Crepitar

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Esperó a que las últimas gotas de agua del grifo localizado en el patio trasero de su casa cayeran dentro de la regadera que, inclinándose, tomó luego con su mano derecha y se dirigió hacia los cientos de plantas que se encontraban frente a ella. Gracias a sus habilidades especiales había transformado el patio trasero de su casa en una pequeña jungla, un paraíso de vida vegetal, donde podía encontrarse todas, desde flores de vivos colores, hasta pequeños árboles de donde surgían los más variados frutos.

Revisó con detenimiento cada uno de los organismos vegetales, sus pequeños brotes, los botones de sus flores. Solía acariciarlas con las yemas de sus dedos y estas reaccionaban al instante a su tacto extendiendo sus tallos y hojas para alcanzarle, Layla sonreía siempre que miraba esto, cuando una de las enredaderas ansiosa por su tacto se le enredaba en uno de sus dedos.

Torcía sus labios y con su mano libre realizaba un gesto distinto, arrastraba sus dedos hacia afuera y este simple movimiento bastaba para que algunos brotes de hierbas malas u hongos comenzaran a encogerse suprimiéndose hasta desaparecer.

Sopló entonces una suave y cálida brisa que le acarició el rostro, le llevó a levantar su cara y dirigir su atención hacia la parte de arriba que se lograba filtrar entre las hojas del follaje aquella parte del techo que le traía tantos recuerdos.

Extendió su mano sin pensar, una rama acudió, serpenteó entre las plantas hasta ella y depositó un limón amarillo que ella desprendió tomándolo entre sus manos

— Si la vida te da limones— dijo mientras miraba el fruto en sus manos.

Siempre tendría en su memoria aquella frase le dijo a William Stronghold, su vecino y quien había considerado el amor de su vida desde que tenía memoria, en aquel entonces, unos ocho años atrás, había comenzado aquella travesía que cambiaria sus vidas, ingresando a la prestigiosa Escuela de Superhéroes.

El chico, gentil, tímido, pero entusiasta que vivía a su lado, siempre había sido bueno con ella, admiraba la manera en la que mantenía con una actitud humilde a pesar de ser hijo de los más grandes superhéroes que existían, buscándose comportar como un muchacho normal, aunque al ingresar terminó comprendiendo que en realidad nunca había estado fingiendo.

La pelirroja entró a la casa por la puerta trasera abriéndose en pasos entre las ramas y los tallos que se abrían a su paso, se sujetó el cabello en una cola alta y centró su atención en las fotografías que estaban a su alrededor.

Cualquier persona que viera en esa pared no pondría en duda su relación actual. En cada foto aparecía, Layla y William, desde momentos de citas, salidas con sus amigos, la graduación y el inolvidable día de su vida. Ella había insistido en poner esto a pesar de que Stronghold se pensaba en ser más reservado en esos aspectos.

Ella suspiró casi como una colegiala, sintiéndose tan soñada por haber obtenido la vida que siempre había querido, con el hombre que siempre había ansiado. Al final ya no importaba que no la hubiera elegido primero.

Entonces llegó hasta que llegó a las fotos de su primer baile, estaba su grupo de amigos y Stronghold a su lado, no obstante la imagen se veía claramente reducida, faltaban dos miembros de aquel grupo de los que denominaban asistentes, que habían terminado cambiando aquella injusta división para siempre.

Layla se tomó el brazo y suspiró echando de menos secretamente a los miembros faltantes, extendió su mano para rozar nostálgicamente aquellos recuerdos que ahora mismo solo residían en su memoria.

Su teléfono celular vibró en su bolsillo sacándola de sus pensamientos, aún observaba las fotografías mientras que del otro lado escuchó la voz de su marido.

UnlawlyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora