Capítulo 5: Mi otro gran amor

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-¿Estás bien, pequeñita?- escuché detrás de mi la voz de Julián, quien con ternura tocó mi hombro por encima del suave vestido lila. ¿Estoy bien? Más bien, aquí la pregunta es ¿en qué me metí? Cunas, sillas altas, cambiadores... ¿Estoy dispuesta a todo lo que está por suceder? -Julián... es sólo que no sé que pensar.- tragué saliva con dificultad, intentando que la voz no se me quebrara. -Peque, sé que fue mucha información... ¿por qué no te sientas?- me preguntó, señalando una pequeña silla color rosa que colindaba con una mesita decorada con conejos infantiles. Tomé asiento por instinto propio, sin saber realmente porque seguía obedeciendo las órdenes del señor Amador. -Tranquila. Siéntate y platícame todo lo que quieras decirme.- me sonrió, tomando asiento en la silla que se encontraba a un costado mío. Sin saber de dónde realmente, encontré una valentía que no me conocía y le dije en un leve murmuro -¿Todos estos muebles están diseñados para adultos?- el pelinegro asintió, como si se tratara de la pregunta más tonta del mundo. -Sí, pequeñita. Están diseñados para cumplir las funciones básicas del bebé pero adaptados para el peso y tamaño de un adulto promedio. La idea es que me ayudes a decorar tu habitación.- ¿Mi habitación? -¿Cccocomo debo decorar la habitación?- la pregunta escapó de mis labios, sin quererlo realmente. -Empecemos por el inicio, ¿te parece?- Asentí y me tomó la mano con cuidado, con paciencia, como si fuera una verdadera niña pequeña. 

-Primero que nada, necesitaremos un lugar donde duermas. ¿Te parece bien ésta? Vi que la observabas con detenimiento, peque.- dijo Julián, señalando la cuna que había visto al entrar al recinto. Tragué saliva, sentía el sudor caer por mis sienes. Me acerqué y pasé mis manos por los barandales de la cuna, por el colchón y por las almohadas. Sin lugar a dudas, es la cama más cómoda que tendría desde hacía tanto tiempo... Asentí y agaché la mirada, escapando a los ojos de Julián. -Me gusta también, mi vida. Está muy linda, como tu.- me sonrió y tomó mi mano, llevándome a un espacio donde encontramos muchos modelos de cambiadores. -Creo que éste es el ideal para nosotros. Tiene muchos espacios donde puedes poner tus juguetes y estar cómoda mientras te cambio.- ¿Mientras me cambia? ¿Jugar mientras me cambia? ¿CAMBIARME? Me encogí por un instante sobre mi misma, desviando la mirada del cambiador color lila. -Peque, si no quieres decidir, está bien. Quería hacerte partícipe de ésta decisión para que te sintieras más a gusto con los cambios que vendrán... Pero lo último que quiero es verte como un cachorro asustado.- me sonrió y pasó un mechón de cabello tras mi oreja, invitándome a mirarlo directamente a los ojos. Sus profundos ojos negros brillaban con tristeza, como si tuviera miedo de algo. -Eeestá bbbibbien...- confirmé, clavando la mirada en sus ojos. Al asentir, su rostro formó una bella sonrisa que abarcó toda su cara. -Perfecto, mi amor. Te prometo que no te vas a arrepentir de nada.- dejó un rápido beso en mi frente y continuó caminando por el lugar, mostrándome tantas cosas como mi imaginación podía tener. 

***

-Veo que escogieron todo el mobiliario necesario, estimado.- el señor León abrazó por la espalda a Julián, sorprendiéndolo y sacándole una ligera carcajada. -¡Sí, hermano! Anna me ayudó a escoger lo que quiere para su habitación.- me sonrió y le devolví instintivamente la misma. -Muy bien... Entonces será todo el kit y además el Señor Elefante, ¿verdad, chiquilla?- Homero clavó sus brillantes ojos en los míos y, con ternura, dejó una caricia en mi mejilla. Lejos de preocuparme lo que estaba sucediendo y la familiaridad con la que Julián y Homero hablaban sobre el tema, me sentí protegida por ambos hombres, algo que tenía mucho tiempo sin sentir. Asentí y le sonreí, encogiendo mi cuerpo y escondiéndome un poco tras la espalda de Julián. -Muy bien... Haré que envíen todo a tu casa. ¿Quieren venir a cenar hoy? J.C. será el más feliz de conocer a Annita y al Señor Elefante.- dijo Homero, chocando su brazo con la espalda de Julián. -Creo que es muy pronto para reuniones, amigo. Te prometo que pronto iremos a tu casa. Saluda a J.C. de mi parte, por favor.- intercambiaron sonrisas y, tras pagar con la dorada tarjeta de Julián, me dio la mano y salimos al auto. 

La pequeñita de papáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora