Era la madrugada del lunes cuando Amsil despertó seguro de haber soñado por tercera vez con Aiko, y frustrado por no recordar más detalles que ese, encendió una bola de luz que quedó suspendida por encima de su cabeza y tomó su espejo mágico manual. Esta vez tenía más esperanzas de éxito que la primera vez, porque un nombre podía servirle de punto de partida, cosa que hasta ese momento no se le había ocurrido:
-Aiko-dijo.
Y cuando más tarde, desde la casa de Iula y cuidando a Motmûr, se comunicó con Gurlok usando su esfera humeante, todavía le duraba la rabia:
-¡¡¡Un laúd!!!-exclamó, exasperado-. ¡Eso me mostró el puto espejo, Tata! ¿Usted me puede explicar qué tiene que ver con lo que le pedí que me mostrara? ¡Estos cachivaches que inventan ahora no sirven para nada! Oriâto me quiso matar cuando fui a desayunar con la familia, porque cuando vi eso grité una puteada, no pude contenerla, ¡y eran las dos de la mañana! No sólo lo desperté a él; también a Pozênka, a Neko, a Oru y probablemente a medio barrio. O sea que él tenía razón en enojarse, pero qué quiere, ¡me salió del alma!...
-Bueno, bueno, chango. Mejor cálmese y en el futuro, durante la noche, ponga bien lejos de su cama ese cachivache, no sea que la próxima vez que le falle le venga la tentación de romperlo. De día y con la cabeza más fresca, puede que recuerde que le saldría caro uno nuevo; además de que, si otra vez se pone a putear a gritos, por lo menos la mayor parte del vecindario estará despierto.
-Muy bien, Tata, cuídense usted y Afre.
-Usted más, chango, adiós...
Tras cortar la comunicación con su Tata, Amsil, tomó el zoótropo, que descansaba a su diestra, sobre la cama de Motmûr. Aquel objeto lo tenía fascinado. Por enésima vez, procedió a darle cuerda para ver al vifaru embistiendo.
-¿No te cansas de ver siempre lo mismo?-preguntó Motmûr, a su izquierda-. A mí, a la décima vez, me aburrió.
-Es que me recuerda algo, y no sé exactamente qué-contestó Amsil, sin dejar de mirar por las rendijas del zoótropo.
-Si por lo menos hubiera otras tiras para reemplazar esa, sería otro cantar, tonta tira de la bestia a la carga y colocar otra, sería distinto. Al menos habría más variedad para ver.
-Hay otras tiras, de hecho-contestó Amsil.
-¿Cómo lo sabes?
Amsil quedó pensativo. Verdaderamente: ¿cómo lo sabía?
-Deducción, supongo-razonó-. Es un hecho que esta tira se puede quitar; si se puede quitar, es que pueden colocarse otras. O...
Motmûr quedó a la espera de que Amsil continuase hablando, pero el muchacho había quedado demasiado ensimismado.
-¿O...?
-O tal vez tuve antes un zoótropo y por eso sé que suelen venir con varias tiras-respondió Amsil-. En otra vida, porque en esta, ni con palitos y piedras podía jugar mucho viviendo con el posadero.
-¿Qué se siente estando loco, Amsil?-preguntó con franqueza Motmûr.
-No sé otros, pero yo me acostumbré a mi locura y ahora me encanta. Nunca me aburro-respondió el joven, sonriendo; pero enseguida se puso serio y dijo, señalando el mismo cajón del mueble donde solía guardarse el zoótropo:-. Las otras tiras están ahí adentro, en una caja de madera-y dicho y hecho, al acercarse al mueble y abrir el cajón correspondiente encontró allí la dichosa caja.
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LA CORONA DE LUZ 3: BROMAS MACABRAS
FantasíaTercera entrega de la saga LA CORONA DE LUZ, iniciada con LA TRAVESÍA DEL HUÉRFANO. A casi un mes de que concluya la condena a prisión de Azrabul en el presidio de Despeñadero de los Jotes, una lúgubre aparición inspira vagos presagios a Gurlok, qui...