4- TRAS LA PISTA DE GARRA SANGRIENTA

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La mujer avanzaba de prisa en la noche, envuelta de pies a cabeza en vestiduras flotantes que ni siquiera le dejaban ver bien el rostro. Caminaba por un área urbana desierta y mal iluminada; el peor lugar para una mujer sola, pero ella andaba sin la menor vacilación y con paso firme y seguro. En medio de la desolación del paisaje nocturno que la rodeaba sólo destacaba la figura tétrica un edificio, el mismo hacia el que ella se dirigía. Tras unos cuantos años inacabado y abandonado, un grupo mapuche lo había terminado por su cuenta, acondicionándolo para abrir en él una cantina llamada primero Köña Rüpü y luego Guatrache antes de recuperar por breve tiempo su antiguo nombre. Había sido el boliche más famoso de La Tipûmbue Invisible, el conjunto de barriadas paupérrimas de la ciudad, antes que tuviera que cerrar las puertas, vencido por la crisis económica y el acoso a los extranjeros pobres en general y a los mapuche. Impuestos impagables y continuas redadas policiales habían sido más fuertes, en teoría y para satisfacción de la oligarquía indignada con aquel local que proporcionaba esparcimiento a la chusma y hasta quitaba clientela a los establecimientos decentes; pero los mapuche no eran de rendirse así nomás.

Ante este lugar se detuvo la mujer y golpeó la puerta. Un par de ojos aparecieron por una mirilla.

-¿Sí?...-preguntó desde adentro una voz masculina.

-Auka mapuche karha-contestó la mujer, con acento de autoridad en la voz, pero sin llegar al autoritarismo.

-Adelante-respondió el otro, abriendo la puerta.

La mujer entró y reconoció en la penumbra a Huenchullán, el otrora camarero de la cantina, que ahora continuaba clandestina y ocasionalmente su antigua labor.

-Buenas noches, señora-saludó él.

-Buenas noches-respondió ella-. ¿Dónde está?

-Al fondo, en la mesa de siempre.

La mujer avanzó con paso elástico y grácil, y su recio calzado resonó en las sombras y el silencio triste del lugar habitado por fantasmas de tiempos mejores. Caminó entre las mesas vacías con restos de polvo en ellas, mirando en todas direcciones. Por lo visto ignoraba cuál mesa era la de siempre. Entonces alguien llamó su atención con un chistido desde algún rincón devorado por las tinieblas y hacia allí caminó ella, pero se detuvo a cierta distancia.

-Enciende la luz, por favor-dijo-. Quiero estar seguro de que realmente eres tú... y ver quién te acompaña. Creí que vendrías solo.

-De acuerdo-respondió una voz masculina-. Por cierto, sí que te has puesto un curioso disfraz, si me permites que te lo haga notar.

Y a continuación se encendió un globo luminoso por encima del par de sujetos sentados en torno a aquella mesa. Había una tercer silla, que ocupó sentó la mujer tras observar a los dos hombres. Reconoció en uno a quien la había citado allí: el teniente Crictio, Aunque bastante joven y atlético, ya tenía unas cuantas arrugas en la frente, consecuencia de abocarse a múltiples preocupaciones relacionadas con sus deberes.

-Bienvenida, Xallax-dijo-. ¿Qué deseas tomar?

-No sé. Algún jugo-respondió la mujer.

Su respuesta resonó en el local vacío con tal claridad, que Huenchullán la oyó desde la distancia y fue a revisar sus existencias frutales.

-¿Quién es él?-preguntó Xallax, descubriéndose y dejando ver un cráneo afeitado y un par de ojos grises, duros y helados como el invierno.

LA CORONA DE LUZ 3: BROMAS MACABRASWhere stories live. Discover now