JongIn

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Por una vez, llegué al gimnasio a tiempo. Solo media hora después de Chanyeol y Chen, era puntual para mí. Con mis noches tardías, las mañanas eran una lucha. Pero anoche una  vez que había sacado a los invitados de Sehun de mi apartamento y me había ocupado de la furiosa erección que me había dejado el pelinegro, que me había destrozado las  sábanas de la mejor manera, había dormido como un puto bebe.

Solo para despertarme temprano esta mañana, con el recuerdo de su sabor aun dulce en mis labios. Park Chanyeol, mi amigo desde nuestros días en Stanford, levantó una ceja poco impresionado por su reflejo en el espejo mientras hacía flexiones de bíceps. Mi definición de llegar pronto difería mucho de la de Chanyeol. Nunca había llegado a ningún sitio más de un milisegundo después de la hora acordada.

Me subí a la cinta libre junto a Chen, el tercer miembro de nuestro trío. Él habría dicho que yo era el tercer miembro, ya que él y Chanyeol eran amigos desde la infancia, pero yo me había metido en medio de los dos, así que era imposible que yo fuera el número tres. Chen me miró mientras seguía con su rápido ritmo.

—Pareces descansado por una vez.

—Sí. Me dormí a las once.

—¿En tu propia cama?

—Sí. —Pulsé algunos botones del panel de control y la cinta se puso en marcha—. Solo también. En sabanas limpias, que no mencioné. Aunque una parte enferma y asquerosa de mí había estado tentada de acostarse en el lío de aquel chico guapo. Si lo hubiera hecho, no habría podido dormir, y mi polla habría acabado escocida de tanto acariciarla. Tocó un botón y aminoro el paso hasta igualar el mío.

—¿Te acostaste solo?

—Suenas como si no me creyeras, Chen.

—No es eso. —Se limpió la frente sudorosa con el cuello de la  camisa—. No eres de los que presumen de dormir solos. Eso me lleva a creer que hay algo más en esta historia. Me tenía. Necesitaba hablar de lo que había pasado con Kyung la noche anterior, pero por primera vez, posiblemente nunca, realmente no quería compartir ninguno de los detalles más finos.

Chen me lo agradecería. Siempre me seguía la corriente, pero no estaba ansioso por saber el tamaño de las nalgas de mi ligue o los placeres de acostarse con un exgimnasta. Chanyeol se lo tomaba con calma, pero había tenido su buena ración de personas a lo largo de los años. Sin duda, cualquier cosa que tuviera que decir era noticia vieja.

Ahora que estaba con Baekhyun, que resultó ser el hermano pequeño de
Chen, aquellos días habían pasado a la historia para él. El cabrón también era el más feliz que había visto nunca.

—Hubo un último hurra —le dije.
Chen se acercó, secándose la cara con una toalla pequeña.

—¿Por qué el ultimo? —Se sentó en la máquina de circuitos frente a las cintas de correr.

—Ayer me reuní con los consultores que contrato la junta. Chen bajo la barbilla.

—¿Y? ¿Qué tenían que decir?

—Tengo mala reputación.
Chanyeol  soltó una carcajada seca.

—Eso es quedarse corto. ¿Era necesario que los asesores te lo digieran? —Como he dicho, la junta los trajo. Hicieron una evaluación completa de mi imagen.
Chen hizo una pausa en su prensa de piernas.

—¿Y que concluyeron? Sacudí la cabeza y solté una carcajada sin gracia.

—Que es una mala imagen para el nuevo director general de Kim Motora ser apodado «El CEO playboy» por la CNBC.
Chanyeol se deleitó.

—Déjame adivinar, realizaron un grupo de discusión y redactaron un informe de diez páginas para entregarte esa información.

—Incorrecto. —Le mostré una sonrisa que no sentía. Que se apoderaran de mi vida no era exactamente propicio para el buen  humor—. Fueron Quince.

Un esposo inconvenienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora