Wilub continuaba paralizado pensando qué hacer mientras dejaba pasar segundos que para Libiak eran insoportablemente largos.
—Ey lo sé, ya veo, no eres de confiar fácilmente ¿Mmh? —dijo Libiak contemplando a Wilub directamente a los ojos al tiempo que le sonreía y hacía una mueca levantando una ceja e inclinado la cabeza un poco hacia la derecha.
Observó también que el arco del niño aflojaba su tensión luego de aquel gesto de su rostro y comenzó a reír. Esto a Wilub no le cayó para nada bien, por lo que de inmediato tensó nuevamente su arma y preguntó:
—¿Estás solo?
La expresión de Libiak cambió de risa a otra que manifestaba cierta intriga y respondió
—Ash, ¿cuántas veces voy a decírtelo? —afirmó con seguridad.
Luego, resignado de intentar convencerlo de esta manera decidió cambiar de táctica. Simplemente descargó algo de un costado de su espalda, provocando una inmediata reacción de Wilub que disparó una flecha clavandola a solo unos milímetros de los pies de Libiak
—¡¿Qué haces?! —gritó Wilub.
Libiak mirando la increíble distancia entre la flecha y su pie dijo —¡Waaau! ¡O fallaste, o tienes una increíble puntería! Waaaauuuu —repetía absolutamente asombrado.
—¿Quieres... averiguarlo? —dijo Wilub con dificultad para encontrar las palabras mientras tomaba con rapidez otra flecha.
—¡Ey que malo! Oye mira, me quitaré todas mis armas y las dejaré aquí lejos —dijo Libiak retrocediendo un poco.
De inmediato dejó todas sus armas en el suelo para luego volver al sitio donde se encontraba originalmente con sus brazos extendidos para mostrar a Wilub que no traía más objetos que los que había dejado a una distancia considerable.
Tras un momento de silencio, Libiak, cansado dió media vuelta mirando hacia el río que se encontraba a su izquierda y se sentó sobre la orilla cruzando las piernas; con su espalda muy erguida, casi como si estuviera a punto de meditar, cerró los ojos diciendo:
—Oye, te traje algo rico para comer, algo que preparó mí hermana mayor —Señaló con su dedo pulgar hacia atrás donde yacía solitario el pequeño costal que había descolgado de su hombro. —Claro que si no te encontraba me lo iba a comer yo —continuó Libiak.
—Sería un desperdicio si lo dejas ahí solo, no te das una idea de lo rico que cocina —permaneció en silencio escasos segundos antes de seguir hablando sin cesar.
Mientras tanto, Wilub hacía rato que había bajado los brazos separando el arco de la flecha y contemplando fijamente a ese niño sentado de espaldas que no paraba de hablar; aunque de todos modos hacía bastante que había dejado de entender.
Wilub se hallaba por completo anonadado pensando para sí mismo, si quizás era cierto que este niño no representaba peligro alguno. Era extraño, pero de alguna manera, le costaba ser agresivo con él; así tan alegre y charlatán como era. De solo mirarlo ahí, pensaba "también podría temer que le hiciera daño pero no, está dándome la espalda muy relajado".
Después de todo, nunca había podido entablar un diálogo tan extenso. Lo último que le era posible recordar era el que sostuvo con aquella mujer que tiempo atrás lo había ayudado en un momento en el que realmente querían lastimarlo.
No, Wilub jamás olvidaría el modo en que esa mujer lo ayudara con tanta dulzura. Si bien era consciente de que él mismo tenía un aspecto extraño y que usualmente provocaba temor en otros, también comprendía que existían personas que no se dejarían llevar por su apariencia, actuando de forma correcta y racional ante situaciones que producen incertidumbre y miedo.
ESTÁS LEYENDO
El Rey Blanco
De TodoUna historia ubicada en América durante los años 1500 donde nuestro protagonista Wilub Nii un joven indígena que se enfrenta a terribles dificultades y situaciones a causa de la invasión europea. Sumando a esto una condición especial con la que naci...