Recién el jueves por la tarde se enteró Amsil de que finalmente se le permitiría asistir a la reunión en Koña Rüpü.
-Mucho no nos gusta que se haga tan tarde-le dijo Oriâto-; pero Kobbe explicó que antes no puede ser, por cuestiones de horarios de trabajo. Convinimos en que te traerá en vimâna alguien de fiar, más concretamente un guerrero llamado Argio que sirve en la policía.
A mí justamente tenía que tocarme que me trajera un pánfilo sin gracia como Argio y no un hombre guapo como Guarambare, pensó Amsil. Pero luego recordó que Guarambare ni siquiera iba a asistir a la reunión, y además lo asaltaba de repente una vaga inquietud: ¿y si Guarambare fuera Garra Sangrienta? Él mismo había admitido que mucha gratitud hacia los gun no sentía, puesto que, preocupados exclusivamente por su propia causa, no lo habían apoyado en su lucha por los derechos de su pueblo. Tal vez no sólo no sintiera gratitud, sino que se sintiera rencoroso y vengativo. Y jaguarete-ava era un término guaraní.
Pero pensándolo bien, ¿qué demostraba esto último? El vocablo se refería a un hombre que se transformaba en fiera, fenómeno universal aunque cada cultura le diera un nombre diferente, según se le había dicho a Amsil. En Anahuac, por ejemplo, lo que en Largen y países vecinos se conocía como jaguarete-ava recibía el nombre de nahual. Por lo tanto, no importaba qué origen tuviera el asesino; podía ser hasta aotearoano aunque se hablara de él como de un jaguarete-ava. Y si Guarambare fuera el asesino, ¿no le hubiese convenido no hacer tan ostensible sus ánimos hacia la comunidad gun, para que no sospecharan de él? ¿O Amsil intentaba justificarlo porque le gustaba? Mejor dejo las averiguaciones para la Policía y no desconfío de Guarambare ni más ni menos que de cualquier otra persona, razonó.
Ese mismo día, después del almuerzo, llamó a Zumbi para comunicarle que por el momento abandonaría las clases tanto de capoeira como de musangwe. Se disculpó por haber sido un aprendiz flojo y desganado y prometió ser más dedicado si optaba por retomar el aprendizaje más adelante.
-No hay problema, gatinho-respondió el pindorameño-. Sé lo que es dudar mucho. Aquí me tienes, todavía sin saber si decirle o no a Kobbe lo que Jovanka vio realmente en su mano. Por más que Guarambare la considere una charlatana, yo todavía no estoy muy convencido. Parecía saber bien de qué hablaba.
-Pero si Jovanka dijo que sería inútil tratar de detener lo inevitable, porque lo que está escrito, escrito está, o algo así...-respondió Amsil.
-Y encima todavía me da vueltas en la cabeza aquella historia que contó la vieja Astrid, la del dios tonto que aprisionó a traición al lobo predestinado a asesinarlo y con ese ardid sucio le generó tal rencor y ansias de venganza, que terminó provocando él mismo lo que había querido evitar... Sí, quizás tengas razón, Amsil, pero uno siempre queda con la duda... Lo consulté con Bisimwa y Tāne, pero ellos tampoco están seguros de lo que debemos hacer... ¡Y mañana a la noche ya es la reunión! En fin, nos vemos mañana. Paso a buscarte, garoto.
Más difícil fue animarse a llamar a Muranda para comunicarle que abandonaba también el aprendizaje de musangwe. Muranda, un colosal y forzudo shona de Zimbabue, era tremendamente irascible, hecho que le había valido los apodos de Amazimu y Okutu Kwaku. Este último se lo había puesto Bisimwa y era el nombre de un enorme simio africano de aspecto temible y sumamente peligroso si se le molestaba, aunque pacífico si se lo dejaba en paz. Como Amazimu designaba a cierto tipo de ogro o monstruo, Amsil creía que era el mote que mejor le calzaba a Muranda. Tuvo que soportar que le rugiera del otro lado de la esfera humeante:
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LA CORONA DE LUZ 3: BROMAS MACABRAS
FantasyTercera entrega de la saga LA CORONA DE LUZ, iniciada con LA TRAVESÍA DEL HUÉRFANO. A casi un mes de que concluya la condena a prisión de Azrabul en el presidio de Despeñadero de los Jotes, una lúgubre aparición inspira vagos presagios a Gurlok, qui...