Papel de Arroz

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Avanzó mientras recogía su cabello ondulado en una cola alta, miró hacia arriba, observando los rascacielos frente a ella, centrando su atención en el logotipo del más cercano que versaba el nombre de: Gaia Enterprise.

Años atrás, cuando se graduó como superheroína paso un par de meses en las calles con ese nombre: Gaia, como su alter ego heroico, si bien siempre fueron gratificantes los rescates que realizaba, nunca fue muy afín a los arrestos, no le gustaba demasiado usar la violencia, además no sentía que ocurriera un cambio significativo con esto.

En una ocasión arrestó a un hombre que había buscado robar a otro a mano armada, cuando lo entregó a las autoridades se dio cuenta de que esta era la sexta ocasión que lo atrapaban, de hecho ya había estado al menos dos años en prisión, Layla entonces quiso saber por qué seguía haciéndolo, sé dio cuenta que no contaba con demasiadas opciones, su padre había hecho lo mismo que él, desde joven había estado en las calles, no había recibido ningún tipo de educación, se había enrollado con una mujer que terminó envuelta en sustancias ilícitas y él se quedó a cargo de un niño fruto de esa unión, luego de salir de prisión le era imposible conseguir cualquier tipo de empleo, él podría recibir la peor paliza de su vida y volvería a hacerlo.

Comprendió rápidamente que su camino no era ese, ni la respuesta para general un cambio real. Layla encontró entonces la manera de usar la fama de su entonces prometido para comenzar haciendo algunos proyectos de caridad, que poco a poco se transformaron en algo más. En el momento en que encontró la manera de usar sus habilidades especiales al máximo cambió todo para siempre.

Al cruzar la puerta un par de miradas quedaron fijas en ella, era una mujer atractiva y no solo de manera física, Layla era el tipo de personas que irradiaba luz, por lo que no era sorprendente que llamara la atención. Ella saludó tímidamente a algunos de ellos, cerró los ojos un instante percibiendo la atmósfera que allí se vivía.

Sus tacones hacían ruido en el piso de mármol en cada paso que daba, una chica de lentes redondos y una actitud nerviosa se aproximaba a Layla Williams con un par de papeles en la mano y un café en la otra, la pelirroja se detenía para recibirla y apenas alcanza a frenar antes de impactarse con ella.

— Buenos días, señorita Williams, espero que haya descansado— decía la chica mientras le ofrecía el café en sus manos.— es un latte doble con leche de soja.

— Una larga noche Marine, muchas gracias por el café— respondía Layla mientras le daba un sorbo a la bebida.

— Las cosas aún no se arreglan con el señor Stronghold, me imagino, no sirve de mucho ser esposa de uno de los más famosos héroes, si no se puede contar con él para lo más básico. — afirmó la chica hojeando los papeles en su mano, tarde se dio cuenta de lo que había dicho y volteó a ver nerviosa a su jefa— lamento mucho mi imprudencia señorita Williams.

Layla suspiró y se encogió en hombros, fingiendo con este gesto restarle importancia, pero no era así, lo que su asistente había dicho era realmente doloroso, pero nada alejado de la realidad que vivía y al final había sido ella, como su vida solitaria y errante la que había terminado ventilando sus propias situaciones en su trabajo esperando al menos ser escuchaba, externar todos aquellos pensamientos que le daban tantas vueltas en la cabeza.

— Descuida, no es como que no sea cierto— declaró Layla— cambiemos de tema, háblame de la agenda de hoy, camina conmigo.

— ¡Por supuesto!, tenemos una cita con algunos accionistas a las once de la mañana, una junta con los del proyecto Yssdrasil enseguida, pruebas de calidad, una reunión con las empresas Alpine, con la intención de ofrecerles nuestro sistema de filtración de residuos y doce cumpleaños.

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