011; abbandono

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« La frustrazione che divora »
Una más... una más

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       EL SENTIMIENTO era extraño, pero llevaba tanto tiempo conviviendo con él que creyó que sería así para siempre. El rechazo, algo tan familiar para ella, se había convertido en una constante. No era lo suficientemente buena para ser considerada una hija; era amable, pero no tanto como la otra niña. Tenía actitud, pero no la suficiente como aquel niño pequeño.

Recordaba vívidamente los pequeños gestos de consuelo, las miradas llenas de lástima y culpa. Los susurros suplicando perdón y las miradas cargadas de angustia. Ella comprendía mejor que nadie lo que significaba sentirse fuera de lugar.

Alaska era una opción, claro. Atraía la mirada de los adultos deseosos de encontrar a un hijo, alguien a quien amar. Pero aunque era una opción, no era la primera.

Sentía envidia de Rigel. Él nunca sonreía, no hablaba y ni siquiera miraba a las parejas. Parecía disfrutar de su posición allí, y por supuesto, Margaret lo adoraba, lo consentía y lo trataba como si fuera su propio hijo. Colombo se había dado cuenta de que Rigel siempre tendría ventaja.

No recibía elogios cuando hacía algo bien. La mayor ni siquiera la miraba. Cualquier intento de llamar su atención, cualquier acción en busca de aprobación, se veía eclipsada por la simple presencia de Rigel. Parecía que él era su perdición.

Rigel fué y es su perdición.

Después de darse cuenta de que su envidia y su rabia hacia él habían dado un giro inesperado, ella se sintió abrumada. ¿Cómo era posible que aquellos sentimientos negativos se hubieran transformado en atracción? ¿Cómo podía ser que aquel chico captara su atención sin siquiera intentarlo?

Se sentía angustiada al darse cuenta de que pensaba en él constantemente. Murmuraba para sí misma cuando su mente se llenaba de pensamientos sobre él justo antes de dormir. Y a veces, se tiraba del cabello con frustración al sonrojarse por algún pequeño gesto suyo, como cuando sentía su respiración cerca de su cuello mientras él se inclinaba para tomar algo detrás de ella, o el roce de sus manos cuando trabajaban juntos.

Era obvio que él estaba al tanto de estas reacciones, o al menos eso parecía, ya que siempre encontraba maneras de hacerla perder los colores, aunque mantenía una actitud seria, lo que la hacía cuestionarse antes de dormir: Acaso... ¿Estaba él jugando con ella?

Mientras se perdía en sus pensamientos, desconectada de la conversación entre los adultos y Nica, su mirada vagaba sin rumbo fijo, buscando algo en qué concentrarse para escapar de la presión en el pecho, ese nudo incómodo que le dolía tanto.

Sabía que a él no le importaba. Había escuchado cuando le dijo que solo sería “una más”, y entendía que él no la quería tanto como ella a él.

Secó las lágrimas rápidamente cuando la voz de la mayor comenzó a repetir esas reglas que odiaba, esas cuatro palabras que siempre lograban desencadenar recuerdos desagradables. Todo lo que le venía a la mente era oscuro y triste.

Orden, respeto y obediencia.

—Todo saldrá bien —dijo la mayor con una sonrisa que le resultaba insoportable.

El sonido del piano irrumpió en la sala, y la chica de cabello castaño cerró los ojos, mordiéndose la lengua para contener el sollozo.

No sabía cómo sentirse.

No sabía cómo odiarlo.

No sabía por qué seguía allí de pie cuando todo su ser se sentía como un torbellino de emociones contradictorias.

El piano resonaba en el ambiente como un grito quejumbroso pero delicado, como si el músico quisiera expresar su propia rabia a través de las teclas.

Era un canto melancólico pero hipnótico, cada nota cargada de una elegancia que atrapaba la atención y pedía ser escuchada.

Alaska observó a la pareja que miraba hacia el piano con fascinación.

Podía notar cómo algo en ellos se detenía y se dejaba cautivar por aquella melodía.

Quizás era una percepción suya, pero estaba segura de que vio en la mirada de la mujer una necesidad de saber más, de dejarse llevar por el encanto que Rigel Wilde creaba con su música.

Ese encanto tenía tal poder que incluso Colombo, comenzó a pensar que pronto la dejarían a un lado para centrarse en Rigel, como si ya no importara lo que pasara con ella.

Siempre era así, siempre parecía quedar en segundo plano, y cada nota del piano solo reforzaba esa sensación de abandono.

Porque Rigel Wilde siempre era la primera opción.

—Todo estará bien... —se repitió finalmente cuando sintió su mirada en ella, perdiendo finalmente la compostura.

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Y esto que, no sé, me olvide la trama que planee para este fic, ahreee mentira. ¿Siguen acá o ya me abandonaron?

Tu escritora desaparecida fav:©fivfics

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LAMB | Rigel WildeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora