Kyungsoo

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JongIn caminaba por el salón, con una botella de cerveza entre los dedos. De vez en cuando se detenía para beber un sorbo y volvía a caminar.No se había dado cuenta de que yo estaba allí, así que me tomé un momento para mirarlo. Mi casi marido.

Se había cambiado los vaqueros y la camiseta por un traje. Y no del tipo que llevaba en la oficina. Con un traje de tres piezas burdeos oscuro, camisa negra y corbata, parecía salido de una pasarela.

La chaqueta se ajustaba a sus anchos hombros y su cintura se estrechaba al milímetro, y tuve la sensación de que, si le levantaba la parte de atrás, los pantalones se amoldarían amorosamente a su trasero.

-¿Qué llevas puesto? El ladrido fuerte y brusco de JongIn me hizo dar un respingo. Tenía la lengua pegada al paladar. El corazón me palpitaba desbocado en el pecho. Apreté la mano contra él como si eso fuera a calmarlo. JongIn dejó caer la cerveza sobre la mesita de cristal y caminó hacia mí con el ceño fruncido.

-Te he preguntado qué llevas puesto, Kyungsoo. Me miré el traje para asegurarme de que no se me había caído nada encima. Había tenido cuidado, pero a veces pasa. Pero esta vez no. El traje blanco se ajustaba como un guante sobre mi cuerpo.

-Es un traje, JongIn. Se detuvo a medio metro de mí, recorriéndome con la mirada.

-No esperaba que llevaras un traje.

-¿Estás loco? Su mandíbula se movió de un lado a otro durante varios latidos antes de sacudir la cabeza.

-Me has tomado desprevenido, eso es todo.

-Bueno... -Giré de un lado a otro para que viera mi traje-. Pensé que, ya que sería mi única boda, ¿por qué no hacerlo? Hay muy pocas oportunidades en las que un doncel puede usar un traje blanco precioso.

-Tienes una flor en el pelo -soltó.
Toqué con la punta de los dedos la orquídea de seda que llevaba sobre una oreja.

-Lo sé. ¿No es bonita? Sus ojos se entrecerraron en rendijas.

-Te estás tomando esto mucho más en serio de lo que supuse.

-Lo sé. Pensabas que llevaría chanclas. Pero, como dije, esta es mi única boda, así que me pasé un poco. Además, mírate en tu traje. Apuesto a que tu sastre trabajó horas extras para que te veas así.

-¿Cómo así? -Se tiró del nudo de la corbata, sin dejar de mirarme como si fuera el enemigo.

-Guapo, JongIn. Te ves increíble, y haces que ese traje se vea bien. Giró la cabeza, mirando perdidamente por la pared de ventanas.

-Gracias.

-¿Y? Su atención volvió lentamente hacia mí.

-¿Y... qué? Hice un suave gire y le parpadeé por encima del hombro, complacido al comprobar que estaba embelesado al verme.

-¿Estoy guapo, JongIn? Hubo una larga pausa, seguida de un graznido.

-Sospecho que sabes exactamente lo que pareces. Antes de que pudiera pedirle que se explayara -y, posiblemente, pescar un cumplido que esperaba que me hubiera hecho gratuitamente-, llamaron a la puerta principal.

JongIn salió del salón sin decir palabra alguna, dejándome decepcionado y confuso.Pero supuse que él había sentado el precedente de cómo sería nuestro matrimonio. No acudiría a él en busca de seguridad o de un simple cumplido. Éramos socios que podían follar si les apetecía, pero nada más. Me vendría bien recordarlo.

JongIn escoltó a un hombre trajeado, que se presentó ante mí como el juez Lee. Él me dijo que tenía buen aspecto. Cuando miré a JongIn, desvió la mirada hacia las ventanas.

Un esposo inconvenienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora