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La película favorita de Gerard siempre fue Forrest Gump, desde que tiene memoria. Guardaba el disco en el cajón debajo de la televisión, siempre a su alcance, que no le costara mucho sacarlo para después reproducirlo.

Amaba la actuación de Tom Hanks. Y amaba el guión, tanto como las referencias y el ridículo humor de la película que por alguna extraña razón, lo hacía reír.

Cuando su falta de sueño lo obligaba a salir en las noches, recordaba con expresión divertida la frase "¡Corre, Forrest, corre!" Y entonces, el estar despierto a las tres de la mañana no parecía una aventura tan odiosa. Era así desde que su trastorno comenzó; imitando a Forrest Gump en la calle frente a su casa, sus pasos desenfrenados golpeteando contra el pavimento usualmente mojado. Solía llover mucho. Aprovechaba, además, la ocasión para ejercitar sus piernas debiluchas.

Noche tras noche, Gerard corría y corría tanto como sus pulmones le permitían, --que no era mucho-- y en las noches malas, cuando de verdad quería dormir y no lo lograba, se conformaba con caminar, cabeza gacha, insultando al ambiente. Los vecinos ya se habían acostumbrado al loco con cabello teñido y tirabuzón corriendo a las tres de la mañana, e incluso se formulaban leyendas entre los niños de preescolar y primaria.

»Dean me dijo que el Rojo,« como habían decidido apodar a Gerard, »se llevó a su hermano anoche porque no se comió la cena.«

Las madre reían durante las reuniones en cafés, porque el mito del Rojo resultaba favorable en cuanto a hacer a sus hijos obedecer, ellas sabían que el vecino de la casa 205 nunca llegaría a causar estragos, a expeción de la vez que Gerard orinó el arbusto de la casa 197. Estaba borracho, y cansado. Esa noche no tomó sus pastillas.

Claro que los demás no sabían que, para Gerard, la situación no era muy divertida. No sabían de su insomnio crónico y de irritabilidad a las seis de la mañana, a él no le causaba mucha gracia.

Se le considera crónico después de seis meses sin notar mejoría- hacía tres años no llevaba una noche de sueño completa.
A veces escogía tomar, lo cual ayudaba bastante. Caía rendido en los brazos cáludos y amables de Morfeo, esos que sólo en contadas ocasiones lo abrazaba. Aunque era una cosa o la otra; despertar tanto irritado como cansado o crudo y enfermo, muerto en vida.

Sólo guardaba unas cuantas botellas en la vitrina, para las noches tristes.
Quería evitarse el seguir los pasos de su padre.

Fuera de eso, era una persona bastante alegre, pero la falta de sueño pronto alarga las garras y toma por completo y el cuerpo y vida del que haya elegido como víctima. Ahora la mejor parte de su día eran sus momentos de Forrest Gump en la madrugada.

Habían sido tantas noches que ya podía saber en qué casa se encontraba con sólo pisar el césped.
La familia de la 209 tenía bastante dinero, el pasto siempre estaba podado, más que el de las demás casas, y siempre despedía una brisa agradable que manchaba las calcetas de Gerard con un verde amarillento al terminar su carrera. Por las veces que había escuchado a las mujeres discutir sus chismes y cosas de amas de casa, sabía que el señor de la 180 engañaba a su esposa con la del 203, dos casa al lado de Gerard.
Él mismo los había visto, pero no era de su incumbencia.

Era capaz de relatar las vidas de todas las personas dentro de ese vecindario de casas color naranja, constaba de cuatro cuadras, con más familias destruidas que en el resto del planeta, dos autos en cada cochera y un juego de columpios, si el niño tenía suerte.

La intención inicial en cuanto salir a caminar en las noches de insomnio era meditar, relajarse y regresar a la cama, como el doctor lo había recomendado, sin embargo, como ya ha sido mencionado, Gerard prefería correr y tomar detalles del lugar donde vivía, tres años después, la rutina se había vuelto tediosa, y la única casa que permanecía desconocida era la 221.

Insomnio  -Frerard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora