cuando ya había salido el sol. La mañana era agradablemente fresca invitándolo a permanecer tranquilamente en su refugio. Así fue como ese día resolvió interrumpir su habitual rutina para quedarse allí el resto de la jornada.
El refugio en cuestión, estaba construido con piedras, troncos finos y permanecía cubierto en su totalidad por grandes hojas, paja, ramas de árboles, lianas, etc. Si bien se hallaba muy bien camuflado, quien se aproximara demasiado, podría advertir que se trataba de un escenario por completo manipulado por manos humanas; aquello le preocupaba considerablemente. Sin embargo estaba claro que ya no podía hacer más de lo hecho y, si alguien lo encontraba, seguramente no le habría sido fácil.
Por otro lado, aquel niño invasor, había resultado igualmente ansioso, incluso, deseaba encontrar de nuevo al niño del río. A pesar de todo, le producía una extrema curiosidad ver a otro chico vagando por ahí al igual que él y en aquel lugar totalmente deshabitado.
Además, resultaba evidente que no pertenecía a la zona, su aspecto era extraño y diverso a lo que él estaba acostumbrado. De alguna manera, supo que no era de temer, y, por las dudas, él también se hallaba armado de forma constante conociendo perfectamente cómo defenderse muy bien. Por lo que después de regresar aquella tarde a su casa, decidió que encontraría el momento perfecto para desentenderse de sus labores de campo en su hogar y pediría ir a cazar nuevamente. O alguna otra cosa que le permitiera salir.
Los días transcurrieron y Wilub tomó la determinación de que esta vez defendería aquel lugar sin abandonarlo por ningún motivo. No volvería a comenzar para convertirse en el viajero que había sido corriendo toda clase de peligros. Estaba cansado de vivir así, no era nada agradable para un niño que estaba solo. Este era su hogar ahora, por fin un lugar cálido y cómodo. ¡No! No lo abandonaría tan fácil.
Tomando muchas precauciones y siendo mucho más cuidadoso que antes. Comenzó nuevamente con sus meditaciones y cada tanto iba a buscar comida. Con respecto al río, ya no se quedaba demasiado tiempo allí, solo lo justo y necesario. Por supuesto, modificó la distancia con respecto al sitio donde ocurriera aquel encuentro.
A pesar de ello y durante el transcurso de una tarde, Wilub caminaba de nuevo por la rivera del río, sostenía arco y flecha en mano procurando pescar con ello. Estaba muy concentrado, cerró un ojo para afinar su puntería y finalmente cazar aquello que se transformaría en su cena, cuando escuchó nuevamente:
—¡Ey! —gritó el otro niño estirando sus manos hacia Wilub en señal de alto.
Ésta vez, el pequeño se hallaba de pie a escasos metros de él y, en esta oportunidad, del mismo lado del río. Wilub que permanecía concentrado mirando hacia el agua de aquel extenso caudal. Por supuesto, reaccionó velozmente apuntando el mismo tiro que aún no había abandonado su arco, directo al molesto y persistente intruso.
—¡Solo espera! —exclamó el niño con preocupación —Te juro que no soy un enemigo, no quiero problemas, solo... Déjame presentarme. —y posando su mano izquierda en el pecho dijo, —Me llamo Libiak, ¿Y tú? —finalizó mientras Wilub persistía tensando el arco, sin responder.
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El Rey Blanco
RandomUna historia ubicada en América durante los años 1500 donde nuestro protagonista Wilub Nii un joven indígena que se enfrenta a terribles dificultades y situaciones a causa de la invasión europea. Sumando a esto una condición especial con la que naci...