── ¿Se encuentra bien?
No.
No lo estaba.
Sus brazos yacen recargados en el escritorio, haciendo de almohada para su pobre cabeza, qué se encuentra dándole puntadas tras otra, sin parar. Además de que su frente estaba ardiendo como si estuviera dentro de un infierno. En cierto sentido lo estaba.
Quizás habría sido lo mejor faltar al menos... solo por éste día.
── ¿Debería llamar a un médico?
Ante la pregunta de cuya mujer conocía el tono de voz, negó sin alzar la cabeza.
── ¿Cómo hará su trabajo? déjeme llamar a un médico.
── Estoy bien. ── frunce el ceño por tanta insistencia de su parte, no sería lo correcto dejar abandonar su horario de trabajo ahora. Más si apenas había empezado. ── pronto pasará... ── murmura en un tono bajo, elevando la vista.
Y parpadeando con confusión.
── ¿Eh?
── ¿Mm?
Era Francis.
¿Pero cómo?
Juraba haber escuchado la voz de la profesora Mia Stone. ¿Acaso era por culpa de su fiebre y comenzaba a delirar? mierda, no lo sabía.
── Tú... la solicitud de ingreso. ── pide entre palabras que se arrastran en su lengua que se vuelve pesada con pasar de segundos.
── Ahí está. ── el hombre señala el papel en su escritorio y tiene razón. sacude la cabeza y su visión se torna borrosa tratando de descifrar que es lo que pone.
── ¿Otra... emergencia?
── Sí.
── Mmmh. Está bien.
No puede ver absolutamente nada. Pero confía en que se trata de el mismísimo Francis.
── Hoy no he podido traerte leche. ── y con eso no cabe duda de que se trata de él, asiente sin darle mucha importancia a lo dicho y presiona el botón, permitiéndole la entrada.
Logra escuchar un murmuro inaudible de su parte antes de irse.
Ni siquiera se tomó la molestia de rellenar el papel de verificación.
── Buenas tardes. ── sus párpados se sienten con mucho peso encima, volteando sus ojos para ver a Francis de nuevo... se trataba de un doppelganger, no había duda, no se había esforzado en lo más mínimo para pasar desapercibido. sus cuencas negras y vacías... al igual que la cuenca de su boca.
── No eres él.
── Claro qué sí.
── Pff. ── una media sonrisa logra hacerse a un costado de sus belfos con diversión, tomando el teléfono y comenzando a marcar los números.
── Te traje leche.
── ¿Eh? ── Sí, ¿eh? ¿había escuchado bien..? de todas formas... él no podía ser el lechero, su rostro no coincidía en nada. cuando la llamada es atendida y le recuerdan que solo debe llamar en caso de emergencia nota qué no había pulsado el botón. Y por eso es que algo se le hacía extraño.
Por pura curiosidad sus orbes se pasean por la lista de los residentes que se supone deberían venir hoy.
Y mierda.
Jodida mierda.
¡Francis no estaba en esa maldita lista!
¡¿A quién rayos había dejado pasar?!
Sus cinco sentidos recobraron vida y se levantó con ímpetu de su silla, notando qué además de olvidarse del botón de peligro, se había olvidado de cerrar la puerta.
Pero entonces.
¿Por qué ese doppelganger no ingresó sin más?
El dolor de cabeza parece desaparecer por completo cuando un frío le recorre todo el cuerpo, comenzando a sudar.
Pulsa el botón sin prestarle atención al tipo, llamando al d.d.d de una vez por todas.
Cuando escucha decir que acudirán enseguida se siente con alivio, pero la preocupación sigue allí atacando su pecho.
Francis no estaba en la lista.
No.
El ruido detrás de aquella ventana se hace presente, aunque no dura nada y todo acaba muy rápido.
El D.D.D se presenta en la ventanilla.
── No hay ningún doppelganger aquí.
── ¿Qué? pero estaba ahí. ── un tic nervioso e incesante aparece en su pierna izquierda. ── lo ví, tenía cuencas negras...
── No hay nadie así.
Se tira sobre la giratoria silla, lleno de preocupación y miedo. ¿Dejó pasar a un doppelganger sin querer? ¿Ahora ellos también le dirían; " traje leche " ? eso era un gran problema. ya no podría diferenciar al verdadero Francis de los doppelgangers.
Llevó su dedo pulgar a la boca y mordió la piel con desesperación.
── Yo... yo... dejé pasar a Francis, pero él no está en la lista... cre—creo que es... ── se expresa a base de tartamudeos, el D.D.D ladea la cabeza. ── ¿pu—pueden ir a ver?
── Puedes llamarlo desde el teléfono.
Cierto.
Con rapidez tomó el teléfono negro entre sus manos, tomando el documento del piso tres del apartamento dos. Cuarenta y uno, veintidós, marcó de inmediato.
Unos segundos bastaron para que el hombre atendiése.
── Mmm... habla Francis.
── Francis, escúchame. ── su voz suena desesperada, y los latidos de su corazón se intensifican. ── ¿tú—tú saliste a trabajar?
── No. Hoy no he salido.
Y cuelga.
── ¿Y bien? ── pregunta el D.D.D a cargo.
Pero no responde.
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milk?⠀||⠀francis mosses
Randomdonde a Francis, un lechero excéntrico, siempre le sobraba un poco de leche en botella para obsequiarle al portero de su edificio.