Capítulo 2

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Despertar nuevamente fue una serie de dolores que parecían no terminar, al principio tuvo la sensación de no saber qué sucedía a su alrededor, pero pronto llegó a él el terror del día pasado. Seguía en aquel cuarto, encadenado, pero ahora estaba solo, lo cual le hizo desesperar de inmediato.

—Santi... Santi... ¡Santi! —Exclamó horrorizado al ver que la cama del chico estaba desnuda, solo estaba el colchón y nada más, no había señal del chico que había estado ahí con él, que le había dado un poco de consuelo a su manera. Ahora estaba solo, a la deriva y aquello le hizo llorar hasta que se cansó. No podía parar, estaba desconsolado. Ojalá Santiago estuviera ahí, ojalá escuchara su voz, sus consuelos abnegados, ojalá no tuviera que escuchar esa soledad ensordecedora que le presionaba con tal fuerza que no le dejaba respirar.

Al cabo de unas horas abrieron la celda en la que estaba nuevamente, por un ínfimo segundo pensó que se trataría de Santiago, que aquellos hombres se apiadaron y le llevaban a su compañero de celda y entonces no estaría tan solo, pero no fue así. Era aquel tal Agustín, esta vez parecía más severo que antes, le dio una mirada rápida y dejó que sus hombres entraran.

—Empáquenlo, nos vamos. —Sentenció, como un juez injusto y Matías quiso correr, pero alguien le sujetó de la pierna y entonces pataleó, gritó, volvió a manotear hasta que le sujetaron con tal fuerza que su cuerpo dolía entero y volvió a perderse en la oscuridad.

Al menos, pensó, de esa forma no tenía que afrontar la realidad.

(...)

—Tengo algo preparado para ti. Estoy seguro que va a gustarte. —Agustín habló contento y con brazos abiertos recibió a su socio extranjero, quien asintió y le dio un abrazo fuerte y firme.

—Aunque tendrás que pelear por él. Hay muchos interesados y en esta subasta la mercancía es poca. Ya casi no te topas con omegas vírgenes. —Se burló Agustín y tomó de una bandeja, que una beta sostenía, un vaso de licor e invitó a su socio a tomar uno.

—Mal negocio. —La voz gruesa del hombre entonaba las palabras con un acento extraño.

—No malo, solo escaso. —Corrigió Agustín.

—Escaso. —Asintió.

Agustín vio a su omega aproximarse hacia ellos, así que le ofreció su mano y la omega la tomó, acercándose con una gran sonrisa y dejando que Agustín le enredara un brazo en la cintura.

—Lauri, ven que te quiero presentar. —El alfa parecía muy contento. —Enzo, esta es mi omega. Lauri, él es Enzo Vogrincic, es nuestro socio extranjero.

—Es un placer, señor Vogrincic. —Ella tomó la mano del alfa y este la sacudió de forma amable.

—Lamento mi español es no tan bueno—Enzo miró a Agustín para que le explicara a su omega.

—Oh, no se preocupe. Agustín ya me ha dicho, seguramente se acostumbrará, el español es muy fácil. —Dijo ella con gusto y Enzo asintió, casi un poco avergonzado.

—Bien, vamos ahora, la subasta va a comenzar. Ojalá compres algo, no seas tan cerrado. —Agustín le dio una palmada en el hombro a Enzo y este asintió con una sonrisa, se despidió cordialmente de la omega y fue hacia donde le indicaron. Sus hombres le seguían de cerca y entró en una cámara muy silenciosa, donde había un asiento y bebida esperándole.

Las subastas de ese tipo no le interesaban. Había aceptado la invitación porque Agustín quien era un buen socio se encargaba de ese tipo de entretenimiento y aunque él estuviera desinteresado en comprar un omega, no podía rechazarle la invitación ya que estaba ahí, en su país. Era más fácil cuando estaba en Europa y solo tenía que agradecerle.

Sangre en tus manos [Enzo x Matías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora