Capítulo 4

580 66 31
                                    

Álvaro

«Título: "En la sombra de tu ausencia"

Calificación: ★☆☆☆☆

"En la sombra de tu ausencia" es un desastre cinematográfico que debería haberse titulado "Clichés y Más Clichés".

Las actuaciones que vemos de parte de los actores son como si fueran de cartón. Los protagonistas parecen haber sido sacados de un maniquí. Sus expresiones faciales son tan inexpresivas que me preguntaba si estaban interpretando a seres humanos o a robots mal programados. La química entre ellos es inexistente, como si estuvieran leyendo sus líneas directamente de un teleprompter...»

Apreté la mandíbula mientras detenía la lectura. Esa mujer había subido su crítica y era como recibir una paliza de alguien que realmente te importaba. Porque así era, su opinión tenía un gran peso y jamas en todos los años que venía siendo receptor de sus juicios había recibido tal paliza como la de hoy. Debería estar acostumbrado a sus malos comentarios pero está vez, luego de lo que había susurrado entre sueños, mantuve la pequeña esperanza de que por primera vez en años, recibiría buenas palabras de su parte. Me equivoque. Jodidamente me equivoque.

—Veo que lo acabas de leer no te cayó bien —Fernando suelta el humo de su cigarrillo y me mira con curiosidad, sonriendo de lado—. ¿Acaso mi cuñada ha vuelto a destrozar tu corazoncito?

—¿Lo leíste acaso? —lo acuse, dejando atrás la crítica impresa que me trajo mi secretario. Hacía tiempo le había ordenado que cada crítica que Keila hiciera, me la trajera impresa para así poder leerla a gusto.

Me arrepentí de haber tomado esa decisión.

Al principio me generaba gracia leer sus palabras mordaces y muchas cosas que ella decía las tomaba en cuenta para mejorar, seguir avanzando.

En varias ocasiones hasta le hice unas cuantas preguntas en casa para ver qué consideraba que tenía que mejorar.

Está vez realmente me había tomado desprevenido sus comentarios.

«La química entre ellos es inexistente...»

Esas palabras me habían golpeado fuertemente. Inexistente. Temí que lo que estuviera queriendo decir no solo fuese en relación a la película, sino a algo más.

Aunque eso no podía ser posible. Teníamos química, algo de ella al menos.

De todas formas, por más vueltas que le diera a esas palabras que me había lanzado como dardos, no dejaban de clavarse en mi orgullo.

Pensé que te gustaba, Keila.

Trate de relajarme e ignorar el recuerdo de su rostro dormido, susurrando las palabras que habían iniciado toda esa absurda esperanza.

Se veía como un ángel pero luego sonreía, engatusando a todos, sin darles tiempo a considerar que ella era el mismísimo diablo. Una víbora.

—Todos lo hemos leído. Incluso mamá fue la primera. Me llamo en la mañana, muerta de risa —se carcajeó y yo me imaginé a mi madre riéndose pegada al teléfono, burlándose de esto. Fernando suspiro divertido, como si esto fuera lo más gracioso del mundo—. La verdad admiro a esa mujer por lograr destruir de tal manera una de tus mejores películas.

Apaga el cigarrillo y deja caer la colilla en el tacho.

—Si, yo también —admití y me recosté, pasando la yema de mis dedos por encima de mis párpados, infligiendo una leve presión.

Su risa gruesa resonó nuevamente en el estudio, llena de burla y diversión, provocando que ruede los ojos, irritado.

—¿Cómo te sientes al saber que tu esposa es tu peor hater? —sigue riéndose a mi costa.

La ilusión del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora