Capitulo VIII

149 25 26
                                    

¡¡Sorpresaaaaa!!

Tiana.

—¿Llamaste a tu hermano? —Es lo primero que dice Sharick, a modo de saludo, nada más responder mi videollamada.

Y ni siquiera me ha mirado, ya que, según veo, va conduciendo. Supongo que irá a la empresa de Jonathan, dónde tendrá lugar la reunión con la publicista. Lo cuál es la razón por la que estoy llamándola, de hecho.

—Veo que ya llegaste a Atevia —intento desviar el tema, pero... Es Sharick, con ella es imposible.

—¿Lo hiciste o no? —insiste y centra su mirada verdosa en mí, a través del móvil.

—Si. —Suspiro—. Y fue un desastre. Justo en la mitad de un silencio espectacularmente incómodo entre Jonathan y yo, aparecieron Kevin, Juli y Breiner, ebrios hasta el culo, y me ofrecieron tener una puta orgía. —Ruedo los ojos, gruñendo, cuando Sharick estalla en carcajadas sonoras, sabiendo perfectamente que no exagero.

Justo después de colgar con Jonathan, salí a buscarlos para preguntarles cómo les había ido y llevarlos a sus camas. Pero al llegar a la sala, me sorprendí al encontrarlos a los tres tirados en los sofás, profundamente dormidos. Ninguno se había despertado aún, como si hubieran olvidado que hoy es un maldito día laboral. Todos menos yo, claro, que por una vez tengo la agenda libre de las reuniones y pendientes de ambas empresas donde trabajo, acumulando experiencia antes de regresar a Atevia e ingresar a Müller Enterprise... O eso es lo que suelo decirle casi siempre a mi padre cuando me pregunta por qué sigo ganando un sueldo tan miserable en un país que ni siquiera es el mío.

—¿No llegaban hoy? —pregunta Sharick tras un momento.

—Se supone. Pero no he tenido oportunidad de preguntarles, ya que llevan casi veinte horas durmiendo en los sofás de la sala, sin importar que las cortinas están abiertas.

—¿Sala? ¿Cortinas? —repite perdida, y yo me doy tres mil puñetazos mentales, ya que esas palabras, traducidas literalmente a su idioma, pueden no tener el mismo significado.

—Salón principal y persianas —aclaro con una mirada de disculpa que ella no vé, al estar estacionando— ¿Cómo es que ya estás en Artentia? ¿A qué hora saliste de Arizona?

—He venido en jet privado. —Se encoge de hombros—. Así las distancias no son tan largas.

La miro con atención, porque Sharick no tiene jet.

—Y con buena compañía, supongo —tanteo un poco.

Ella lo considera.

—Si, supongo que las películas que me ví durante el viaje podrían considerarse de esa manera.

Me río con sarcasmo.

—¡Pero mira! —fingo sorpresa—. La Plástica Lombardi tiene sentido del humor.

Ella no se ofende ante el despectivo seudónimo, que Jonathan le puso hace años. De hecho, aunque su relación con él no es la mejor ni la más cordial, Sharick nunca se ha molestado por ello.

—¿Sabes de dónde viene el apodo? —me pregunta, apoyando la cabeza en el respaldo de su asiento tras detener el auto.

—No... —murmuro, extrañada por el repentino bajón en su ánimo.

.—Fue en unos juegos en los que coincidimos —traga saliva con tanta fuerza que puedo ver su garganta moverse—. Estábamos en Rusia. Un juez se metió en mi camerino e intentó abusar de mí... Intenté resistir, pero él era mucho más fuerte. Estaba a punto de empezar a desnudarme cuando, de repente, escuchamos la voz de alguien llamándome. Era un hombre. El juez se apartó de golpe, furioso, y empezó a insultarme. Dijo que estaba completamente operada y que mi cabello era teñido. Yo estaba aterrada, pero también aliviada, y lo único que salió de mi boca fue algo arrogante para disimularlo: «Operada o no, te mueres por tocarme. Y aunque sea teñido, no dejas de adular mi cabello».

La Oscuridad De AnthonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora