Capítulo 23: Gracias a ti, mi niña

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-¡Ya están aquí!- gritó Julián parándose de un salto del sillón. Llevábamos un rato armando un rompecabezas juntos cuando el fuerte sonido del timbre nos interrumpió. Me incorporé de la alfombra con forma de pelota de béisbol y tomé asiento en uno de los sillones mientras mi cuerpo temblaba descontrolado Sentí como una gota de sudor me recorría la sien mientras que escuchaba lentamente como 2 voces desconocidas irrumpieron en el recinto. -¡Que sí mamá! Te prometo que nos estamos alimentando bien, ¿cómo cuidaría de Anna si no cuido primero de mi?- la voz de la mujer respondió algo que no comprendí y una fuerte carcajada de Julián y de otro hombre resonó en el pasillo de la entrada. Enderecé mi columna y me senté como creo que deben hacerlo las niñas de familias adineradas, refinadas, educadas y esperé unos segundos cuando escuché la voz de Julián llamándome -¡Voy!- me levanté y caminé hasta donde estaban pero, antes de llegar, sentí como caía de bruces en el piso luego de haberme tropezado con mis propios pies. Las ágiles manos del pelotero me tomaron en brazos, levantándome al segundo de que había caído -¿Te hiciste daño amor?- negué y le sonreí, intentando ignorar el dolor que sentía en mis rodillas. Al incorporarme, crucé miradas con la madre de Julián, una mujer de mediana edad con los ojos idénticos al del pelinegro. Al verme, esbozó una tierna sonrisa y se acercó para abrazarme -Me alegra conocerte al fin, Anna. Julián nos ha hablado mucho de ti, mi niña.- puntualizó y su gran y fuerte abrazo me hizo sentir gran confianza -Mucho gusto.- dije en un susurro, agachando la mirada -Levanta tus ojos, amor.- dijo con suavidad el pelotero, tomándome por la mejilla para cruzar miradas por primera vez con Antonio, el hermano de Julián. Al hacerlo, noté el indudable parecido con su hermano, pareciendo casi gemelos. Con ojos igual de penetrantes y una imponente cabellera negra, ambos tenían la misma sonrisa y mirada, pero los diferenciaba una prominente barba, la cual estaba ausente en el rostro de Julián Amador. -¡Ven aquí, sobrina!- me gritó y se agachó hasta mi altura, abriendo los brazos e invitándome a un abrazo como lo hace Homero León. Sin saber exactamente por qué, corrí a sus brazos y lo abracé. Sus fuertes brazos me rodearon y me levantaron ligeramente del suelo. -Es un placer conocerte, gracias por llegar a nuestras vidas.- ¿Nuestras vidas? Sentí como se me formaba un nudo en el estómago y las lágrimas de alegría amenazaban con salir por mis mejillas Me aceptan. Una lágrima corrió por mi mejilla y el sentí como la limpiaba al instante el hermano del pelinegro. -Vamos, es casi hora de la comida, hoy pedí algo especial de comer.- finalizó Julián y me tomó entre sus brazos para fundirnos ahora los 4 en un gran abrazo. Así se siente tener una familia. 

Entramos a la cocina y, pasaron unos minutos, cuando el timbre sonó de nuevo y Julián regresó con varias cajas de pizza en sus brazos. -¡Llegó la comida!- sonreí emocionada y observé como todos ayudaban a poner la mesa. Ayudé también hasta que Julián me sentó en mi sillita alta y abrochó las correas -Mi princesa no tiene que trabajar.- me sonrojé por un instante mientras todos tomaban asiento alrededor de la mesa y tomaban pedazos de pizza -¿Pepperoni?- asentí ante el comentario de Antonio, quien puso un delicioso pedazo en mi plato con dibujos de animales de la selva. -¿Quieres soda, mi amor?- preguntó la madre de los peloteros, a lo que asentí y vi como la servía en uno de mis vasos de plástico. -Ten.- la tendió y le agradecí con una gran sonrisa -¿Cómo va la temporada, hermano?- preguntó Julián a Antonio, quien se sonrojó ante la pregunta pero agachó con tristeza la mirada -Creo que pronto van a desactivar mi carta... Tiene como 2 semanas que no salgo del bullpen.- sentí unas irremediables ganas de abrazarlo. Su cara de tristeza era tan parecida a la de Julián que sentía como se me retorcía el estómago de pensar en verlo triste. -No lo creo, caballo. Yo creo que ahora están teniendo una mala racha y por eso no estás jugando. Tu no eres relevista, eres un pitcher para cerrar los juegos y es difícil acomodarte cuando el equipo va mal.- puntualizó Julián -Escucha a tu hermano, Tony. Seguramente podrás jugar antes de que termine la temporada. Aunque claro, siempre está la opción de cambiar de equipo.- comentó la mujer a lo que ambos torcieron la mirada -Lo último que quiero es regresar a la Liga Invernal... No tengo equipo alguno que me quiera en la de Verano, como a Juli.- observé como se tensaba el pelinegro y por instinto tomé su mano por encima de la mesa -Recuerda que siempre hay lugar para ti en los Escarlatas... El presi me lo ha dicho siempre. Sabe que eres un gran refuerzo.- Antonio negó nuevamente -Me costó mucho salir del país a una liga que no fuera la Invernal o la de Verano.... Fueron años de trabajo que no quiero tirar a la basura, Julián.- la conversación se tornaba tensa a cada segundo que pasaba, finalizando con el buen rollo de hacía unos minutos. -Tu y yo sabemos bien que trabajamos a marchas forzadas por papá...- escucharlo hablar sobre su padre era algo que, a leguas, se notaba no le gustaba al jardinero central de los Escarlatas. -Él ha preguntado por ti últimamente.- Julián se tensó al escuchar esas palabras de los labios de su hermano, cerrando con fuerza su puño derecho por debajo de la mesa. -Si quiere saber algo mío, que me busque. Y no quiero hablar más del tema.- puntualizó y dio un fuerte trago a su cerveza, clavando la vista en su celular y frunciendo el ceño. -¿Estás bien?- pregunté tomándolo nuevamente por la mano. -Sí, Anna. Ahora termina tu pizza, que se hace tarde para tu siesta.- finalizó con dureza y opté por callar y terminar lo que tenía en el plato, algo asustada por la reacción del pelinegro

La pequeñita de papáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora