Días calurosos transcurrían rápidamente. Wilub pasaba sus jornadas tratando de mantener aquella rutina diaria que ya había programado hacía mucho. Pero por primera vez, reservaba un día de cada cinco para correr ansioso hacia el río esperando encontrarse con Libiak. Claro que al principio no fue tan sencillo, cuando aún tenía desconfianza, hubo momentos en los que directamente no acudía al río en el horario en que fuera probable encontrar al otro niño.
Por otro lado, Libiak con una paciencia enorme y al ver qué Wilub no aparecía, supuso de alguna forma que tarde o temprano tenía que regresar al río, por lo que se propuso ir todas las tardes hacia exactamente el mismo lugar de su primer encuentro. Estaba claro que Libiak se saldría con la suya, pues le encanta lograr todo aquello que se proponía. Esperó, esperó y esperó, mientras los días pasaban.
Así fue que, una tarde, mientras se encontraba a un lado del río, recostado en la tierra bajo la enorme sombra de un frondoso árbol, alcanzó a visualizar a Wilub a varios metros de dónde él estaba. Lo interesante para él era que éste no lo había visto, por lo que se ocultó en silencio y comenzó a aproximarse lentamente. Mientras, Wilub se hallaba preparando todo para pescar y, contemplando el agua, nunca se percató de que Libiak aparecería por detrás, abalanzándose sobre él y empujándolo al agua.
Cuando Wilub volteó a ver tras de sí, en tanto continuaba en el agua, Libiak no perdió tiempo; entró al río y, con ambas manos, comenzó a lanzarle agua mientras se reía muy estrepitosamente reclamando:
-¡Este es el castigo por hacerme esperar tanto! -Al principio, Wilub solo se cubría de aquel sorpresivo ataque con los brazos... pero inevitablemente, después de un momento, empezó a lanzar agua a Libiak.
Así fue que iniciaron aquellas rutinas de juegos, pescas, charlas, prácticas con flechas, fogatas y alimentos, que Libiak siempre tenía al alcance. Nunca olvidaba cargar con deliciosa comida. También en ocasiones llevaba instrumentos musicales para tocar música y enseñarle a Wilub.
En otras oportunidades, pasaban sus tardes intercambiando pinturas corporales de diferentes colores y diseños muy variados.
Wilub comenzó a disfrutar aquellos encuentros. Ya podía conversar con Libiak sin problemas y aprendían mucho el uno del otro, por supuesto manteniendo clara prudencia sobre ciertos temas confidenciales o privados para ambos.
Pero lo que sí estaba muy claro, es que Wilub se sentía feliz de tener a quien llamar amigo. En ocasiones solía preguntarse a sí mismo si los dioses se lo habían enviado para no enloquecer de soledad; luego finalizaba tales cavilaciones con una sonrisa, ante lo descabellado de su cuestionamiento.
Varios meses pasaron, y en los últimos días estuvo haciendo mucho frío, además de algunas lloviznas que se volvían muy pesadas y constantes. Libiak se encontraba en su aldea bajo el techo de su hogar sentado sobre su cama. Ya había anochecido, mientras que con un cuchillo moldeaba una figura en un trozo de madera, no dejaba de pensar que Wilub no había aparecido en su último encuentro pactado.
Consideró que era muy extraño, ya que él nunca fallaba, aún si llovía o caía granizo. Incluso recordó que habían acordado practicar algunas canciones, como también algunos tiros con flechas. No cabían dudas, Wilub le dijo: "Nos vemos en cinco días"
Libiak continuó tallando, pero todo el trabajo lo hacía su memoria motora ya que su mirada estaba pérdida en sus pensamientos, los cuales se cuestionaban si Wilub estaría bien. ¿Por qué nunca le había revelado si tenía algún pariente que cuide de él? Tal vez algún lugar seguro. Incluso Libiak le habló de su hermana, y algunas pequeñas cosas sobre su familia; puesto que, en ocasiones, esto resulta inevitable cuando se convive o interactúa mucho con alguien.
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El Rey Blanco
RandomUna historia ubicada en América durante los años 1500 donde nuestro protagonista Wilub Nii un joven indígena que se enfrenta a terribles dificultades y situaciones a causa de la invasión europea. Sumando a esto una condición especial con la que naci...