Capítulo 29: Eres mi bebé, nunca lo olvides

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-Anna, ¿ya me tienes una respuesta?- en esta ocasión fui la primera en llegar al campo de entrenamiento, por lo que al verme, el coach Esquivel me invitó a responderle con sinceridad y sin temor a lo que dijeran las demás compañeras. -Coach, agradezco mucho su ofrecimiento y me encantaría intentarlo...- el hombre sonrió -Pero me daría vergüenza equivocarme y tirar a la basura el rendimiento del equipo.- dije por lo bajo -Anna, quiero que me mires a los ojos.- dije, levantando la mirada del piso. -¿Sabes lo que es un equipo?- clavé la mirada en sus penetrantes ojos negros -El diccionario define equipo como un grupo de personas que realizan una actividad o tienen un fin común... ¿En algún lado dice que si uno se equivoca el trabajo de todos se va al caño?- preguntó con severidad. Negué con la cabeza y tragué saliva con dificultad -Tienes muchas aptitudes para ser receptora y creo que te vendría bien, es un puesto importante en el equipo.- me sonrió, aligerando el ambiente tenso -Puedes intentarlo y si no te agrada regresas a jugar infield, ¿te parece?- asentí más confiada y le devolví la sonrisa -En ese caso, ¿alguien te acompaña en la grada? Para informarle del cambio de posición y comentarle que será temporal hasta que decidas si te gusta o no.- asentí y lo acompañé hasta donde estaba Julián, quien traía puestos unos lentes para el sol típicos de cuando juega con los Escarlatas y venía vestido con un conjunto casual de vaqueros y camisa blanca. -Julián... ¿estás ocupado?- Levantó la vista del teléfono y me sonrió -Para ti, siempre estoy libre, pequeña. ¿Qué pasa?- preguntó al ver al entrenador a mi lado -Quiero ser catcher, Juju.- 

***

-¡Gran entrenamiento, chicas!- nos hincamos sobre una rodilla y escuchamos atentas la charla del entrenador Esquivel. -Nos vemos mañana... Tendremos entrenamiento especializado por posiciones, les mando por mensaje lo que necesita traer cada quien.- asentimos y choqué la mano con todas a manera de despedida -¿Cómo te fue en el examen de matemáticas, Anna?- me preguntó Xime mientras guardábamos las cosas del entrenamiento -¡Bien!- sonreí, pensando en Eric y en cómo nos había ayudado estudiar para pasar el examen. -¡Qué bueno! Oye...- la miré un instante -¿Qué hay entre tu y el rubio?- me sonrojé y aparté la mirada -Nada... Es un amigo.- dije, tragando saliva con dificultad -Se ve a leguas que te encanta... ¿no quisieras que fueran novios?- negué rápidamente, apresurándome para terminar de limpiar y guardar las cosas para evitar más preguntas incómodas -Es un amigo nada más.- terminé tajante y cargué mis cosas, escapando del interrogatorio. ¿Me gusta Eric? Temblé de solo pensarlo mientras la cara me ardía de rubor. Caminé hasta encontrarme con el pelinegro, quien se ofreció a cargar mis mochilas. -Amor, ¿quieres ir a comprar tus arreos de catcher?- negué rápidamente -Ni siquiera sé si me gustará... No quiero que gastes más dinero en mi.- dije mientras caminábamos al auto.

-No es un gasto si se trata de ti, mi amor.- me sonrió y subió las cosas a la cajuela antes de ayudarme a subir al auto, abrochando mis correas con amor. -¿Te sientes bien?- me preguntó dejando una tierna caricia en mi mejilla -Sí... estoy bien, Julián.- sonreí intentando tranquilizarlo -¿Segura?- sentí con la cabeza a la par que el pelinegro me dejaba un bonito y tierno beso en la frente -Sé que tienes algo... Pero no te presionaré para que me cuentes. Sabes que puedes contarme lo que tu quieras, mi niña.- me sonrió y cerró la puerta para luego subirse en la silla del conductor -¿Cómo te fue en la escuela, amor?- miraba la ventana pensando en la oportunidad de ser receptora del equipo -Me fue muy bien, ¡saqué 8.5 en el examen!- el pelinegro sonrió y lo pude ver a través del reflejo del retrovisor. -Me alegro mucho, mi amor. Veo que te sirvió estudiar con Eric, ¿verdad?- nuevamente me sonrojé y tuve que apretar con fuerza al Señor Elefante que traía entre mis brazos para contener mis nervios. -¿Te agrada?- pregunté en un susurro casi inaudible -Te veo feliz y eso es importante para mi, amor.- su suave voz calmó mis nervios y el miedo de decir la verdad -Es un buen chico, se puede ver que tiene buenos valores y me da tranquilidad que conoce la dinámica que tenemos y, más aún, que la comparte.- sonreí y dejé de apretar al Señor Elefante -Con esto aclarado... ¿qué tal si festejamos tu excelente calificación con una sorpresa?-

La pequeñita de papáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora