Capítulo 11

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Keila

Me gustaba pensar que era feliz.

Realmente feliz.

Que los malos entendidos jamás existieron y que pudimos ser una pareja perfecta, no la mentira que habíamos difundido. Aunque la prensa a nuestro alrededor había ido disminuyendo con el tiempo seguía muy presente en nuestra vida cotidiana.

La noche que Álvaro me confesó lo de Fernando un fotógrafo llegó a capturar el momento en el que salía del restaurante. Mi rostro parecía devastado, la perfecta personificación de la culpa y decepción. De fondo en la fotografía se podía observar a Álvaro saliendo tras de mí un poco más borroso y sin detalles pero era él. No había forma de negarlo.

Esa foto fue publicada hacía solo unos días y la nota apenas me había llegado unos segundos después de subir al avión.

Me quedé mirando la pantalla y en silencio le enseñé el título a Álvaro quien apretó los labios en señal de desaprobación.

«¿PROBLEMAS EN EL PARAÍSO? LA ACLAMADA PAREJA AL BORDE DEL COLAPSO.»

Álvaro tomó la nota que le mostraba con expresión grave. Observó la pantalla del teléfono por unos momentos antes de apartarlo y encontrarse con mi mirada. Sus ojos verdes, normalmente vivaces, ahora estaban nublados por la preocupación y la incomodidad.

—No puedo creer que hayan publicado esto —murmuró, con un dejo de frustración en su voz.

Asentí con pesar, sintiendo un nudo en la garganta que amenazaba con convertirse en lágrimas. La imagen sacada por aquel fotógrafo en la noche fatídica en el restaurante había logrado captar mi tormento interno de una manera cruda y desgarradora. Mis sentimientos de culpa y decepción quedaron plasmados en cada línea de mi rostro, mientras Álvaro, en segundo plano, parecía un borroso espectro de desaprobación y preocupación.

—No sé cómo manejar esto, Álvaro. —confesé con sinceridad, mirándolo a los ojos en busca de algún tipo de orientación o consuelo.

Él apretó ligeramente mi mano. Sabía que íbamos a tener que enfrentar esta situación juntos, sin importar lo difícil que pudiera ser.

—Lo resolveremos —prometió.

Nos quedamos en silencio por un momento, absorbidos por la gravedad del momento.

Era incómodo leer sobre las sospechas de una posible ruptura entre nosotros de parte de un completo desconocido que seguramente sin saber había tomado la foto e inventado una historia que no se acercaba a la realidad.

Si, habíamos discutido. Cómo siempre.

Si, había sido una noticia dura. Un golpe que me había costado digerir.

Si, me había destrozado pero eso no significaba una ruptura en nuestro matrimonio.

Porque un divorcio entre ambos no era conveniente para ninguna de las dos familias.

Agaché la cabeza sintiendo una pequeña migraña que comenzaba a irritarme y sentí como Álvaro estiraba lentamente su mano por la mesa para tomar la mía como señal de consuelo pero en su lugar, en vez de disfrutar de su caricia aparte mi mano y la resguarde en mi regazo.

Mi rechazo pareció no gustarle, mas no siguió insistiendo. Le hice un gesto imperceptible para no discutir sobre el tema en ese instante, no con sus padres cerca.

—Cuando lleguemos —murmuré bajo y él asintió.

Así sin más cerramos el tema y me dispuse a descansar la mente. Estaba agotada emocionalmente. Sentía que no podía más, que resistir a la montaña rusa de emociones que vivía a diario estaba consumiendo y no era capaz de soportarlo.

La ilusión del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora