3- EL HIJO DE LA TRAGEDIA

0 0 0
                                    

Oleka era una chica atípica. Su peinado mohawk (1) recordaba una crin de caballo, usaba maquillaje negro muy contrastante con su cutis lechoso y gustaba vestirse de cuero, como Amsil. Este la llamaba mi hermana de acogida a pesar de que ya no compartían el mismo techo. A ella le hablaba de tus padres; éstos, si se los mencionaba a cualquier otra persona, se convertían en Los Tipos. No guardaba ningún recuerdo positivo de ellos, aunque tampoco los odiaba. Era muy famoso el caso de Amsil, el muchacho que vivía con los luchadores gun de cuya perversión había que rescatarlo; y ellos se habían sentido llamados por el Señor para tal misión, y eso era todo. Muy posiblemente ellos sí habían terminado detestándolo al devolverlo al albergue de Minoridad, reconocimiento simbólico de un fracaso que no se hubieran permitido de no haber sido porque con una rebelde en la familia ya alcanzaba.

Al hijo menor, de siete años, lo llamaban Tesorito o Mi Tesorito. Así también lo llamaba Amsil, burlonamente, y a veces también la propia Oleka, aunque su verdadero nombre era Petrus. Era un delincuente de siete años que ya había aprendido que combinando berrinches y santurronería obtendría lo que quisiera de sus padres; y naturalmente, para éstos, cualquiera que se opusiera a sus caprichos pasaba a ser el malvado de la historia. Oleka, como hermana de sangre y por saber que en el fondo el chico era una víctima más de sus fanáticos padres -que en el sagrado nombre de Elius (2) cometían toda clase de insensateces y a veces cosas peores-, intentaba tenerle paciencia. Se la tenía más que cualquier otra persona que conociera Amsil, después de Los Tipos, suponiendo que lo de ellos pudiera calificarse de paciencia y no de supina estupidez.

Podría pensarse que después de curtirse con semejante ejemplar, Oleka estaría preparada para enfrentarse a cualquier otro crío. Pues no. Creyéndolo ella misma, se había presentado como postulante a un trabajo de niñera en un barrio de clase alta de Tipûmbue... y había salido huyendo, pasándole luego el dato a otras chicas, que no habían querido saber nada pese a que la paga era razonable. Agotada cualquier otra opción, le había hablado del asunto a Amsil, quien se había comunicado vía esfera humeante con la señora Iula, madre de la criatura. La mujer, tras algunas dudas, había decidido darle una oportunidad al muchacho, quien se había presentado como hermano de Oleka.

Por eso Oleka y Amsil estaban allí ahora. Era un barrio de clase media bastante bonito, pero la casa que señaló Oleka no lo era tanto:

-Ahí.

Vivienda pequeña, planta baja y primer piso, pero de paredes descascaradas, agrietadas y maltratadas por la humedad y un jardín con algunas flores mustias y mucha maleza.

-Amsil... no seas testarudo. No vayas-dijo Oleka, en tono casi de súplica.

-Tengo que ir-respondió Amsil, pensativo.

Oleka preparó un akulliku (3) con ingredientes tomados de una chuspa (4) de lana de wanaku (5) que llevaba al cuello. Ante la mirada lánguida de Amsil, quien desde que llevaba vida sedentaria en Tipûmbue se había habituado a coquear, como lo hacía la población local, le convidó también a él.

-¿Por qué tienes que ir?-replicó, lanzando un bufido de contrariedad-. Ya sé, no me digas nada: diste tu puta palabra, y tus Tatas te enseñaron que la palabra dada es sagrada, y bla, bla, bla...

-Algo hay de lo que dices, pero otra cosa mucho más allá, algo que no podría precisarte; así que no me hagas muchas preguntas, porque no sabría qué contestarte. De todos modos, el miedo no existe, es una elección, dicen, y encima estoy protegido nada menos que por el poderoso Changó, ¿no? Quedaría feo deshonrarlo mostrándome muy cagón, me parece.

LA CORONA DE LUZ 3: BROMAS MACABRASWhere stories live. Discover now