15 años atrás, en una hermosa y paradisíaca aldea, en la que abundaba la belleza del mar con sus olas y una tupida vegetación, vivía una pareja de indígenas; Shellybeth, una joven mujer digna de representar la belleza nativa de su comunidad, y Piler, un joven alto y estilizado, con una especial habilidad para casar con arco y flecha.
Ellos eran jóvenes y enamorados, dueños de una gran extensión de tierras heredadas de sus respectivos padres, quienes habían establecido que esta unión se llevaría a cabo incluso desde que eran muy pequeños. De esta manera, pretendían, en su momento, lograr una comunidad fuerte y poderosa.
Los jóvenes, ansiaban dar vida a un primogénito, mismo que produciría una gran felicidad a toda la tribu.
Así fue que, ese momento, no tardó mucho en llegar... un hermoso retoño llegó a la vida de la feliz pareja. Sin embargo, nada los había preparado para lo que tendrían que enfrentar.
Un niño totalmente blanco, su piel, sus pestañas, sus cejas y ese corto cabellito que asomaba. Era tan blanco como la leche más pura, apenas un leve rosado resaltaba en sus mejillas y, cuando el pequeño lograba entreabrir sus ojos, podía apreciarse el color gris brillante de las estrellas.
A la vista de aquellos padres el suceso era incomprensible, cómo había nacido un bebé tan pálido de padres morenos, con la piel bronceada como casi la totalidad de aquella comunidad.
Preocupados, Piler y Shellybeth llevaron al recién nacido a Linieth, una anciana poseedora de gran sabiduría ancestral milenaria. A ella acudían las personas cuando sufrían alguna enfermedad, así como también a pedir consejos, realizar hechizos y recibir un poco de su magnífico poder.
Al llegar a la choza donde vivía en soledad la anciana, vieron que la misma ya estaba de pie frente a la entrada. Linieth tenía poca visión, por lo que solo entrecerró los ojos para mirar a los jóvenes...
—Los estaba esperando. —dijo Linieth con suma tranquilidad.
Shellybeth quiso contestarle, pero cuando empezó a tartamudear, la anciana le tomó la mano sosteniéndola con extrema calidez.
—Todo está bien, este bebé es un regalo de los dioses; ustedes han sido bendecidos. —luego de una pausa, se dirigió a Shellybeth acariciando su rostro, —La luna te ha enviado a su hijo, lo ha puesto en tu vientre y espera que tu seas su madre aquí en la tierra. ¿Me permites revisarlo? —preguntó Linieth ─ La madre, sin dudarlo, le permitió cargarlo.
La anciana con mucho cuidado lo recostó sobre una canasta de mimbre en la que reposaba una firme almohada cubierta en cuero. Luego comenzó a revisarlo de pies a cabeza, con total devoción y cuidado.
La anciana cerró los ojos y puso su mano izquierda sobre la cabeza del recién nacido
—¡Cuánto poder! —exclamó con tono alarmante. —Los Dioses le han brindado un enorme poder —aclaró con mayor serenidad a los preocupados padres.
Luego, en silencio y apaciblemente, levantó un atado de hierbas que tenía a un costado y comenzó a rodear al bebé balbuceando palabras ininteligibles. Piler tomó del hombro a Shellybeth con intención de hacerle saber que él estaba allí para ella, pero, aunque ambos eran fuertes y capaces de afrontar todo pronóstico, sus rostros de preocupación fueron cambiando gradualmente, a los de dos adultos valientes, seguros, y con total confianza.
Para finalizar, Linieth cubrió la cabeza y el cuerpo del pequeño con un lienzo dejando descubierto el rostro donde, con una pintura de tinte azul marino, marcó la frente y unas franjas sobre sus sonrosados cachetes. Luego, lo tomó en brazos nuevamente y se lo entregó a Shellybeth.
—Tendrán que ayudarlo a encontrar su misión en la tierra. —afirmó la ancestra. —Su estadía aquí hará que el cielo y la tierra sean uno con aquellos que la amen y respeten, y aquel que esté dispuesto a dañarla temblará ante su presencia, pero ustedes tienen que brindarle las herramientas para que lo logre. También defenderá a la Luna del demonio que intenta devorarla, solo él tendrá el poder para lograrlo. —continuó, dirigiéndose a ambos. —Le enseñarán sus habilidades con el arco, también la fuerza, el honor, y la valentía. —Luego, puso su mano sobre la cabeza de Shellybeth, mientras ella lo permitía con total obediencia. — Además, le enseñaran sobre el poder más grande de la humanidad... El amor, la lealtad, el valor, la diferencia entre el bien y el mal, el amor a la naturaleza, los animales, el amor de una familia, el amar y ser amado. —Y, para finalizar, por favor, que no salga cuando haya demasiado sol pues éste será su enemigo, y cuando lo haga, que cubra por completo su cuerpo con telas y pintura para engañar sus rayos, así como acabo de hacerlo hace un momento. Y por favor, sepan que estaré aquí siempre que me necesiten. ─ Linieth se dirigió hacia la salida finalizando... —Sean felices ─
Así fue que entonces, la peculiar familia, ya serenos y sonrientes se retiraron, no sin antes mostrar sus respetos hacia la ancestra.
Mientras se dirigían a su morada, los demás habitantes del lugar, se acercaban a la joven pareja a fin de saludar al pequeño, todos estaban realmente muy felices por la llegada del bebé, si bien había una que otra mirada desconcertada al notar la peculiaridad del mismo, solo bastaba ver las sonrisas de los padres para que todos entendieran que no tenían nada de qué preocuparse.
Al llegar a casa, Shellybeth se recostó con el pequeño para descansar y amamantarlo.
Piler, por otro lado, mirando con mucho amor la escena, se dirigió a encender el fuego para preparar la comida. Ahí, mientras Piler movía la leña con un pincho, Shellybeth acariciaba al pequeño, casi como si tuviera la necesidad de inspeccionar cada parte de él; con el dedo índice, suavemente tocaba sus mejillas, luego, el contorno de la nariz, el lóbulo de su oreja y cada uno de los deditos del bebé en tanto que éste movía ligeramente sus extremidades, emitiendo leves sonidos como balbuceos normales de un pequeño recién nacido.
Fue entonces que Shellybeth levantó la mirada y se encontró con Piler observándolos con una expresión desconcertada y con suma concentración. Al notar que había captado la atención de Shellybeth, suavemente señaló el fuego, pues este parecía moverse al ritmo de los sonidos balbuceantes del bebé. El fuego aumentaba y disminuía su intensidad de manera muy extraña. ambos se miraron mutuamente...
—Trataré de no quemar la comida —dijo repentinamente Piler relajando su rostro y esbozando una sonrisa, que ambos compartieron.
Mas tarde, llegando el atardecer, en el centro de la tribu, todos organizaron una fiesta de bienvenida en honor al nuevo bebé. Esta era una tradición común ante la llegada de un nuevo integrante a la tribu.
La tarde se cubrió de hermosas vestimentas llenas de colores brillantes, fogón, deliciosa comida y cánticos alegres que invitaban de manera irresistible a bailar en caluroso acogimiento.
Shellybeth y Piler, estaban muy felices, hablaban de cómo adaptarían el lugar para proteger la delicada piel de su hijo y cómo se organizarán para enseñarle a ser el mejor arquero de todos los tiempos, pues en honor a los dioses, no podía ser menos.
Cuando, repentinamente, se aproximó la madre de Piler diciendo:
—Es momento, vamos.
Pronto, se encaminaron al centro del gran festejo donde todos comenzaron a disminuir gradualmente su algarabía, silenciando momentáneamente aquellos hermosos cánticos, y así, con amplias sonrisas sobre sus rostros, cedieron la palabra.
—¡Demos la bienvenida a esta gran familia que somos como tribu, a este hermoso niño que ha llegado a nuestras vidas en nombre de los Dioses! ¡Todos lo amaremos y protegeremos para que crezca grande y fuerte como cada uno de nosotros! —dijo Piler levantando al pequeño para que todos pudieran verlo.
Fue en ese momento cuando el cielo se hizo lugar en la celebración, soplando vientos que apagaron el enorme fogón y no quedó más que la luz brillante de la Luna en un cielo totalmente cubierto de refulgentes estrellas, Shellybeth, mirando hacia la Luna, proclamó:
—¡Wilub Nii! —enunció, dejando que el viento acariciara su rostro.
Todos, instantáneamente, retomaron nuevamente sus cánticos agregando, esta vez, el nombre del nuevo integrante.
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El Rey Blanco
De TodoUna historia ubicada en América durante los años 1500 donde nuestro protagonista Wilub Nii un joven indígena que se enfrenta a terribles dificultades y situaciones a causa de la invasión europea. Sumando a esto una condición especial con la que naci...