006; Julia

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« Non sono la prima opzione »
Rechazo propio

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       ALASKA observaba desde el banco con curiosidad mientras las parejas paseaban por el lugar, interactuando con los niños pequeños como si estuvieran escogiendo el cachorro más adorable en una tienda de mascotas.

Se mordió el labio con fuerza al ver cómo los adultos hacían todo lo posible por ganarse la simpatía del niño que deseaban llevarse consigo. Un quejido de dolor escapó de sus labios cuando la fuerza con la que se mordió fue demasiado y terminó cortándose accidentalmente.

Y entonces se llevó la mano al labio, donde una pequeña gota de sangre comenzaba a emerger. Volteó confundida al escuchar una risa, y al encontrarse con la mirada de Rigel, su confusión se reflejó en sus ojos.

Colombo desvió la mirada, intentando ignorar su presencia incómoda. Pero Wilde, en lugar de alejarse, se sentó a su lado en el banco, observando su perfil con una expresión ansiosa, como si estuviera esperando que ella rompiera el silencio.

El de cabello azabache se inclinó hacia la jóven, una sonrisa burlona en sus labios y sus ojos brillando con malicia, mientras observaba su herida en el labio.

—Parece que tienes un pequeño problema, Alaska —comentó, sin pena alguna, examinando sus labios—. ¿Te cortaste con tus propias garras? Qué descuido.

Su mirada penetrante buscaba alguna reacción en la castaña, como si disfrutara del malestar que causaba.

Colombo sintió un escalofrío recorrer su espalda, consciente de que quizás la tensión en el aire estaba a punto de alcanzar un punto crítico. Ella aún así se mantuvo en silencio bajo la mirada de Rigel, intentando controlar sus emociones antes de hablar.

—No es nada grave —respondió con calma, tratando de mostrar indiferencia—. Solo un pequeño accidente. No necesitas preocuparte por mí.

El chico la observó con atención, como si estuviera evaluando cada palabra que salía de su boca. Un destello de diversión pasó por sus ojos antes de que finalmente se inclinara hacia atrás en el banco, relajándose un poco.

—Supongo que tienes razón, no es asunto mío —dijo con una sonrisa, aunque su mirada aún brillaba con malicia—. Pero no puedo evitar notar cuando alguien se lastima. Parece ser una debilidad tuya, Alaska.

La castaña frunció el ceño ante el comentario, preguntándose qué quería decir exactamente Rigel con eso. Sin embargo, antes de que pudiera formular una respuesta, unas risas llamaron su atención, ganándose su mirada.

—¿No es esa Julia? —inquirió con un tono burlón, cruzando los brazos mientras se acercaba un poco más—. Parece que, al final, esa pareja sí quiere tener una hija adolescente.

LAMB | Rigel WildeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora