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Parte (2/2).


Un Binnie de ocho añitos se encontraba de camino a la escuela siendo llevado por su padre en esa oportunidad, lo cual, era algo inusual para él, pero aún así disfrutaba el recorrido en automóvil.

Al bajarse del vehículo, siguió tranquilamente su camino hasta la entrada, viendo al resto de compañeritos con uniforme de educación física como el suyo y a las maestras brindando saludos con mucha calidez y amor, llevándolos al interior de cada aula.

Después de dejar sus cosas en ésta, salieron con sus botellitas de agua a la cancha techada que estaba junto al patio.

Hicieron pequeños ejercicios de estiramiento y dinámicas, y unos cuantos minutos después, pudieron jugar lo que quisieran; Changbin por su parte, se había ido con varios compañeritos a la cancha abierta a jugar soccer.

En esta también había un grupo de niños de cuarto grado jugando básquet, quienes les dieron algo de espacio para su partido y continuaron en lo suyo.

Fue cuando uno de los niños grandes golpeó el balón hacia afuera que escucharon un pequeño chillido, proveniente de un rubiecito con lentes que estaba sentado desayunando cerca de allí.

El nene era de un grado menor que el suyo e iba acompañado por un grupo que también merendaba ya que se encontraban en su receso, siendo consolado por ellos rápidamente.

Los chicos se acercaron al niñito con una expresión preocupada y de pena, intentando disculparse pues realmente había sido un accidente.

Changbin también se acercó hacia el menor que restregaba sus ojitos y se sentó al lado de él cuando los más grandes se fueron.

—¿Dónde te duele? —preguntó al más chico que se había quitado sus lentes para sobar su naricita, la cual señaló cuando enfocó al pelinegro— ¿Quieres una paleta?

El niño parpadeó observándolo un poco confundido. —¿C-cómo me va a ayudar u-una paleta? —preguntó con voz suavecita y Changbin le sonrió un poco, encogiéndose de hombros.

—Se te va a olvidar el dolor cuando la comas. —dijo simple y el pequeño sonrió levemente de labios sellados, asintiendo con algo de pena.

Cuando su maestra los llevó al salón, Bin buscó con rapidez las paletas que traía y salió al receso a encontrarse con el pequeño rubio, quien ahora sabía se llamaba Hyunjin.

—¿Ya no te duele? —preguntó Changbin después de quitar el envoltorio a su propia paletita de fresa, viendo como el niñito negaba con sus cachetitos abultados y los ojitos aún algo rojos, pero sin lágrimas.

—Sí me siento mejor Chand-bin hyung —dijo éste con dificultad al tener el caramelo en la boca— Gracias...

Changbin asintió con una leve sonrisa y de allí permanecieron en un tranquilo silencio, disfrutando sus chupetines. Ambos eran tímidos y un poco callados para ser niños de entre seis y ocho, pero estaban bien con eso, y lo más bonito, es que aunque no lo supieran en ese entonces, los futuros omega y alfa serían amigos inseparables.


***

Cuando Changbin entró a la secundaria, las cosas no se hicieron más fáciles.

En su entorno familiar, prefirió limitarse al hecho de hablar lo necesario con su Nana y no expresarlo directamente con sus padres, pues no importaba todo lo que él dijera, pensara o hiciera, para los mayores —sobre todo para Taehee— nada era suficiente. Todo estaba mal. Changbin estaba mal.

Fire On Fire 🫀 || MinBin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora