Capítulo 9. La palabra Alfa

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En el momento en el que su espalda tocó el suave colchón de la cama, fue cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo en realidad, era un momento de lucidez, dentro de la burbuja creada por el alcohol o por las hormonas, pero tampoco sintió miedo, aunque si una especie de nerviosismo que revoloteaba en su estómago, porque cuando el alfa se posicionó sobre de él, no lo encontró amenazante, ni imponente, más bien amable y apacible, parecía que quería admirarlo, por la forma en la que lo veía, quieto y silencioso, no como un depredador que atrapa a su presa, nada de eso veía en los ojos de Enzo.

Estaba convencido de que este alfa, por la razón que fuese, lo quería y sobre todo lo deseaba, pero no tenía intenciones de imponerse, de cobrarse a la fuerza cualquier suma de dinero que había pagado por él. Quería conservarlo, quizá como un trofeo, pero uno que se cuida y se procura. Cosa que todavía no acababa de entender. ¿Qué le daría él a Enzo que fuese equiparable a lo que deseaba?

Matías subió lentamente la mano hacia el rostro de Enzo y retiró un mechón de cabello que interrumpía en sus facciones, pero el alfa movió el rostro y besó la mano del omega que le acariciaba. Sus respiraciones se acompasaron, se hundieron en aquella suave cama, acomodándose el uno al otro, en espera de algo nuevo, el calor colisionando entre ellos era agradable, estaban cómodos, como si hubiesen hecho eso muchas veces.

—Enzo... —Matías no quería interrumpir el momento con palabras o dudas, pero al menos quería decirlo, si lo decía por lo menos sería una decisión propia y no algo echado al aire. —Quiero que... quiero que me beses. —Su voz se hizo pequeña, como un susurro, al terminar aquella frase. Besar no era precisamente el término que buscaba, pero las otras palabras le dieron vergüenza y pudor, así que no pudo decirlas, pero estaba seguro que se entendía, o eso esperaba.

Pudo notar la sonrisa que se formaba en los labios del alfa, así que estaba seguro que sabía, pero también parecía que había estado esperando el permiso de viva voz, porque no dudó, ni se esperó a confirmarlo, parecía que solo eso quería, el permiso para poder hacerlo.

Así que Matías sintió los labios de aquel alfa sobre los propios, en una posición tan íntima como aquella, en el que el alfa se metía entre sus piernas y la ropa escaseaba en ambos lados. No fue apresurado, tampoco avasallante como se lo imaginó antes, no le pedía nada, más bien lo acariciaba y reconocía sus labios en los propios, sin dudas, pero con un cuidado que le extrañaba de un hombre, un alfa, como él.

Cerró los ojos y disfrutó de la humedad y el tintineante cosquilleo en sus labios, del suave chasquido que provocaban al besarse. Matías jamás había besado, al menos no de esa manera, no en la forma en la que los amantes se besan y se acarician, por lo que sentía la cara caliente y que no era suficiente, pero Enzo no dijo nada, le besó como si quisiera enseñarle, le hizo abrir un poco los labios y lo mantuvo así por algunos momentos, antes de que se separara y volviera a verlo desde arriba, como saboreando y grabándose la imagen que tenía del omega bajo suyo.

—Eres lindo... eres el omega que quiero, Matías. —El omega miró a Enzo quien decía aquello sin pensarlo dos veces, que pronunciaba su nombre y le hacía sentir diferente. ¿Por qué su nombre sonaba diferente en la voz de Enzo? Este hablaba y de repente todo era distinto, con aquel acento esloveno que hacía vacilar las palabras en español, pero no así su nombre, lo hacía sonar firme, como una clase de realidad que Matías no sabía que existía.

(...)

—¿Qué estás haciendo acá tú solo? —Fran se acercó a Matías que estaba al pie de las escaleras. Había música muy tenue y agradable, el salón donde se estaba llevando a cabo la fiesta estaba decorado de manera elegante y soberbio, nada demasiado vulgar, todo era perfecto, con iluminación salida de un cuento de hadas y la gente platicaba con sus conocidos, el murmullo de las pláticas de todos hacía de aquello una fiesta tranquila, pero Matías tenía miedo de aparecerse ahí entre aquella multitud, solo, sin el alfa que iba a presentarlo, así que agradeció que Fran apareciera y lo rescatara de su propia vergüenza.

Sangre en tus manos [Enzo x Matías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora