010; interruzione

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« Gelosia e qualcosa di più »
El deseo y la tentación carnal

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      LOS PASOS de la castaña resonaban en el pasillo, cada uno más pesado que el anterior. La rabia era el único eco que se escuchaba a su alrededor, mientras sus lágrimas de furia luchaban por escapar de sus ojos. Sin embargo, su orgullo era más fuerte que el deseo de dejar salir la amargura.

La relación entre Alaska y Rigel era extrañamente complicada, si es que podía llamarse relación. Rigel confundía constantemente los sentimientos de la castaña: un día la trataba con dulzura, al siguiente la ignoraba por completo, evitando cualquier interacción.

Habían pasado años desde la primera vez que ocurrió, años en los que Rigel parecía preferir ignorarla que estar a su lado. Nunca habían traspasado los límites de la amistad, sus encuentros se limitaban a abrazos bajo la luz de la luna o recostarse uno sobre el hombro del otro. Aunque parecían gestos casuales, la mirada de Rigel revelaba que había algo más que amistad, incluído su tono sarcástico característico.

La situación se volvía aún más confusa para la castaña cuando ella misma se encontraba afectado por las acciones impulsivas de Wilde. Sus gestos espontáneos y su personalidad arrolladora provocaban un tsunami de emociones dentro de ella. A veces, se sentía atraía  por su repentina energía desbordante, pero otras veces, se veía abrumada por el desinterés que demostraba de un día al otro.

Él, en cambio; intentaba mantener una fachada de indiferencia, pero en su interior luchaba contra la tormenta de sentimientos que la jóven despertaba en él. Se preguntaba si valía la pena arriesgarse a salir dañado por explorar algo más, o si era mejor mantener las cosas como estaban y evitar complicaciones innecesarias.

Sin embargo, cada vez que intentaba alejarse, algo en él lo impulsaba a volver hacia ella, como si estuviera magnetizado por su presencia.

3 meses antes

—Josu... —susurró la castaña al sentir las frías manos del joven en su cintura, cerrando instintivamente los ojos ante su tacto. Sin embargo, al darse cuenta de quién era, se separó rápidamente—. Ya te dije que no quiero hablar contigo.

—¿Te duele saber que no soy el chico que quieres? —preguntó con una sonrisa burlona—. ¿Tanto te decepciona verme?

—Tu rostro nunca será de mi agrado —susurró mientras ajustaba su remera—. No necesito escuchar tus estupideces y mucho menos ver tu fea cara.

—Me sorprende que me trates así después de los de nosotros —murmuró con las cejas levantadas—. Pensé que era algo especial —añadió con una pena fingida evidente.

LAMB | Rigel WildeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora