Anastacha había olvidado su identificación, por lo que se encontraba interrogando a la infante.
── Uh... la dejé en casa.
── ¿En casa?
── Llama a mi mamá si quieres.
Sin dudarlo marcó el número de la casa, trece cuarenta y seis. Unos pocos segundos bastaron para que Nacha atendiése el teléfono.
── ¿Hola? ¿Anastacha ya volvió?
── Hola, lo hizo, pero dice que olvidó su identificación en casa.
── Oh, espere un momento.
Recostó la espalda en la silla, esperando con paciencia a que volviése a la línea, mirando de reojo a la infante por si percibía algo extraño en ella.
── Sí, aquí está su identificación.
── Está bien.
Y colgó sin recibir alguna respuesta, bufó con recelo y tomó la lista de verificación en sus manos para tacharla correctamente.
── ¿Ya está?
Asintió a la pregunta, sin más, le permitió la entrada. La vio marchar y cerró con rapidez.
Nacha era la última que faltaba en la lista de invitados, por lo que su turno ya estaba terminado.
O al menos eso creía cuando vio al mismo hombre de ayer.
── Buenas tardes. ── le saludó cortante, sus cejas se fruncen. Definitivamente era un impostor.
Hoy Francis no había salido... ¿o sí?
── No estás en la lista de invitados.
── Tuve otra emergencia del trabajo. ── ¿de nuevo? y antes de acercarse disimuladamente al botón de peligro, el hombre le detuvo con tan simples palabras. ── ¿leche?
── ¿Qué?
── Te traje otra.
Parpadea.
── Pero la otra sigue aquí.
Por supuesto, nunca se iba por ese pasillo, era un peligro ir por allí. La salida le quedaba más cerca al tenerla dentro de su despacho. Tampoco aceptaría nada que ningún vecino le ofreciera. Aunque Francis no le había dado opción.
Muerde el interior de su mejilla sin saber que decir.
── La dejaré aquí. ── nuevamente la coloca en el suelo, justo al lado de la otra botella. Ingresa la identificación y solitud de ingreso debajo de la ventanilla.
Ni siquiera las ve y aprieta el botón verde.
── Pasa.
Más que observarle por el rabillo del ojo, se marcha sin dirigirle palabra alguna, dejando en desconcertamiento al portero del edificio.
Supone que su turno ya se terminó y se cumple cuando la ventanilla se cierra, eso le trae la tranquilidad y alma a su cuerpo. No era fácil tener que estar lidiando todos los días con este tipo de cosas, menos si la vida de otras personas estaban en juego y si vivían o no, dependía de tí.
Por supuesto, habían algunos Doppelgangers muy astutos e ingeniosos. Y otros, simplemente eran muy estúpidos.
Habían vecinos amables y otros torpes, también extraños... justo como el lechero.
No era para nada sexy ese tipo de comportamiento inesperado hacia su persona. Repentinamente comenzó a regalarle botellas de leche. Ya llevaba un tiempo trabajando en el edificio y se aseguraba de ser muy respetuoso como también distante con los vecinos, apenas lograba intercambiar algunas palabras o chismes.
Y nunca llegó a intercambiar más de tres frases con el tipo, él tampoco colaboraba en aquello, era muy cortante. Pero ni siquiera le molestaba.
Pero ahora estaba con intriga. ¿Por qué?
" Le estoy dando muchas vueltas a ésto... quizás sólo es otro pobre lobo solitario... "
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milk?⠀||⠀francis mosses
Rastgeledonde a Francis, un lechero excéntrico, siempre le sobraba un poco de leche en botella para obsequiarle al portero de su edificio.